El debate sobre la globalización y el orden mundial:
un análisis político

Alberto Sepúlveda Almarza*

Abogado, M.A. en Relaciones Internacionales, M.AL.D. en Derecho y Diplomacia de Fletcher School of Law and Diplomacy, Diplomado de Estudios Internacionales, Escuela Diplomática de España, Diplomado de Ciencia Política y Derecho Constitucional, del Centro de Estudios Constitucionales de España, Doctor en Ciencias Políticas y Sociología, Universidad Complutense de Madrid

Introducción

La presente ponencia "El Debate sobre la Globalización y el Orden Mundial: Un Análisis Político" tiene por objeto precisar conceptos como: "globalización", "El Estado y su papel en la economía post Guerra Fría".

Como lo indica su título, en este trabajo se hace un análisis político del fenómeno de la globalización y de sus implicancias, con el propósito de contribuir a la claridad del debate contemporáneo en aspectos tales como las consecuencias económicas de la tecnología de la información, los nuevos centros de poder que están emergiendo y la revisión del papel del Estado como consecuencia del fin de la Guerra Fría y de la emergencia del poder de las empresas privadas en el mundo.

Dentro del propósito señalado, aquí se entrega un proceso de reflexión a partir de datos conocidos por todo lector con un nivel mediano de información, aspirándose a llegar a un público no especializado en Ciencia Política o en Relaciones Internacionales. Por ello se ha buscado facilitar la lectura, eliminado el uso de cuadros, gráficos y citas de numerosos textos, y se ha procurado afanosamente lograr la sencillez del lenguaje. Confiamos en haber cumplido estos objetivos.

El debate

La palabra "globalización" ha dado origen a una serie de polémicas, muchas de ellas cargadas de furia moral, y de ahí la conveniencia de precisar los conceptos.

En la escena mundial contemporánea están madurando grandes tendencias que, en cierta medida, son la prolongación de situaciones que tienen casi tres siglos de duración. La primera es el desarrollo de las tecnologías de la información (T.I.) que aceleran la rapidez de la difusión de los conocimientos, de las noticias y de los flujos financieros; como consecuencia están cambiando drásticamente las condiciones de trabajo de la Humanidad.

La segunda tendencia se deriva del perfeccionamiento de los medios de transporte que, por una parte, han acortado el tiempo para recorrer las distancias y, por otra, permiten el desplazamiento cada vez más barato y, por ende, masivo de personas y mercaderías por todos los rincones del planeta. Hay que recordar que también en este caso nos encontramos con un proceso iniciado hace centurias, de hecho con las innovaciones en la ingeniería naval realizadas en el siglo XV que permitieron la construcción de barcos capaces de cruzar los oceános. De ahí la expansión europea en África, Asia y América, el surgimiento de los fenómenos del imperialismo y el colonialismo tanto en la economía como en la política mundial.

El tercer fenómeno incide con la caída del Muro de Berlín, en 1989, que llevó al fin de la Guerra Fría, a la desaparición de la Unión Soviética (URSS) y a la declinación de Estados Unidos. Estamos en una situación en la cual no existen, por el momento, países hegemónicos capaces o deseosos de imponer un orden mundial con todos los desafíos y peligros que implica una labor de este tipo. Hay, sin embargo, dos características que se profundizan en la actualidad. Por una parte el incremento de los elementos de poder de las grandes potencias como consecuencia del desarrollo científico y económico de las últimas centurias y las posibilidades que surgieron de generar aparatos estatales capaces de administrar unidades cada vez mayores en población y territorio. En el siglo XV comienza el proceso de creación y consolidación de los Estados Nacionales que dominan a los señoríos feudales y se van proyectando por el planeta generando imperios coloniales que unificaron a todo el mundo bajo la hegemonía de Europa. Al final de la Segunda Guerra Mundial aparecen los Estados-Continentes, las superpotencias -EEUU y la URSS- que cuentan con una extensión de millones de kilómetros cuadrados y poblaciones enormes. El fin de la guerra fría ha visto la continuación del proceso mediante las asociaciones de Estados, como la Unión Europea, el desarrollo de la República Popular China, que supera los mil millones de habitantes, y la búsqueda de acuerdos económicos por parte de EEUU con los países americanos. El mundo marcha a la concentración en unidades políticas menos numerosas y más potentes. Sin embargo, como ya lo señalamos, en la actualidad no existe un centro hegemónico tal como se diera con las superpotencias durante la guerra fría.

La segunda característica, que tampoco es novedosa dice relación con la pugna, en el interior de los Estados y en plano internacional, entre aquellos grupos o instituciones que estiman que el poder se expresa básicamente en términos militares y que, por ende, la primera preocupación de una comunidad debe ser la elaboración y perfeccionamiento de estrategias y alianzas de seguridad para lograr la expansión de la influencia de una país. La alternativa contraria señala que los móviles meramente económicos son los dominantes y, en estas condiciones, los empresarios y comerciantes deben constituir la elite hegemónica. La pugna conceptual tiene siglos y es así que la expansión inglesa en Asia y África fue realizada en primer lugar por compañías privadas y luego fue consolidada por el poder militar y del Estado. El Imperio Británico fue, en gran medida, la obra de la empresa privada más que de designios expansionistas de la burocracia londinense. De ahí que Napoleón llamara a Inglaterra una nación de tenderos.

Los desarrollos en la informática, en los medios de comunicación y el fin de la Guerra Fría han generado una situación, que debería ser momentánea, a menos que la naturaleza humana hubiera cambiado y abandonado sus características de agresividad y codicia, en la cual no aparecen rivalidades profundas entre las grandes potencias y ello genera la sensación que la política y las estrategias de seguridad son cosas del pasado, temas irrelevantes en el mundo globalizado. De ahí que muchos señalan que los conceptos y procesos vinculados con la economía deberían ser la única preocupación de los gobiernos tanto en el plano interno como en el externo.

En este panorama de vacío político las grandes compañías transnacionales se han expandido por el planeta, sin mayor control por parte de los Estados, y están surgiendo empresas globales con agencias y empleados en varios países. De hecho, en la actualidad, la mayor parte de las transacciones comerciales internacionales se efectúan entre las diversas sucursales de las transnacionales. El fin de la Guerra Fría ha llevado, también, a la declinación de las ideologías que enfatizaban la Revolución. Hoy florecen conceptos que señalan que la única posibilidad de desarrollo de un país pasa por el desmantelamiento de su aparato público, la privatización de las empresas estatales, la disminución de los impuestos a las rentas de las personas y empresas y la idea que la función más importante de un gobierno es el apoyo a la labor de las grandes empresas nacionales o externas.

El mal manejo de las finanzas públicas por EEUU y la URSS, que derrocharon recursos en la confrontación estratégica-militar de las superpotencias durante la Guerra Fría, llevó al descrédito de los planificadores políticos y su reemplazo por los estrategas de las empresas transnacionales como los encargados de definir los intereses reales y las metas a obtener por los Estados en la escena mundial.

El problema que surge con el término "globalización" es que confunde una realidad histórica -el fin de la hegemonía EE.UU.-URSS- con una concepción ideológica por la cual los intereses de las empresas transnacionales y del gran capital privado pasan a ocupar el lugar que tenían antes los objetivos del Estado.

Afinando los conceptos

En nuestros días asistimos a un debate en el cual se confunden las acepciones de la palabra "Estado", especialmente en castellano. Estado puede significar "la Nación jurídicamente organizada" y así podemos hablar del Estado de Chile o el Estado de Polonia. La vida internacional sigue dominada por los Estados y son ellos quienes establecen el Derecho Internacional que regula incluso las acciones de las empresas transnacionales, ya sea mediante acuerdos bilaterales, o multilaterales o por medio de organismos internacionales como las Naciones Unidas o la Organización de Estados Americanos.

Si bien han surgido diversos actores en las relaciones internacionales contemporáneas como los partidos políticos, las Organizaciones No Gubernamentales (ONG’s) o las empresas transnacionales, son los Estados quienes conservan el monopolio de la dictación de la ley internacional. Los demás actores juegan el papel de grupos de opinión o de influencia que hacen lobby o "cabildeo" sea ante un Estado, grupo de ellos, o ante los organismos internacionales, que están constituídos por Estados.

La segunda acepción de la palabra "Estado" se refiere a la idea de Administración Pública y, a veces se confunde, con el concepto del Gobierno. En los últimos siglos la Administración Pública ha crecido en todos los países del mundo ya sea para generar empleos para la clase media o para asumir tareas que se estiman de relevancia estratégica, económica o social. Aquí se plantean los siguientes problemas. En primer lugar existe consenso en que la Administración Pública se ha ampliado en forma desmesurada y que su labor es ineficaz en comparación con la gestión del sector privado. Ello implica dos tipos de definiciones que aún no están claras. La primera tiene que ver con las funciones que pueden pasar del ámbito público al privado y aquí surge el debate sobre las "privatizaciones". Existe un consenso en que varias de las empresas públicas o estatales deben pasar al área particular pero ello no implica, por se, un desmantelamiento de la capacidad empresarial del sector público. En muchas sociedades ha sido el aparato público quien ha llevado a cabo una tarea modernizadora desarrollando directamente actividades que requieren de enormes capitales y que no pueden ser asumidas por su sector privado nacional, debido a la ausencia de una burguesía poderosa. En otras situaciones el sector público ha favorecido la creación de empresas privadas nacionales capaces de competir en el mercado mundial. Podemos señalar como primer caso a Francia, desde la época de Colbert, y hasta EEUU en el desarrollo de la actividad espacial que colocó en manos de la NASA. En el segundo modelo están Japón. Corea, Indonesia y la Unión Europea en casos como la industria espacial y la aeronáutica.

De ahí que las "privatizaciones" tienen su límite ya que pueden implicar la entrega de empresas consideradas claves para el desarrollo nacional a manos de inversionistas extranjeros que, incluso, pueden ser del sector público de otros países. La venta de activos no siempre pasa a capitales privados extranjeros, pueden ser también comprados por empresas de otros gobiernos y ello origina un problema relativo a la seguridad nacional ya que un país puede terminar bajo el control económico de otro. Estamos, entonces, ante un tema complejo. De ahí que existan "privatizaciones" fáciles y otras que no lo son.

La segunda zona de debate incide con las funciones sociales del sector público que pueden ser asumidas por el privado y sobre cuales deben ser los mecanismos de control para asegurar el debido cumplimiento de las labores en beneficio de los usuarios. Los casos más claros son los relacionados con salud, educación y vivienda que pueden ser desempeñados por el sector privado en forma más eficiente que el sector público. No es necesario o indispensable que las casas sean construídas por empresas públicas o que existan servicios estatales de salud o que la educación quede radicada en escuelas administradas directamente por el Ministerio de Educación. El problema de fondo se encuentra en la determinación de los mecanismos administrativos que impidan la concentración del poder en monopolios privados y que existan recursos para permitir que los sectores más pobres no queden carentes de educación, salud y vivienda. Es obvio que la situación varía de país en país y, en algunos casos, los servicios públicos se han ganado el respaldo de la población por su calidad, capacidad de gestión y espíritu de servicio. En otros países se encuentran absolutamente desprestigiados por su corrupción e incompetencia. De ahí que el proceso de transferencia tiene que ser analizado de acuerdo con la realidad de cada sociedad y no se pueden establecer normas inflexibles o dogmáticas.

La tercera área de polémica incide con la definición del ámbito de las atribuciones exclusivas del sector público. Tradicionalmente se ha considerado que la defensa, la administración de justicia, la diplomacia, la policía y la conducción monetaria y económica deben quedar en el ámbito del gobierno. Es más, se consideran funciones propias de todo Estado y que deben ser desempeñadas con criterios de bien común y no en beneficio de intereses privados. Las actividades reseñadas son las que permiten que una sociedad tenga el suficiente grado de cohesión como para permitir la existencia de un gobierno y que pueda actuar, como Estado, en la vida internacional. Incluso Adam Smith, el creador de la economía capitalista, estima que son funciones exclusivas del sector público.

Otra materia de debate se refiere a los distintos enfoques acerca de los criterios de gestión y hasta que punto pueden ser ampliados al sector público los métodos aplicados en la empresa privada. Se menciona la conveniencia de hacer primar conceptos como la eficacia y se señala que el sector público es demasiado "burocrático", entendiéndose por tal el abuso en trámites que dilatan las decisiones o, simplemente, el desinterés de los funcionarios para desempeñar sus tareas en forma expedita. Es obvio que, en este sentido, hay mucho que innovar y que las transformaciones en la informática, en las técnicas gerenciales y en los medios de comunicación pueden y deben extenderse al sector público. Pero hay que recordar, empero, que existe una diferencia fundamental entre las empresas comerciales y los servicios del Estado; las primeras tienen por fin el lucro, ganar dinero con sus operaciones, los segundos están para gobernar a una sociedad y defender sus intereses en el plano internacional.

Un gobierno no es eficaz si simplemente hace las cosas más rápido, tiene que lograr que las medidas tengan respaldo en la comunidad y ello implica negociar y, muchas veces, dilatar su aplicación cuando las resistencias son muy grandes. La función de gobernar está estrechamente ligada a la política, con "el arte de lo posible" y en ocasiones una solución que aparece racionalmente perfecta no puede ser aplicada bruscamente sin causar enormes alteraciones en la convivencia social. Hay tradiciones, estilos de vida y emociones que respetar. En toda comunidad humana la mejor vía para lograr la aceptación de las reformas es mediante la persuasión y ello implica el transcurso del tiempo. De ahí, entonces, que la adopción de métodos que son eficaces en la gestión de las empresas privadas requieren de un proceso de adaptación cuando tratan de aplicarse al sector público. Más aún cuando se refieren a temas de gran repercusión emocional.

Otra de las materias de discusión se refiere a la idea que en la actualidad habrían desaparecido las rivalidades entre los Estados y que las funciones de los gobiernos radican meramente en la promoción del comercio, el fomento a las exportaciones y el apoyo a las empresas transnacionales.

Aquí, de nuevo, nos encontramos con la confusión de conceptos. Para que exista una actividad económica o comercial es previa la existencia de un sistema político que garantice el cumplimiento de las reglas del juego entre los diversos actores de la sociedad, incluidos los económicos, que regule los conflictos y garantice la paz interna y externa. Toda guerra implica el fin del desarrollo económico centrado en la ampliación del consumo y su reemplazo por la concentración de los recursos en la adquisición de materiales bélicos, con las matanzas desaparece la racionalidad comercial y la primera prioridad se centra en salvar la vida, en la mera supervivencia física. Para que la actividad económica se realice en forma sostenida es previo la existencia de un sistema político, de un orden que garantice la convivencia pacífica y el respeto al Derecho.

En la actualidad estamos ante un remanso internacional. La guerra fría entre dos superpotencias, EEUU y la URSS, ha terminado y, por el momento, no se vislumbran nubes de tormenta que amenacen con una Tercera Guerra Mundial. Hay, eso sí, fenómenos inquietantes como las matanzas africanas, la fuerza del fundamentalismo islámico en los países árabes o Irán que rechaza a la cultura occidental, o la posibilidad de una desmembración mayor de Rusia que genere un enorme vacío de poder en gigantescas zonas del Asia. Pero, aparentemente, ninguno de estos fenómenos pareciera generar tensiones tales que den origen a la Tercera Guerra Mundial.

Sin embargo estamos viviendo un cambio histórico.

Por primera vez, desde el siglo XV, la balanza del poder planetario se desplaza de los pueblos cristianos y occidentales de Europa y América del Norte al Asia. Otra vez emerge China tal como lo hiciera durante los siglos del Imperio Romano o en los momentos de la Edad Media en Europa y comienza a proyectarse como la principal potencia del mundo, de aquí a unas décadas más. Y con ello entra en crisis todo el sistema internacional tal como lo conocemos cuyos fundamentos económicos, políticos y jurídicos fueran desarrollados por los occidentales en los últimos quinientos años. Estamos viendo la aparición de nuevos poderes que tienen conceptos culturales distintos y que guardan recuerdos de humillaciones y expoliaciones por parte de los países cristianos.

La gran tarea de los próximos años es la de crear un sistema político mundial que integre a los centros de poder actuales y a los emergentes y así garantizar la paz y permitir el desarrollo económico de toda la Humanidad. Una de las enseñanzas elementales que nos da la Historia es que cuando no existe un orden internacional e interno que de satisfacción a los diversos actores la situación desemboca en la violencia, en la búsqueda de solucionar las diferencias por medio de la matanza, como decía Klausewitz la "guerra es la continuación de la política por otros medios". El siglo XX vió dos grandes carnicerías en las cuales se utilizaron armas cada vez más mortíferas. Las Guerras Mundiales mataron a decenas de millones de seres humanos, expandió la miseria por vastos sectores del planeta y rompió Imperios y Estados Nacionales sembrando el caos político. La lección fue aprendida por EEUU y la URSS que evitaron un combate frontal, más aún cuando las armas nucleares habrían destruido todo o gran parte del planeta.

El desafío actual es tomar las medidas para impedir una guerra futura entre China y las potencias occidentales como consecuencia de los cambios culturales de todo tipo que trae la declinación del actual Primer Mundo y la emergencia del Asia. La hegemonía del hombre blanco se acaba y hay que prevenir o suavizar las posibles explosiones de resentimientos nacionalistas que durante décadas han mantenido los pueblos que fueron colonia, en el pasado, de Europa o que estuvieron sometidos a la hegemonía de Estados Unidos, al "imperialismo yanqui". Hay humillaciones históricas que pueden provocar la tentación de tomarse el desquite o revancha en la medida en que las relaciones de poder van cambiando, en beneficio del Asia.

Para que la economía siga funcionando es menester abordar la gran tarea política de adecuar los sistemas mundiales a las realidades que se asoman.

Globalización y sociedad

En líneas generales podemos reseñar las siguientes características de la economía postguerra fría y sus efectos en la vida social y política.

En primer lugar la rapidez de las transformaciones científicas y tecnológicas implica un cambio brusco en los métodos de producción y de los artículos que se fabrican. En pocos años los componentes de un producto son reemplazados por otros. Es así, por ejemplo, que si bien la forma externa de los automóviles se mantiene, gran parte de los materiales con los cuales se construyen son distintos a los usados décadas atrás. En el caso de los computadores los cambios son casi anuales.

En segundo lugar se está produciendo el fenómeno de la robotización de la economía, es decir, que los robots están desplazando a la mano de obra humana en la producción de bienes y, a su vez, las nuevas técnicas implican que también en el área de los servicios hay enormes incrementos en la productividad y, por ende, menor necesidad de empleados. Este panorama implica el fin o una disminución considerable de la clase obrera y campesina y la necesidad de contar con niveles cada vez más altos de educación y una capacitación permanente para que una persona pueda acceder, mantenerse o ascender en el plano laboral.

En tercer lugar la movilidad del capital y la existencia de empresas transnacionales implican que las inversiones se trasladan a aquellos países o regiones en las cuales la mano de obra es más barata, la legislación financiera más flexible y las exigencias de respeto al medio ambiente, menores. De ahí la desindustrialización del Primer Mundo, Japón, EE.UU. y la Unión Europea, con la secuela de desempleo y estancamiento del crecimiento del PNB. Y, por otra parte, el rápido progreso de regiones como Asia y eventualmente de algunos países de Europa Oriental y la aparición del modelo de las ˇ"maquiladoras"! o regiones fronterizas o cercanas a un país desarrollado en las cuales se realizan partes del proceso industrial, aprovechando los bajos costos de mano de obra y la flexibilidad ecológica, para después re-exportarlos al país próspero. El modelo nació en la frontera entre México y EE.UU, se está reproduciendo en Asia, partes de Centroamérica y en Europa Oriental.

El panorama reseñado es inquietante, ya que el mercado que consume los nuevos artículos siguen siendo los países del Primer Mundo, pero en una situación de estancamiento y desempleo que limita seriamente la posibilidad de mantener el modelo ad infinitum. En Europa y EE.UU ya están surgiendo protestas al libre comercio que beneficia la labor de las transnacionales y permite el desarrollo de nuevas regiones, pero a costa de los empleos o de la mantención de salarios altos de las clases medias y bajas del Primer Mundo.

En cuarto lugar los avances en la biotecnología están llevando a la aparición, mejora y mutación de especies agrícolas y pecuarias con mayor rendimiento productivo. Los países exportadores de materias primas que no sean capaces de adecuarse a esta revolución tecnológica simplemente serán desplazados del mercado mundial. En estas condiciones los países carentes de capacidad científica, tecnológica o gerencial tienen ante sí duras perspectivas, el empobrecimiento y una suerte de colonización por las empresas transnacionales o los países que son capaces de competir. La mera existencia de recursos naturales en bruto ya no es un factor de riqueza como en el pasado.

Algo semejante está ocurriendo con los minerales. Hoy la ciencia crea nuevos elementos para cumplir funciones que en el pasado realizaban los metales. Es el caso de la fibra de vidrio, por ejemplo, que reemplaza al cobre en los instrumentos de comunicación, de plásticos que se usan en la fabricación de automóviles, de chips de silicio, cada vez más pequeños que se utilizan en la informática.

La consecuencia es que los productores de materias primas sin procesar van quedando atrás mientras que los innovadores se enriquecen. Esta situación explica casos como los de Singapur, Luxemburgo o Suiza, que son países diminutos o muy pequeños, sin riquezas naturales con escasa población y que cuentan con ingresos per cápita elevadísimos. Ejemplos contrarios son los de África Subsahariana y gran parte de América Latina que tienen ingresos bajos y alta dotación de materias primas.

En quinto lugar durante el siglo XIX coincidieron tres fenómenos que hoy no se repiten y que permitieron el desarrollo del capitalismo sin mayores problemas, la unificación política y económica del mundo y la expansión de la cultura occidental. Nos referimos a la existencia de áreas geográficas vacías, mano de obra sobrante en Europa y capital excedente también en el viejo continente. Esta trilogía de fenómenos permitió la colonización de América, Australia y Nueva Zelanda, el desarrollo de estas regiones mediante la producción de materias primas para el mercado europeo y desarrolladas con capital proveniente en especial de Gran Bretaña y luego Alemania. En el caso de África y Asia la tónica fue la expansión colonialista o imperialista ya fuera por Gran Bretaña, Francia, Rusia y potencias menores como Bélgica, Portugal y España. En 1898 Estados Unidos conquistó los remanentes del Imperio Español en Asia y El Caribe. La conclusión final de todos estos procesos fue la integración de las zonas periféricas de la Tierra a un sistema económico dominado por los occidentales.

El panorama actual es distinto. Hemos señalado que las empresas del Primer Mundo exportan capitales a los países emergentes con lo cual se produce estancamiento económico y desempleo en EEUU y Europa Occidental al mismo tiempo que alzas espectaculares del PIB en Asia. Simultáneamente se está produciendo una invasión de inmigrantes provenientes de América Latina en EEUU y de Europa Oriental y África en los países de Europa Occidental. Las situaciones reseñadas hacen muy difícil lograr la reducción del desempleo, ya que aumenta la oferta de mano de obra en economías de bajo crecimiento, y por otra parte está comenzando a cambiar la composición étnica y cultural en el Primer Mundo. Más aún las tasas declinantes de fertilidad demográfica en las parejas de raza blanca implica que las nuevas generaciones tienen distinto color de la piel y raíces culturales diversas.

Este cuadro acentúa la sensación que el centro tradicional del poder mundial de los últimos cinco siglos se encuentra en declinación. Nos referimos al Occidente blanco y cristiano. Hoy está en jaque en el plano internacional por su estancamiento económico y demográfico mientras emerge Asia. Y simultáneamente se produce un paulatino cambio en la composición étnica en el mismo seno de Europa Occidental y EE.UU. donde los grupos blancos van siendo desplazados por africanos, asiáticos y mestizos latinoamericanos. En Europa avanza el Islam y en EEUU el idioma inglés pierde terreno frente al castellano.

En sexto lugar, también en el marco de los Estados Nacionales se acentúa el proceso de concentración del poder económico en empresas cada vez mayores. Los cambios tecnológicos llevan a la emergencia y desaparición rápida de puestos de trabajo en la medida en que surgen o desaparecen actividades de producción como consecuencia de las transformaciones en los gustos de los consumidores o de las técnicas de fabricación.

Esta situación trae dos consecuencias. La primera es el fin de la estabilidad del trabajo, de por vida, ahora la tónica es que una persona desempeñará diversas actividades, a lo largo de los años, y que posiblemente estará desempleado en algunas oportunidades. Esto lleva al individualismo, al menos por el momento, ya que cada trabajador debe estar constantemente en proceso de cambio, ya sea pasando a otro empleo, capacitándose o preocupado por dejar de ser cesante. La situación reseñada favorece la atomización de los movimientos sociales. La segunda consecuencia, entonces, es la crisis de las organizaciones sindicales y también de las políticas. Mientras, por otra parte y tal como hemos visto, las condiciones negociadoras del gran capital aúmentan.

Estamos en una situación parecida a la de fines del siglo XVIII y primera mitad del XIX cuando confluyeron la Revolución Industrial, en el campo de la producción, y los principios políticos de la Ilustración y de la Revolución Francesa. Ambas situaciones, la política y la económica, llevaron al fin de las monarquías absolutas, al término de la hegemonía de la aristocracia, a la emergencia de la burguesía capitalista, de los centros urbanos y del trabajo en las fábricas. El colapso de la antigua economía generó el proletariado y el reemplazo paulatino de las mayorías campesinas por las obreras. Hasta 1989, año de la caída del Muro de Berlín, el debate político y económico estuvo dominado por las ideologías provenientes de estos hechos históricos, el liberalismo, el socialismo, el social cristianismo, el fascismo y el comunismo, por la opción entre sistemas democráticos o totalitarios, pero todos coincidiendo en que el desarrollo o el "progreso" implicaba el fin de monarquías, aristocracias y de un modelo de vida sustentado en la subsistencia, en la mera explotación de los recursos naturales para comer, obtener abrigo o techo. El "progreso" implicaba la hegemonía de las ciudades, de la industria y del maquinismo.

Todo indica que ahora nos encontramos en otra vuelta de la Historia, en una nueva era provocada por las grandes innovaciones tecnológicas que han hecho del planeta una "Aldea Global". De ahí que las concepciones políticas y económicas que daban claridad al debate en el siglo XX hoy aparezcan súbitamente obsoletas. La caída del Muro de Berlín fue algo más que la constatación del derrumbe del modelo comunista. Todo está apuntando a que fue el momento que selló el paso de una época histórica a otra. Y todavía no han surgido los pensadores, los Adam Smith, Lenin, Tocqueville o Marx que contribuyan a poner orden en el caos intelectual. Todavía estamos en la etapa del derrumbe, ahogados por el polvo y escapando de las piedras que caen y no sabemos como lucirá el paisaje cuando el cataclismo finalmente se calme. La avalancha aún nos nubla la vista.

En el plano político sí está claro que el modelo de partido mesiánico, el comunismo a la Lenin, que presumía de una verdad "científica" para interpretar los hechos sociales, ya no tiene vigencia. Hay una crisis en todos los partidos ideológicos que, en el fondo, correspondían a los debates surgidos en la Ilustración y en la Revolución Francesa, cuando el capitalismo estaba dando sus primeros pasos. De ahí la crisis de los partidos ideológicos, se han quedado sin mensajes y sin ellos no hay seguidores. La política aparece desprovista de ideales y se muestra en su fase menos atrayente, como la simple pugna por el poder entre hombres ambiciosos.

Hay, entonces, un enorme desafío intelectual por delante. Cómo crear sistemas políticos estables en sociedades sometidas a súbitos virajes, como suavizar las desigualdades sociales cuando coexiste una mano de obra atomizada y la gigantesca organización de las transnacionales, como construir un Orden Mundial cuando el poder cambia aceleradamente, cuando el Primer Mundo entra en decadencia y ha sido esta comunidad humana, con todos sus defectos, la que ha generado el Derecho Internacional, la economía global y los conceptos políticos que dan racionalidad a la vida de relación en el planeta.

Al terminar estas líneas algo aparece claro y es que, paradójicamente, todo está confuso. La confusión radica en el intento de aplicar soluciones probadas y, por ende, viejas a problemas nuevos. Tenemos que aprender a pensar en forma distinta. Ya no hay exactitud ni siquiera en las Ciencias Naturales. Estamos entrando en una época en la cual las certezas han desaparecido, apenas hay aproximaciones a las soluciones y volvemos a pensar como Sócrates, mientras más sabemos sólo conocemos lo que nos falta por saber.