Entrevistas

Víctor Penchaszadeh: “No existe ninguna fórmula mágica para trabajar en ciencia con compromiso social”

Santiago Liaudat

Víctor Penchaszadeh: “No existe ninguna fórmula mágica para trabajar en ciencia con compromiso social”

Ciencia, Tecnología y Política, vol. 1, núm. 1, 2018

Universidad Nacional de La Plata

Entrevistamos al Dr. Víctor Penchaszadeh, uno de los creadores del primer “índice de abuelidad” (que permitió identificar a hijos de desaparecidos) y del Banco Nacional de Datos Genéticos. Ha sido, además, consultor de diversos organismos nacionales e internacionales en las áreas de genética y bioética. Actualmente preside la Red Latinoamericana y del Caribe de Bioética UNESCO y es Director del posgrado de genética y derechos humanos en la Universidad Nacional de Tres de Febrero.

Captura de video de
Academia Nacional de Medicina de México
Captura de video de Academia Nacional de Medicina de México

CTyP: Las ciencias modernas se han legitimado históricamente desde un discurso de objetividad, neutralidad y asepsia política, valores que estarían resguardados por la autonomía científica. No parece ser este el caso de la genética, abiertamente asociada -en el pasado- a concepciones políticas y sociales (desde el caso Lysenko al racismo científico y las prácticas eugenésicas). Con este trasfondo, ¿qué impacto tuvo para la disciplina el desarrollo del índice de abuelidad en tanto herramienta para la resolución de un importante problema de derechos humanos?

VP: En tanto actividad humana, el desarrollo de la ciencia nunca estuvo desligada de los valores, políticas y culturas hegemónicas. Son estos valores en cada momento histórico y la cultura a la que pertenecen, los que van determinando las direcciones que toma la ciencia en la bùsqueda de conocimiento. El conocimiento, entonces, nunca es “neutral” u “objetivo”, ni independiente de las realidades políticas y sociales. Esto incluye la elección de las preguntas (unas y no otras) que se formulan los científicos, la metodología que utilizan para responderlas, y las maneras de interpretar la “realidad”. Esto se puede ilustrar en los ejemplos que mencionás: el racismo ha sido una concepción funcional al dominio del mundo por los europeos desde el “descubrimiento” de América, para justificar el mercado de esclavos sin contradecir la concepción cristiana de que “los hombres son iguales ante dios”. Por otro lado, la doctrina de la eugenesia se origina en el último tercio del siglo XIX en Inglaterra, para restringir la reproducción de las clases populares como manera de mitigar los conflictos sociales y políticos derivados de las condiciones terribles de vida impuestas a la clase obrera. El lysenkismo soviético se contrapuso al mendelismo occidental por cuestiones ideológicas y al amparo del clima autoritario que reinaba en la Unión Soviética. Si bien la genética estuvo involucrada en estas concepciones y conflictos, estas deformaciones no se deben atribuir a la genética como ciencia sino a las ideologías imperantes que hicieron uso de la genética en forma acientífica en defensa de intereses políticos y económicos.

En el caso de la identificación de los niños apropiados por la dictadura argentina, la genética ya estaba madura en su desarrollo a fines de los ´70 (ya se hacían pruebas de identificación de paternidad) como para dar el salto a adaptar esas técnicas de laboratorio, estadística y probabilística para la identificación genética en ausencia de la generación de los padres (desaparecidos) usando marcadores genéticos en los abuelos, dado que todos los marcadores genéticos en un nieto deben estar presentes en sus cuatro abuelos. Además del impacto obvio en Argentina sobre el derecho a la identidad de centenares de niños y jóvenes mediante la aplicación del indice de abuelidad, ésta innovación implicó por primera vez en el mundo una aplicación directa de la genética en la búsqueda de solución de una grave violación a los derechos humanos. Claramente, esta experiencia argentina influenció en gran medida el desarrollo de la genética forense a enfocarse al derecho humano a la identidad. Por otra parte, permitió a la genética redimirse de la utilización que fuera objeto en el pasado para convalidar violaciones a los derechos humanos.

CTyP: ¿Cómo entendés la relación entre ciencia e ideología? ¿Puede haber una ciencia “sin valores”? ¿Es deseable?

VP: Como dije arriba, no existe actividad humana desprovista de valores. Todos los seres humanos guiamos nuestras acciones por valores éticos, que a su vez están alimentados por nuestra concepción del mundo y de la justicia, es decir nuestra ideología. La actividad científica no puede ser una excepción. Lo que determina los objetivos benéficos o maléficos de una actividad científica es qué intereses están detrás, quiénes la financian, qué grupo social se apropia del conocimiento genera-do por la ciencia y para qué fines lo utiliza.

CTyP: ¿Es el discurso de la “autonomía científica” parte de la solución o del problema?

VP: La actividad científica no debiera estar condicionada por el poder económico o político. Sin embargo, la “autonomía” es siempre un concepto relativo y lleno de grises. Por un lado el científico debe tener autonomía para que sus investigaciones (preguntas que decide formular, metodologías empleadas en las investigaciones para obtener nuevo conocimiento, y maneras de interpretar re-sultados) no estén condicionadas por la fuente de financiación. A la vez, la curiosidad del científico debe conjugarse con su responsabilidad social y con la ética de las posibles aplicaciones de sus descubrimientos eventuales. Por otro lado, hay valores supremos que no deben violarse jamás en las investigaciones (como p.ej. los derechos humanos de los sujetos de investigación en casos de investigaciones con seres humanos) y para ello la regulación del Estado es esencial. También es de interés legítimo del Estado que los recursos destinados a la ciencia tengan como fin último el bienestar humano, sin que ello implique que la ciencia fundamental o básica no deba ser apoyada.

CTyP: En la actualidad, el grueso de la I+D en el mundo está financiada por grandes corporaciones y por el complejo industrial-militar. Incluso, buena parte de la investigación pública es utilizada indirectamente por estos actores. En este contexto, ¿cuáles son las potencia lidades y los peligros en la ingeniería genética y la biotecnología? ¿Qué opinión te merecen los discursos que señalan que estamos en la “era genómica”?

VP: Las potencialidades de la ingeniería genética y la biotecnología son sus posibles contribuciones en todas las actividades humana, desde la agricultura y la ganadería hasta la salud humana. Los peligros son muy numerosos. En primer lugar, no se suelen estudiar a fondo los riesgos de cada una de las nuevas tecnologías antes de aplicarlas a la población. En el caso de la industria farmacéutica (que está superando en magnitud financiera a la industria bélica) es claro que muchos de sus productos son superfluos o directamente dañinos para la salud, y la capacidad reguladora de los Estados es muy débil como para ser efectiva, comparada con los recursos de la industria. El riesgo es que los perjuicios superen a los beneficios potenciales y que esto se haga evidente solo una vez que los daños han sido causados. En segundo lugar, dado que la obligación principal de la industria es hacia los inverso-res, siguen políticas de mercado en determinar sus prioridades en lugar de basarse en necesidades reales de las poblaciones, la práctica de marketing agresivo de muchas de estas industrias lleva a generar imaginarios colectivos de sacralización de la tecnología como panacea para la resolución de problemas de la vida, lo que hace a la población excesivamente dependiente de la tecnología en cuestiones que tienen determinaciones sociales más poderosas que tecnológicas. En tercer lugar, como decís, el desarrollo de estas tecnologías está en manos de la industria privada concentrada que busca sus propios intereses económicos, que no son los intereses de la población en general. Esto es así por cierto, para la industria bélica, que es contratada por el Estado, y a la cual es difícil encontrarle un propósito benéfico.

CTyP: Si es posible realizar un ejercicio de prospectiva, ¿qué evolución prevés en el área para las próximas décadas?

VP: La ingeniería genética y la biotecnología van a seguir desarrollándose en áreas de influencia de la agricultura, ganadería y salud humana. En las actividades pecuarias relacionadas con la alimentación, segura-mente crecerán las resistencias sociales al uso de productos genéticamente modificados, cuya resolución dependerá de la relación de fuerzas que se enfrenten. Las compañías biotecnológicas está agresivamente impulsando sus tecnologías, incluyendo pruebas en campo abierto de manipulaciones genéticas iniciadas en laboratorios, con pocos resguardos éticos y de seguridad. En particular, la nueva tecnología de “edición genética” (CRSP/cas9) está llamada a revolucionar todo lo que tenga que ver con manipulación del genoma en cualquier especie. En salud humana, se harán tratables muchas enfermedades hereditarias que aún no tienen tratamiento. Sin embargo, dado que los potenciales beneficios se acompañan siempre de posibles riesgos o daños, los problemas éticos de la edición genética ya están causando revuelo en el primer mundo, entre ellos por su potencial uso para “mejoramiento” humano y modificación del genoma en descendientes. Todo indica que muchas de estas tecnologías estarán solo al alcance de los sectores de altos ingresos y aumentará la inequidad en salud, con todas sus consecuencias negativas.

CTyP: Tu trayectoria profesional y tus trabajos científicos son alentadores respecto de la po sibilidad de hacer ciencia de excelencia, comprometida políticamente y con un alto impacto social. ¿Cuáles son los elementos que -en tu experiencia- hicieron esto posible?

VP: Afortunadamente, existen innumerables ejemplos en la historia de la ciencia de su práctica con compromiso social y político. En mi caso se conjugaron 1) mi propio compromiso ideológico con la justicia social y la vigencia de los derechos humanos que me acompaña desde que comencé a ejercer la medicina hace más de 50 años; 2) haber tenido la suerte de escaparme de un secuestro de la Triple A en pleno centro de Buenos Aires el 19 de diciembre de 1975 y haberme exiliado antes del golpe cívico-militar de 1976; 3) haberme mantenido informado permanentemente con lo que ocurría en Argentina durante el terrorismo de Estado y haber desarrollado vínculos estrechos con los organismos de derechos humanos; 4) haber continuado mi trabajo científico en Estados Unidos en la vinculación entre genética y salud, con eje en el derechos humanos, lo que me permitió tener experiencias únicas, como contribuir al desarrollo de la genética en Cuba, o trabajar con la Organización Mundial de la Salud en desarrollar la genética médica en numerosos países en desarrollo dentro y fuera de América Latina, todo lo cual cimentó mi compromiso social como genetista; 5) haber estado en el lugar y momento adecuados cuando las Abuelas visitaron Nueva York en noviembre de 1982; y 5) haber tenido los contactos académicos en Estados Unidos necesarios para conformar el grupo de trabajo interdisciplinario (genetistas médicos, moleculares y poblacionales, matemáticos y estadísticos) que puso por primera vez a la genética a trabajar para resolver un problema de derechos humanos.

No existe ninguna fórmula mágica para trabajar en ciencia con compromiso social. Lo fundamental es tener ese compromiso ético con uno mismo y la sociedad. Lo otro es trabajar con excelencia en el campo que uno elija, teniendo como mira la excelencia científica y el bienestar humano. También, identificar líneas de trabajo de interés y fuentes de financiación adecuadas. Obviamente, el azar (como ilustra mi caso) ¡también es importante!

CTyP: ¿Qué lugar ocupó la demanda social y la interacción con actores extra-científicos?

VP: En mi caso, siempre fui sensible a la demanda social, es más, yo me las arreglaba para visibilizarla cuando no era aparente. Y como la demanda generalmente viene de actores fuera del espacio científico, mi estrecha vinculación con los organismos de derechos humanos fue fundamental.

CTyP: ¿Encontraste resistencias en el medio científico? Si así fue, ¿qué estrategias te diste para salvar esas dificultades?

VP: No tuve resistencias en el medio científico. Recordá que yo hice la mayor parte de mi carrera en Estados Unidos, entre 1981 y 2007. Allá el tema de la apropiación de niños en Argentina repugnaba y estimulaba la buena voluntad y la cooperación. En otros aspectos de mi actividad (el desarrollo de aspectos éticos de la genética médica) se daban discusiones sobre distintas maneras de enfocar los dilemas, pero no podría llamarlas “resistencias”.

CTyP: ¿Lo considerás una situación particular o un modelo que puede replicarse?

VP: Si te referís específicamente al “índice de abuelidad” fue sin duda una situación muy particular, que contribuyó a desarrollar la genética forense a tal nivel que una situación como la vivida en los 80 no sería repetible. En cambio, sí es repetible que un científico se encuentre en una intersección entre su ciencia y un problema relevante para los derechos humanos. Entre los innumerables ejemplos que se me ocurren, me viene a la mente el ejemplo del uso de agrotóxicos y el derecho a la salud.

CTyP: Oscar Varsavsky definió al “científico politizado” como aquel “científico o tecnólogo sensible a los problemas sociales que no renuncia a preocuparse por el significado social de su trabajo”. Sin embargo, cotidianamente buena parte de estos “científicos politizados” viven en tensión entre las demandas de su carrera profesional y su sensibilidad social. Esta disyuntiva se presenta en forma más evidente en los países dependientes y periféricos que carecen de un proyecto nacional. Desde tu experiencia en los Estados Unidos, Venezuela y Argentina, ¿compartís esta afirmación?

VP: Sí, comparto la afirmación.

CTyP: Por último, ¿qué pensás que, como trabajadores de la ciencia y la tecnología, podemos hacer frente al actual contexto de avance neoliberal?

VP: Prefiero hablar de retroceso en la vigencia de los derechos humanos fundamentales más que de avance neoliberal, que por supuesto es inherente al desarrollo capitalista concentrado global que se está viviendo en todo el mundo. La única manera de hacer frente a esta tragedia es acentuar nuestro compromiso político, con énfasis en la educación popular y la movilización social. En Argentina, se debe dar una alianza con todos los sectores progresistas del país, superando diferencias puntuales y desarrollando estrategias multidisciplinarias entre académicos, científicos, profesionales, estudiantes y movimientos sociales y de trabajadores.

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