Revista de Relaciones Internacionales Nro. 15 Status histórico del Tibet chino

 

Lecturas

Status histórico del Tibet chino.
Título original: The Historical Status of China´s Tibet.
 

Wang Jiawei & Nyima Gyaincain.

China Intercontinental Press. Beijing. 1997.

 

En Occidente hemos tenido múltiples ocasiones de interiorizarnos en la cuestión de Tíbet y su relación con el gobierno de la República Popular de China. Este libro nos permite conocer los argumentos oficiales referidos a tan espinosa cuestión.

China es un país con 56 nacionalidades. Todas ellas tienen una relación muy próxima con la etnia Han, -95% de la población total- y con otras etnias del oeste y noroeste de la República. A principios del siglo VII el rey de la región Qinghai-Tíbet unificó las tribus de la meseta en el Reino Tubo, que mantuvo un frecuente contacto con el gobierno central de la dinastía Tang. Casamientos entre ambas casas reinantes acercaron gradualmente a tibetanos y miembros de la etnia han. En el siglo IX el reino Tubo colapsó y los dirigentes de los Estados en que se fragmentó se aliaron con la dinastía Song, que sucedió a la Tang hasta 1279 en el gobierno del Imperio Chino. Durante la dinastía mongol Yuan (1271-1368), Tíbet fue oficialmente incorporado en nación china. El fundador de la dinastía Yuan, Kublai Khan, estableció leyes que permitieron la formación de una entidad política que alcanzó gran prosperidad económica y cultural. La dinastía Ming (1368-1644), a los fines de asegurar la concordia introdujo el cargo de Príncipe Dharma o Príncipe a ocho gobernantes y líderes religiosos en áreas tibetanas. Después del siglo XVII, los manchúes unificaron China y fundaron la dinastía Qing (1644-1911), y garantizaron el título de "Dalai Lama" al Dalai y el título honorario de "Panchen Erdeni" al Panchen, confirmaron a gobernantes locales y despacharon Altos Comisionados hacia el Tíbet, a la vez que establecieron leyes y regulaciones relativas al sistema de gobierno. Al final del siglo XIX ocurrió la ocupación británica de la costa de China y del Tíbet. Las relaciones entre Tíbet y el gobierno central se deterioraron, pero no hubo cambio en las relaciones entre las etnias han, manchú, mongol, hui, tibetana y otras nacionalidades, que formaron ejércitos -soldados y civiles de esas etnias en forma conjunta- para luchar contra la invasión europea, escribiendo una página heroica en la defensa de la madre patria. Durante el final de la dinastía Qing y el comienzo de la República de China, los británicos no dejaron piedra sin remover en su intento de ganar elementos pro-británicos en la alta clase tibetana y organizaron la Conferencia de Simla tratando de apartar el Tíbet del resto de la República. Este momento marca el nacimiento del mito de la "independencia tibetana". Las fuerzas patrióticas del Tíbet y la oposición china lo impidieron: Tíbet mantuvo lazos con el gobierno central de China, que a su vez mantuvo soberanía sobre Tíbet, tal como lo hacía desde la dinastía Yuan.

Al tiempo de la creación de la República Popular de China (1949) el imperialismo exterior y fuerzas expansionistas incitaron al Tíbet a separarse hacia una "independencia tibetana". Las fuerzas de Mao Zedong enviaron el Ejército de Liberación de China Popular, que siguiendo las instrucciones lograron una pacífica liberación en 1951. Las fuerzas extranjeras que durante medio siglo se esforzaron en dominar el territorio, fueron expulsadas. El nuevo gobierno continuó su política para asuntos de las minorías, y varios grupos étnicos tibetanos lograron, por primera vez en la Historia, disfrutar de tratamiento social, económico y político igualitario. Tíbet se transformó en región autónoma establecida por la República Popular de China en 1965. Si bien experimentó la caótica "revolución cultural" (1966-19769 y se cometieron errores, el progreso obtenido superó dichos errores. Hubo un desarrollo sin precedentes de las fuerzas productivas y mejora en los standards de vida.

Estos mil años de Historia escrita entre los tibetanos y varias otras nacionalidades en la gran familia china son un hecho inalterable. Los tibetanos son parte de la realidad histórica de China, y la Historia lo demuestra a través de los más de 700 años de la dinastía Yuan.

Los autores señalan que el ilegal "gobierno en el exilio" del 14° Dalai Lama es un factor de desestabilización para todo el continente asiático.

Isabel Cecilia Stanganelli

Coordinadora del Departamento de Europa y CEI del IRI, UNLP.

 

El mundo según Peter Drucker.

Título original: The World according to Peter Drucker.

Jack Beatty.

Simon & Schuster Inc. Nueva York, 1998.

 

La influencia de Peter Drucker es mundial: sus veintinueve libros con más de cinco millones de ejemplares vendidos, fueron traducidos a casi todos los idiomas. Sus puntos de vista sobre management, organización industrial, desarrollo de liderazgo y motivación de los empleados y subordinados, fueron empleados no solo por compañías sino por Estados -Drucker es considerado el padre del milagro económico japonés de la posguerra- y ha ganado reputación como analista para evaluar tendencias sociales y económicas. Sus ideas y definiciones están en la base de las ideas contemporáneas de management; que incluyen "privatización", "trabajador capacitado", "postmodernismo" y "discontinuidad" como base para interpretar esta era de cambios vertiginosos. Durante más de cincuenta años fue asesor de corporaciones, museos, fundaciones de beneficencia, iglesias, hospitales, universidades, gobiernos y hasta equipos de baseball.

En este libro, Jack Beatty nos aproxima a esta personalidad considerada por The Economist como "el mayor teórico del pensamiento empresarial". Y la paradoja es que este promotor de la sociedad corporativa ha sido también un crítico de los excesos capitalistas.

El hombre que "cambió el modelo industrial americano" nació en Austria y su infancia transcurrió durante la Primera Guerra Mundial. Su generación consideraba que la guerra era una condición permanente del mundo y no imaginaba que pudiera finalizar. Definida como una guerra de total incompetencia militar, recibió de su maestro la respuesta de que se debió a que pocos militares habían muerto: ellos estaban detrás de los soldados. El pensamiento gerencial de la época era similar. Si la guerra produjo angustia, la postguerra produjo hambre: "fui salvado -como varios millones de escolares en Europa Continental- por Herbert Hoover, y su provisión de alimentos para escolares, lo que me reveló que la condición del éxito estaba en la organización y el management". Y aplicó esa idea a una de las mayores compañías del mundo: General Motors.

Su especialización es más intelectual que académica: Peter Drucker recomienda la intelectualidad omnívora como una forma de auto-renovación.

Una de sus ideas directrices es focalizar el esfuerzo en lo que la gente puede hacer y no en lo que no puede. Además, aprender de los éxitos y no de los fracasos. Si bien el éxito de Daimler o de Ford residieron en su preparación universitaria, señala que J. P. Morgan fue un fracaso en el colegio: para ser exitoso en los negocios no hace falta ir a Harvard, la meritocracia de los mandarines preocupa a Drucker. El mismo abandonó Viena para tomar un trabajo de aprendiz en Hamburgo y luego se inscribió en la Facultad de Derecho de esa ciudad alemana. Inició sus publicaciones con un análisis del mercado de Nueva York, prediciendo que el éxito era seguro. Pocas semanas después, en octubre, ocurrió la Gran Depresión mundial: "afortunadamente no quedaron copias del periódico", señala. Ahí aprendió la lección de no confiar en el impenetrable capricho de los mercados. Al no poder ejercer como abogado por ser extranjero, derivó sus estudios a las relaciones internacionales y a la legislación internacional. Comenzó ensayos incompatibles con la situación totalitaria del momento en Alemania: biografías de Humboldt, von Radowitz -padre de los partidos políticos católicos europeos- y Stahl -filósofo judío-. Solo concluyó esta última y luego de ella debió trasladarse a Londres, en cuarenta y ocho horas, por razones obvias. Pronto se dirigió a EE.UU. con un contrato de trabajo como economista por cuatro años. Su interés en el comportamiento de la gente lo llevó a interiorizarse en la cuestión del management, pero no solamente desde la abstracción de la política teórica, sino a través del estudio de las organizaciones, comenzando con las corporaciones. De ahí a su libro "Drucker en Asia", publicado en 1997 para Japón y ya traducido al coreano, portugués, alemán, francés, español y tailandés, hubo una larga distancia y un largo aprendizaje revelado en casi treinta libros.

En su obra "El futuro del Hombre Industrial", publicado en 1942, delinea principios que no hay variado mayormente y que se encuentran ampliamente explicados en la obra "El mundo según Peter Drucker" y mantienen sorprendentemente su vigencia:

· Ningún poder social puede sostenerse si no es legítimo.

· Si el poder en la corporación no está organizado sobre principios legítimos aceptados.....será usurpado por el gobierno central.

· Si los miembros del sistema industrial no adquieren el status social y las funciones de las que hoy carecen, nuestra sociedad se desintegrará.

· Tenemos solo una alternativa: o construir una sociedad industrial que funcione o ver a la libertad misma desaparecer bajo la anarquía y la tiranía.

Es evidente en Drucker la convicción humanista de que la economía debe servir a la comunidad y a la sociedad: la gente primero, y su bienestar como segunda prioridad, muy próxima a la primera. Sostiene que una sociedad que respete a la dignidad humana es posible. El desafío es armonizar estos ideales humanísticos y las realidades corporativas.

Isabel Cecilia Stanganelli

Coordinadora del Departamento de Europa y CEI del IRI, UNLP.

 

Géopolitique du Chaos

Ignacio Ramonet

París, Galileé, 1997

 

Ignacio Ramonet desde las páginas de Le Monde Diplomatique lucha contra los vientos neoconservadores tratando de dar una interpretación progresista del mundo. Este libro es un punto más en esa lucha, es un análisis que nos muestra las complejidades del mundo frente al pensamiento único que planteó al terminar la Guerra Fría, el fin de los conflictos por la preponderancia de la democracia y el mercado. Dos términos que si bien pueden desarrollarse históricamente juntos, no siempre tienen una relación armónica, sino todo lo contrario. La primacía de este pensamiento tiene en su acción la pretensión de erigirse como la "única política económica desde ahora posible y que sólo los criterios del mercado y el neoliberalismo permiten a una sociedad sobrevivir en un planeta convertido en una jungla competitiva." (155)

Este mensaje se expandió por el mundo tras la desintegración de la Unión Soviética mostrándose como un anuncio y como la evidencia de un nuevo tiempo poshistórico; aunque a poco de andar, mostró sus falencias. El mercado, lejos de potenciar la democracia, la desestabiliza, como lo veremos más adelante. La fórmula neoliberal fue rechazada por la prédica de hombres como Ramonet cuyo pensamiento nos ayudan a pensar de otro modo.

Los cambios en el poder mundial, que en un primer momento fueron vistos como un triunfo de los ideólogos de mercado más democracia, hoy lentamente van perdiendo el optimismo inicial:

En las vísperas de entrar al tercer milenio cada uno puede constatar que la incertidumbre se convirtió en la única certeza... Ocho años después de la caída del muro de Berlín, y siete años después de la guerra del Golfo y de la desaparición de la Unión Soviética, el optimismo terminó. (15)

El fin del optimismo neoliberal abrió las puertas de la geopolítica del caos ya que en el escenario actual "todo está espantosamente complicado." La pérdida del optimismo tiene que ver por un lado, con el esquema internacional que no siguió la ilusión planteada por los neoliberales del fin del conflicto; y por el otro con las mutaciones operadas en el poder mismo ya que "estamos pasando de formas de poder autoritarias, jerárquicas, verticales, a formas negociadas, reticulares, horizontales, más civilizadas pero más complejas." (9)

La transformación demuestra lo obsoleto de las anteriores formas de analizar la realidad que tuvo una ventaja: la de liberar "al pensamiento de las sujeciones ideológicas y de las fidelidades impuestas; nos dirigimos a comprender mejor al mundo real, fuera de los dogmas, de doctrinas y esquemas intelectuales escolásticos." (17)

Pero la pérdida de estos esquemas nos deja ante la incertidumbre, que en estos tiempos:

... queda como la palabra maestra del momento, y toda la investigación de principios fundadores, sus líneas directrices, permiten cartografiar la mutación actual y comprender mejor el sentido de la evolución de la política internacional en este fin de siglo. Pues todo está junto: la política, la economía, la sociedad, la cultura y la ecología. (155)

La pregunta implícita que recorre el texto es: ¿qué es lo que ha cambiado desde el pomposo lanzamiento del Nuevo Orden Internacional a esta instancia, que el autor no duda en definir como de caos? Analiza varios aspectos como por ejemplo, la geopolítica. Sobre su interpretación dice que "el mundo presenta el aspecto de un gran caos: por un lado, la multiplicación de uniones económicas regionales; por otro, renacimientos de nacionalismos, asedios de integrismos, Estados divididos, minorías reclamando su independencia." (9-10)

A estos problemas más relacionados con las temáticas tradicionales se le suman "las grandes migraciones debido a la pobreza [que] son percibidas como una amenaza fronteriza por los Estados ricos del Norte." Es la emergencia de una nueva estructura de producción que:

... fabrica más y más marginación, sobretodo, entre jóvenes, mujeres e inmigrantes. Los extranjeros son estigmatizados, y los dirigentes de extrema derecha fomentan insidiosamente los sentimientos xenófobos de la población enfrentada a la miseria y el desempleo. Estos problemas ponen fin a las sociedades liberales. (9-10)

El aprovechamiento político por la extrema derecha le abre los caminos a un fuerte cuestionamiento de los principios ilustrados de tolerancia y respeto. Esta situación no es nueva, ya que esto es algo que desde muchos sectores intelectuales progresistas se venía denunciando.

Siguiendo la lógica de la geopolítica, el autor observa que el "enemigo" que en la Guerra Fría estaba perfectamente definido, no importando desde qué bando se denunciaba, actúa hoy:

... como un monstruo de mil caras que puede tomar a veces la apariencia de la bomba demográfica, de la droga, de la mafia, de la proliferación nuclear, del fanatismo étnico, del SIDA, del virus de Ébola, del crimen organizado, del integrismo islámico, del efecto invernadero, de la desertificación, de las grandes migraciones, etc. Todas amenazas sin fronteras y de amplitud planetaria que se propagan sobre el conjunto de la tierra y que no se lo puede combatir con las clásicas armas de guerra. (19-20)

La variedad y multiplicidad de los problemas muestran la fragilidad de las fronteras, y a la ineficacia de los métodos de análisis se le suman la de las armas para enfrentarlos.

Dos aspectos nos parecen relevantes en esta descripción: primero, la transformación de espacio político; y en segundo lugar, la preponderancia de la economía sobre aquél. Pero hay que agregar un aspecto más, el mediático. En la actualidad "el poder político sólo es el tercer poder." Antes que él encontramos al poder económico, y luego el mediático, siendo tan relevantes que "cuando se posee estos dos juntos, el poder político no es más que una formalidad." (75)

Economía y medios se trenzan en la construcción de una nueva forma de poder. Una prueba de ello es cómo los "mercados financieros ejercen una influencia tan colosal que imponen su voluntad a los dirigentes políticos."(65)

El centro del poder mundial, según el autor, lo constituyen Europa Occidental, América del Norte y Japón, siendo éstos "una tríada de poder donde se concentran a la vez el más grande desahogo financiero, los principales conglomerados industriales y lo esencial de la innovación tecnológica. Esta tríada domina el mundo como ningún imperio lo hizo antes." (21)

Como vemos, los factores económicos son los determinantes, motivo por el cual los parámetros para medir a las nuevas potencias son distintos a los anteriores, ya que:

... en el mundo contemporáneo, la preponderancia de un imperio no se mide más por el dominio geográfico. Además de los formidables atributos militares, ella resulta esencialmente en la supremacía por el control de los recursos económicos, los flujos financieros, las innovaciones tecnológicas, los intercambios comerciales, las extensiones y las proyecciones (materiales e inmateriales) en todos los órdenes. (45)

De los países de la tríada "nadie domina tanto la tierra, sus océanos y su espacio cercano como los Estados Unidos." Esta dominación también se sustenta en una "economía brillante" y por eso "Norteamérica retoma sus pretensiones de querer regentear la política internacional." (45) Una prueba de ello es que:

Ninguna potencia, en el momento actual, puede rivalizar con Norteamérica, u oponerse a sus ofensivas económicas. ¿Es esta una razón para imponer al mundo su ley? (48)

Más allá de las razones morales del argumento: su poder ¿es igual que las potencias de otrora? Seguramente no, poniendo de manifiesto la pregunta ¿es también la debilidad de los europeos? Estos se mantienen impotentes ante los problemas de su propio continente; una muestra de ello es "la tragedia yugoslava [que] ha permitido medir su pequeñez política pero también sus paralizantes contradicciones."(100-1)

Nuestro mundo, lejos del espejismo neoliberal y posthistórico, "se volvió más complejo y más peligroso." Incluso los cambios positivos como la extensión de la democracia en Europa del Este, en la ex Unión Soviética, en América Latina, en el sudeste asiático y en Africa subsahariana, son un factor estabilizante en el mundo. Pero por la aplicación de recetas orquestadas desde las usinas del pensamiento único pueden desestabilizar estos procesos políticos. La democratización ha dejado al margen una importante área del mundo, fuente de conflicto con algún grado de autonomía en la Guerra Fría, como el mundo árabe, siendo este un dato preocupante.

Repasados los aspectos políticos en las relaciones internacionales el autor analiza los acaecidos en la economía, donde señala que la integración mundial "nunca tuvo tan alto grado" y que los recientes acuerdos de la Organización Mundial de Comercio la estimulan por "intensificar el libre cambio." (21)

Pero esta integración:

... no es sólamente mercado y globalización, es también una larga ponderación, una productividad que, en razón de las innovaciones tecnológicas, no deja de crecer. El crecimiento económico produce desde ahora desempleo: no basta crear bienes para crear empleos. (124)

La falta de empleo da lugar a la exclusión, genera en los ciudadanos "rencores antimodernistas" y pone en evidencia que "la actual racionalidad económica desprecia al hombre y favorece el ascenso de un irracionalismo social." (84)

Y esta actitud lleva, lejos de tener una respuesta racional para combatir el problema de lugar, a un oscurantismo que "seduce más y más a ciertos desanimados espíritus por la complejidad de las nuevas realidades tecnológicas; chocan con el irracional horror económico." Los hace caer en una sinrazón que:

... se nutre de ignorancia y credulidad, de mitos y pasiones, de fe y espanto. Estos son los nutrientes de toda religión, de toda superstición. Y como el traumatismo económico que sufren actualmente las sociedades europeas que arriesgan transformar ese nutriente en elixir para una nueva barbarie. (93)

No es extraño que el autor haga un paralelismo con la Alemania previa al surgimiento del nazismo donde la exclusión, el oscurantismo y la búsqueda de soluciones mágicas permitieron el ascenso de Hitler al poder.

Pero el problema de la nueva organización de la economía que provoca la exclusión social genera opciones irracionales; en vez de solucionar potencian el problema. Esta forma de organización tiene efectos tanto en el Norte como en el Sur, aunque "es todavía peor en el Sur, en razón del número ya excesivo de los sin empleos." (124)

Las respuestas dadas desde el Sur tampoco son alentadoras, ya que:

La adopción deslumbrante de recetas liberales por ciertos países del Sur conduce a una modernización que no se propone reducir las abismales desigualdades existentes y no considera - al menos en un primer momento -, la integración de la población desheredada en el circuito de la riqueza. Como por otro lado, el Estado dejó de garantizar el derecho a la educación, a la vivienda y a la salud, las revueltas se multiplican. (124)

Las consecuencias de estas políticas económicas repercuten y dejan sin sustento social al cuerpo político, ya que:

La voz de los pobres se hará más y más extendida en un mundo donde, los garantes [del nuevo modelo] serán quinientos millones y los dejados a su suerte más de cinco mil millones. (124)

La falta de sustento social atenta contra las bases mismas de la democracia, tal como hoy la conocemos. Pero el cambio más trascendente es que:

... la realidad del nuevo poder mundial escapa largamente a los Estados. La globalización y las desregulaciones de la economía favorecen la emergencia de poderes nuevos que, con la ayuda de las tecnologías modernas, desbordan y transgreden permanentemente las estructuras estáticas. (62)

Los estados se muestran vulnerables ante una economía que tiene un aspecto virtual, fantasmal - sólo es especulación y no responde a los factores clásicos de la economía -, que no se detiene ni en el tiempo, que funciona todo el día y su frontera es el mundo.

Los cambios operados en la política y la economía dan lugar a una nueva cultura, una nueva manera de pensar que se sustenta en dos paradigmas: el de la comunicación y el mercado. El primero de ellos "tiene la tendencia a reemplazar, poco a poco, la función de uno de los mayores paradigmas de los dos últimos siglos: el progreso." (67) El segundo cambia "la máquina del reloj, la organización cuyos mecanismos y funcionamiento aseguraban la evolución del sistema." (68)

Estos paradigmas:

... constituyen los pilares sobre los cuales reposa el sistema del mundo contemporáneo en el seno del cual se desarrollan con fuerte intensidad sólo las actividades que poseen cuatro atributos principales: planetario, permanente, inmediato e inmaterial. (69)

No es casual que estos paradigmas se asocien, ya que por un lado las características del mercado mundial - que no se sustenta ni en la producción, ni en la riqueza de los países - fluye por las cadenas de información; y una noticia, o incluso una hipótesis sobre lo que puede pasar genera un cataclismo económico. Pero por otro lado, estos pilares y sus atributos dan lugar a lo que el autor denomina la "Era Internet" que por un lado "ha hecho renacer el sueño utópico de una comunidad humana armoniosa, planetaria donde cada uno se apoya sobre los otros para perfeccionar sus conocimientos y agudizar su inteligencia."(149)

Pero en realidad:

El desarrollo de Internet crea una nueva desigualdad entre los inforicos y los infopobres. No sólamente en el Norte, en los países desarrollados, donde sólo una minoría dispone de ordenadores personales, sino sobretodo en el Sur, donde la falta de equipamiento mínino marginaliza a millones de personas... (150-1)

Los paradigmas tienen la virtud, o el defecto, de dar una ilusión pero construir una realidad absolutamente distinta a la planteada, cosa que pone en riesgo la legitimidad política y alienta las soluciones autoritarias.

El texto nos muestra la complejidad de las transformaciones políticas, económicas y culturales de nuestro mundo actual. No es una visión optimista, nos pone ante la incertidumbre que genera la exclusión del modelo económico y que impone riesgos para la democracia, y también ante la necesidad de interpretar las nuevas formas del poder. Pero sobre todo, la Géopolitique du chaos nos enseña que el conflicto continúa, aunque sea simulado por el poder mediático y que el mundo lejos de responder al fin de la historia se acerca al retorno de ella.

Prof. Alejandro Simonoff

Master en Relaciones Internacionales (UNLP)

Coordinador del CERPI - IRI

 

Proyecto testimonio

Revelaciones de los archivos argentinos sobre la política oficial en la era nazi-fascista

DAIA - Centro de Estudios Sociales

Buenos Aires, Planeta, 1998

 

La aparición de esta publicación es sin lugar a dudas trascendente porque ayuda a comprender mejor las relaciones entre los gobiernos argentinos y los nazis, pero sobre todo por su aporte documental que nos apoya para poder repensar ese problema de la política exterior argentina.

En nuestro país este fenómeno ha sido discutido desde diversas ópticas. Desde el momento mismo de la Segunda Guerra Mundial este suceso dividió a los argentinos; primero como una cuestión política, luego como una cuestión ideológica. Pero recién en los ochenta el mundo académico ingresó en el debate con la polémica entre Rapoport y Escudé en la revista Desarrollo Económico respecto al comentario bibliográfico del libro de este último: Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina. 1942-1949(Buenos Aires, Belgrano, 1983). Este es el primer intento por debatir lejos del fragor político coyuntural hacia un análisis más riguroso.

Recientemente autores extranjeros como Ronald Newton (El cuarto lado del triángulo, Sudamericana, 1995) y Jean Ziegler (El oro Nazi, Planeta, 1997) aportan aspectos relativos a la relación económica entre la Alemania nazi y la Argentina en los treinta, y durante la guerra.

Pero con la aparición de Proyecto Testimonio se incorpora un importante aporte documental; se nos sigue proveyendo de elementos, y se allanó el camino hacia una comprensión más cabal de la encrucijada en la que se encontraba la Argentina, cómo reaccionaron sus hombres políticos ante ellos, como así también cómo operaba la extensa de red de encubrimientos de los "refugiados nazis" que nuestro país recibió hacia fines de los cuarenta.

La obra está dividida en dos tomos: en el primero de ellos, compilado por Beatriz Gurevich, se tratan los informes diplomáticos sobre las políticas antijudías en Europa entre 1933 y 1945 y la política migratoria argentina del período, y el segundo, compilado por Paul Warszwsky, trata los documentos referidos a las extradiciones de estos "refugiados" en la Argentina, luego de la Segunda Guerra Mundial.

Este trabajo fue posible gracias a la sanción de un decreto presidencial que levanta el secreto que pesaba sobre los archivos públicos "vinculados con la presencia, actividad y movimiento de los nazis en la Argentina."(I, 13). Esta actitud es valiente, ya que nos abre las puertas a un pasado no tan inmediato y que debe ser esclarecido.

Como señala Rubén Beraja en el prólogo el Proyecto Testimonio es "un proyecto de investigación histórica sobre un tema que está siendo objeto de debate" (I, 10). La documentación apunta a tratar un aspecto poco tratado con anterioridad, los problemas del tratamiento a la inmigración, sobre todo a la judía durante este período.

En él se trata la difícil relación entre el mito de la argentina abierta a la inmigración y los mecanismos de selección que existían tanto antes de 1930 como después, cuando se observan cambios "sustantivos" que restringe el proceso de manera más visible (I, 42).

Según los documentos existía un "criterio de selección ideológica" que prevalecía "sobre la afinidad étnica" aunque esta valoración se pierde cuando, sobre todo sectores nacionalistas vinculan el bolchevismo con el judaísmo, diluyendo las diferencias entre ambos conceptos. Se crearon organismos burocráticos para trabar el ingreso de extranjeros y se observa que a medida que la persecución racial europea se intensificó, los distintos miembros de los servicios diplomáticos argentinos señalan con interés el fenómeno y sugieren los cambios de acuerdo a lo que ocurría en Europa. Un dato revelador de cómo se adaptaban estas políticas era la aparición de un número creciente de "indeseables".

Las actitudes descriptas con respecto a la inmigración pueden complementarse con otros trabajos que tratan la política de neutralidad para poder avanzar hacia una idea más certera de lo que ocurrió entonces. Estas actitudes junto a la conducta especulativa de la Argentina en la guerra tuvieron innegables consecuencias en las relaciones argentino-norteamericanas, llegando a una etapa de mayor aislamiento internacional de la Argentina.

Una vez terminada la conflagración, uno de los temas analizados en los documentos compilados son los relativos a cómo la Argentina se convirtió en uno de los puntos terminales de la ruta de las ratas. Esta ruta, por donde los nazis huían de Europa hacia un sin número de países, tenía a nuestro país como uno de los lugares de destino.

La guerra fría intensificó en la Argentina "el ingreso de personas identificadas con los regímenes derrotados en Europa" (I, 55) de igual manera que en otros países como Estados Unidos por ejemplo, produciéndose una discriminación ideológica contra los emigrados socialistas y comunistas.

Pero hacia 1949, como manifiesta Gurevich, el gobierno de Perón, como nunca antes ningún gobierno constitucional "había convertido en Política de Estado la selección étnico-religiosa del inmigrante. Empero, estas restricciones a la inmigración de judíos, no afectan la vida de la judeidad radicada en el país." (I, 64) Si bien los autores llegan a esta conclusión, la misma es un tanto contradictoria, debe ser más explorada, porque: ¿hasta qué punto las restricciones étnicas no afectan a los miembros de esta comunidad?

En el segundo tomo tratan documentos sobre "la presencia en territorio argentino de diversos responsables de crímenes de guerra y/o contra la humanidad." (II, 13). Los casos documentados son los de Charles L´Escat, Pierre Daye, Ante Pavelic, Erich Schroeder, Jan Durconsky, Vosjtech Hora, Jan Pekar, Joseph Mengele, Walter Kutchman, Josef Schwammberger, Abraham Kipp y Erich Priebke. Allí están presentes los requerimientos y actuaciones judiciales, diplomáticas y policiales, las solicitudes de extradición, etc.

Un dato interesante es que la mayoría de los nazis que fueron detectados en la Argentina, lo fueron bajo gobiernos civiles. Esta información puede ayudar a explorar mejor las "vinculaciones" de los distintos gobiernos argentinos con los nazis. Pero también de la documentación se desprende que existe cierta dilación para entregar estos criminales bajo la argumentación judicial de que fueron "juzgados en ausencia" y que ésto constituía una "violación de la garantía de defensa en juicio" (II, 49)

Esta tendencia se revierte "cuando por inevitables circunstancias biológicas" (II, 51) lo que queda por determinar es si esta tendencia es por un compromiso más fuerte con los requerimientos del exterior, o por los recientes sucesos contra la comunidad judía en el país, o si es producto de una forma de maquillar la posición argentina en esos tiempos.

De la respuesta a estas cuestiones será como los argentinos develaremos ese pasado, e incluso otro más reciente, relativo a la relación entre los derechos humanos y la sociedad argentina, todo un tema.

Profesor Alejandro Simonoff

Master en Relaciones Internacionales (UNLP)

Coordinador del CERPI - IRI

 

«Diplomacia para el próximo siglo»

ABBA EBAN
Yale University Press, 1998.

 

Abba Eban, un hombre de talento inusual, que en su momento fuera Embajador de Israel ante las Naciones Unidas y los Estados Unidos y -varias veces- canciller de su país, acaba de publicar un nuevo libro: «Diplomacia para el próximo siglo» (Yale University Press). Interesantísimo.

Estamos frente a una obra no sólo muy entretenida, sino absolutamente indispensable para quienes conforman el peculiar universo de la diplomacia. De lectura cautivante, el libro de Eban está lleno de anécdotas sabrosas y reflexiones profundas, derivadas de la experiencia sin par de su autor.

En el primer capítulo, el autor se dedica a rememorar la llamada «Guerra Fría». Según Eban, sólo la tenacidad americana, con su activismo, liderazgo y responsabilidad, evitó que el mundo cayera en el comunismo y pudiera preservar sus libertades fundamentales. Sorpresivamente, define al Presidente Truman (a quien admira), como un «intelectual revolucionario». Con mucha prudencia, sostiene que -pese al colapso soviético- no ha aparecido aún un «nuevo orden mundial», ni terminado -siquiera- la era nuclear. Los hechos, por cierto, le están dando la razón. Sorprende, sin embargo, que sostenga que la caída del universo comunista no había sido prevista en doctrina. Como Henry Kissinger, se «olvida» de Zbigniew Brzezinski.

En el segundo capítulo, Eban comienza a referirse -concretamente- a la actividad de los diplomáticos y a sus dilemas éticos. Particularmente a los aparecidos como consecuencia de los dos holocaustos que fueran provocados en la Segunda Guerra Mundial. El horriblemente atroz que sufriera el pueblo judío y el nuclear, que asolara a Japón. Desde entonces, la guerra y la paz dejaron de ser asuntos militares, para transformarse en asunto de todos. En un escenario complejo, al que siempre confluyen dos fuerzas diferentes: la del poder y las de las conciencias. Y las tensiones consiguientes. La perspectiva del diplomático, acostumbrado a pensar a largo plazo, a edificar compromisos, y a trabajar lentamente, en procura de objetivos lejanos, ayuda siempre a manejarlo.

Enseguida analiza, en el tercer capítulo, las dificultades que genera la utilización de la analogía, cuando de analizar situaciones complejas en el ámbito internacional se trata. Las crisis que afectan a la paz y seguridad internacionales -por variadas- son, según Eban, parecidas a las huellas digitales. Esto es, signadas mucho más por las particularidades, que por las similitudes. En su exposición se refiere particularmente a lo acontecido en Suez, en época de Eden y en la frustrante guerra de Vietnam. Situaciones, ambas, donde la analogía despertó falsas expectativas y resultó mala consejera.

Más adelante, en el cuarto capítulo, Eban analiza -con una dosis de fuerte escepticismo- el futuro de los derechos humanos en el mundo. Con espíritu amplio, fustiga a los «fundamentalismos» de cualquier color. Incluyendo los de su propia tierra, lamentando que todavía haya quien «venere» la memoria del asesino Baruch Goldstein que masacrara -vilmente- a 29 musulmanes en una mezquita de Hebrón, cuando ellos estaban nada menos que en actitud de oración.

Para Eban son demasiados «quienes, en estos temas, prefieren o no quieren mirar», mientras sostiene que «sus consciencias están tranquilas». Eso es fácil, dice «todo suele permanecer limpio cuando se lo utiliza poco». Notable.

El quinto es un capítulo especialmente sabroso. Particularmente para los argentinos. Se refiere a las relaciones entre los medios y la diplomacia. Después de todo, es ya un lugar común sostener que la CNN se ha transformado en una suerte de sexto miembro permanente del Consejo de Seguridad. Más aún, es relativamente cierto.

En rigor, hoy es -siempre- necesario negociar con la contraparte y al mismo tiempo con la opinión pública propia. A menos que se prefiera la mentira, que algunos -entre nosotros, abrazan con particular aptitud.

Eban vivió en un medio realmente difícil. Aunque, presumiblemente, algo más sano que el nuestro, el vernáculo. Por ello, no se refiere a una patología muy especial: la utilización de los medios para promoción propia, con dineros de los demás. Ni a las relaciones incestuosas que pueden existir entre el poder y algunos periodistas, unidos a los funcionarios por parentescos que generan primicias o por «relaciones íntimas», de la más variada naturaleza. Nunca vio -seguramente- «bordar» la «información» como se hace entre nosotros, sacrificando la verdad. Sin empacho alguno.

En el sexto capítulo, Eban discurre acerca de la naturaleza de la conversación diplomática contemporánea, en la que -de pronto- las reuniones «cumbre» han adquirido carta de ciudadanía, alterando la mecánica de las «conversaciones» tradicionales. A punto tal que -con frecuencia, recuerda Eban- ellas han realmente desplazado del escenario a los diplomáticos «de carrera» quienes -más y más- declinan ostensiblemente en importancia y trascendencia, siendo reemplazados por los políticos, quedando con frecuencia reducidos a papeles secundarios. La revolución del transporte y de las comunicaciones profundiza ese fenómeno: el de suprimir -por sobreabundantes- muchos niveles intermedios de mediación. Lo cierto es que los 60.000 diplomáticos «de carrera» que hoy trabajan distribuidos en todo el mundo -dice Eban- cada vez tienen menos influencia y prestigio. Parecería ser efectivamente así.

Traigo aquí a colación una reflexión del autor que muchos debieran hacerse. Aquella que se refiere a quienes «sacrifican la verdad en aras de mantener su propia popularidad». Esto es, aquellos que no vacilan en mentir, exagerar o simular en beneficio propio, cuando -en el marco de la política exterior- representan a su país. Los que así proceden, se transforman en un peligro para su pueblo, sostiene -con toda razón- Eban. Importantísimo.

Recuerda también aquí algunos «vicios» profesionales. Los del «vividor». Para ello se refiere a la experiencia de John K. Galbraith, cuando, en la década del 60, fuera designado embajador de su país ante la India. «Había en la India -dice Galbraith- unos cincuenta embajadores... Ellos eran un ejemplo espectacular de los que los economistas denominan «empleo disfrazado». Los embajadores de Argentina y Brasil, no podían haber tenido más que un día de trabajo serio por mes». Sin comentarios.

No obstante, describe -con todo respeto- algunas de las características salientes que, en su criterio, deben reunir los diplomáticos. Para Eban, ellos deben ser: (i) empíricos, (ii) pragmáticos e (iii) intuitivos y -además- someterse a una permanente «inmersión» en la vida de la sociedad extranjera respecto de la que prestan servicios. Para poder así conocerla y comprenderla debidamente.

El libro continúa con dos capítulos dedicados a las crisis corrientes, el primero, y a las Naciones Unidas, el segundo. Eban es particularmente escéptico acerca del futuro de la ONU, atento a que -sostiene- su vocación de «andar conjunto» se contrapone, en los hechos, con la cuota de selectividad y discrecionalidad que las grandes potencias procuran siempre «reservar» para sí. Según él, la ONU tiene algunos problemas graves que aún no ha resuelto. Como su tendencia a no poder librarse de una «retórica intoxicante» que frustra sus posibilidades de ser un mecanismo más o menos eficiente. O su «costumbre» de perpetuar instituciones y temas «difuntos». Tiene bastante razón. Lamentablemente.

Concluye, entonces, que hay poca esperanza de poder revivir la ONU, mientras los Estados Unidos mantengan su actual «desinterés» por los mecanismos de seguridad colectiva, Más aún, mientras el Congreso de ese país -una tercera parte de cuyos miembros es esencialmente doméstica, a punto tal que hasta carece de pasaporte- no supere su actual «alineación» en contra de los organismos internacionales.

La obra culmina con algunas reflexiones valiosas sobre el difícil «proceso de paz» de medio Oriente, Aquel nacido de los Acuerdos de Oslo, que Netanyahu parece haberse dedicado a destruir, intencionalmente. Penoso, recordando a Rabin, el notable estadista que soñó con la paz.

Con un dejo de frustración, después de un vistazo general a la situación internacional, Eban concluye que «nunca el mundo estuvo tan unido en su destino y más fragmentado en su estructura». Es rigurosamente cierto.

Ese, precisamente, es el gran desafío de la actualidad. El de todos. Particularmente, el de los diplomáticos, a los que Abba Eban se refiere con prosa fácil y descansada. Pero también con una dosis inusual de inocencia y profundidad, mezcla que siempre resulta particularmente atractiva para el lector. En síntesis, un libro recomendable. Singular por su sinceridad. Intenso, por su contenido. Bienvenido sea.

 

Emilio J. Cárdenas

Embajador, ex Representante Permanente de la República Argentina ante la O.N.U.

 

La Argentina en el comercio mundial

Elvio Baldinelli

Ed. Atlántida, Bs. As., 1997

 

El autor, reconocido especialista en comercio exterior, y consultor de la CEPAL, sostiene en su obra que el comercio de la Argentina con respecto al resto del mundo experimentó profundos cambios desde la Organización Nacional hasta nuestros días. En particular analiza las etapas del desarrollo en la Argentina. Entre 1881 y 1930, la Argentina expande el comercio de commodities gracias a la fuerte presencia exportadora agropecuaria que mantuvo a un ritmo de crecimiento anual muy importante. Con el advenimiento de la Gran Depresión de 1929, Argentina sufre las consecuencias de la crisis y se aleja de los mercados mundiales.

Entre los años 30 hasta los 60, el comercio -para el autor- se desacelera con una fuerte baja y un relativo estancamiento, al punto de que el promedio de compras al exterior fue de solo sesenta dólares por persona. Compara las economías de Argentina y Canadá, países con ventajas comparativas similares y desarrollos económicos semejantes entre 1920 y 1930. Según los datos del Banco Mundial el PBI era de los más ricos sobre la Tierra, a la lista de países competidores de la Argentina se le podían sumar Australia y Nueva Zelanda. Pero, argumenta, en 1998 los indicadores sobre el desarrollo humano muestran que Canadá tuvo un proceso de crecimiento económico sostenido que lo posiciona, según el Índice de Desarrollo Humano -calidad de vida- en el puesto número uno. mientras que la Argentina figura en el puesto número treinta y seis. Estos datos señalan los procesos diferentes por los que atravesaron ambas economías.

Entre 1947 y 1950 la relación entre PBI y exportaciones e importaciones muestra que la economía Argentina era más abierta que la de Canadá. Pero a partir de ese año la relación se modifica: Argentina va cerrando su economía mientras que la de Canadá se va abriendo fuertemente a los flujos comerciales. El autor llega a la conclusión de que Canadá hoy es una economía muy abierta, industrializada y diversificada por diferentes razones. En primer término Canadá fue reduciendo gradualmente los aranceles a la importación, mientras que la Argentina adoptó la sustitución de las importaciones (1940/1990).

Analiza la etapa actual -globalización y apertura- en relación a la Argentina y sostiene que las exportaciones crecieron más rápido que el PBI, y que la economía Argentina actualmente se encuentra recorriendo el camino que la llevó a ser dinámica y agroexportadora, integrada en los acuerdos del GATT y la OMC, como así también en el bloque MERCOSUR.

La segunda parte del libro se dedica a explorar los instrumentos e instituciones que regularon los intercambios comerciales de la Argentina con el resto del mundo, principalmente con América Latina; en particular los acuerdos en el sector automotriz entre Argentina y Brasil, al igual que el MERCOSUR, bloque geográfico del cono sur, que merece ser tratado con mayor interés.

En este capítulo analiza los tratados, protocolos y acuerdos regionales celebrados por el MERCOSUR.

Asimismo el escenario actual y futuro del comercio del MERCOSUR en relación con otros bloques (Unión Europea, ASEAN, Pacto Andino, ALCA, etc.)

La parte tercera está destinada al relacionamiento comercial de la Argentina con el mundo en general, así como a un análisis pormenorizado de las Rondas del GATT y la inserción de Argentina en estos acuerdos comerciales. Del GATT a la «Ronda del Milenio», los temas claves de interés comercial para la Argentina a la hora de negociar y debatir en estos foros internacionales son aquí abordados, principalmente el comercio de granos, oleaginosas, pesca y manufactura de origen industrial.

Da sus recomendaciones de políticas a seguir, con presencia activa de la Argentina en los organismos internacionales.

La última parte se refiere al presente y futuro de las relaciones económicas internacionales de la Argentina en la era de la globalización y la mundialización de la economía. El rol de la Argentina en las relaciones con Estados Unidos y el ALCA en establecer una zona de libre comercio, las vinculaciones comerciales con la Unión Europea, como parte integrante de la OMC.

El autor se pregunta cuál será la manera de insertarse en la economía global. ¿Es posible depender del desarrollo espontáneo de nuevas exportaciones o será necesario acudir a políticas activas en el comercio a la manera de los países del Este de Asia?

 

Martin A. Morgante

Miembro del Departamento de Relaciones Económicas Internacionales del Instituto de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad Nacional de La Plata.

 

La paz simulada.Una historia de la Guerra Fría, 1941-1991

Francisco Veiga; Enrique Da Cal y Ángel Duarte

Madrid, Alianza Editorial, 1997.

 

Vista en perspectiva, la Guerra Fría aflora como un complejo período de casi medio siglo que cambió la fisonomía de buena parte del mundo.

Por tal motivo cabe considerarla como un conflicto global, más que cualquiera de las dos guerras mundiales del siglo y más que cualquier otro de la historia de la humanidad. No solamente porque las contiendas por poderes que se libraron enfrentaron a combatientes de las regiones más dispares, sino también porque indujo transformaciones económicas, tendencias culturales y avances científicos a lo largo y a lo ancho del planeta.

Veiga, Da Cal y Duarte persiguen (y alcanzan) el objetivo de dotar a tan vasto fenómeno de una periodización que lo abarque en forma completa.

Con este fin, la estructura del libro se organiza en cinco grandes bloques temáticos que se suceden cronológicamente desde 1941 a 1991.

Un primer apartado agrupa a los capítulos dedicados a las raíces ultimas del conflicto bipolar en el corazón de la Segunda Guerra Mundial. El segundo apartado relata y analiza cuáles fueron los orígenes de la Primera Guerra Fría y termina con sus inicios. Esta es abordada en el tercer apartado, hasta su desactivación con la crisis de los misiles en Cuba (1962) y la apertura de un período de distensión que alcanzo su momento más incierto en 1968. El cuarto apartado estudia los complejos años setenta: el surgimiento del fenómeno terrorista, la concreción diplomática de la distensión en la détente y los orígenes de la Segunda Guerra Fría. Esta, que va de 1980 hasta su abrupto final en 1991, es el sujeto del quinto apartado.

El apéndice constituye un extenso apartado final que analiza el papel de España en toda la extensión de la Guerra Fría.

Dentro de este esquema, poseen una especial importancia los capítulos y apartados dedicados a los aspectos culturales, que aportan nuevos y complementarios puntos de vista a la gran confrontación política, económica y militar. Dichas partes pueden leerse ya como un todo argumental, perfectamente integrado, ya como un refuerzo y resumen de los diversos bloques cronológicos.

Otro elemento esclarecedor son los mapas que incluye la obra, que muestran los focos de tensión y los procesos de rearme en las distintas fases del conflicto, dando así cuenta de su incomparable extensión e inusitada peligrosidad.

El libro está planteado como un ensayo, en el cual la interpretación tiene tanto peso como el relato de los acontecimientos.

Los autores optaron por prescindir de la inclusión de un amplio aparato crítico que, además de engrosar enormemente el volumen del libro, hubiera contribuido a despistar al lector siguiendo continuamente líneas de dispersión argumentales con respecto al relato principal.

El resultado es una obra seria, profunda y bien documentada, cuya lectura resulta amena e interesante aún para los que conocen poco del tema.

Es difícil evaluar si alcanza el otro de los objetivos enunciados por sus autores: desmontar la "mentalidad de la Guerra Fría", en referencia a aquellos esquemas de pensamiento propios de la bipolaridad que aún perduran entre nosotros e influyen en nuestras percepciones de la realidad mundial.

En todo caso, el intento es loable y el aporte que la obra hace en pos de esclarecer el período estudiado es una contribución sin duda valiosa a la concreción de tan ambiciosa meta.

 

Prof. Fabián Ygounet

Coordinador del Departamento de Historia de las Relaciones Internacionales. IRI.