Lecturas
Status histórico del Tibet chino.China
Intercontinental Press. Beijing. 1997.
En
Occidente hemos tenido múltiples ocasiones de interiorizarnos en la cuestión de
Tíbet y su relación con el gobierno de la República Popular de China. Este
libro nos permite conocer los argumentos oficiales referidos a tan espinosa
cuestión.
China es
un país con 56 nacionalidades. Todas ellas tienen una relación muy próxima
con la etnia Han, -95% de la población total- y con otras etnias del oeste
y noroeste de la República. A principios del siglo VII el rey de la región
Qinghai-Tíbet unificó las tribus de la meseta en el Reino Tubo, que mantuvo
un frecuente contacto con el gobierno central de la dinastía Tang. Casamientos
entre ambas casas reinantes acercaron gradualmente a tibetanos y miembros
de la etnia han. En el siglo IX el reino Tubo colapsó y los dirigentes de
los Estados en que se fragmentó se aliaron con la dinastía Song, que sucedió
a la Tang hasta 1279 en el gobierno del Imperio Chino. Durante la dinastía
mongol Yuan (1271-1368), Tíbet fue oficialmente incorporado en nación china.
El fundador de la dinastía Yuan, Kublai Khan, estableció leyes que permitieron
la formación de una entidad política que alcanzó gran prosperidad económica
y cultural. La dinastía Ming (1368-1644), a los fines de asegurar la concordia
introdujo el cargo de Príncipe Dharma o Príncipe a ocho gobernantes y líderes
religiosos en áreas tibetanas. Después del siglo XVII, los manchúes unificaron
China y fundaron la dinastía Qing (1644-1911), y garantizaron el título de
"Dalai Lama" al Dalai y el título honorario de "Panchen Erdeni"
al Panchen, confirmaron a gobernantes locales y despacharon Altos Comisionados
hacia el Tíbet, a la vez que establecieron leyes y regulaciones relativas
al sistema de gobierno. Al final del siglo XIX ocurrió la ocupación británica
de la costa de China y del Tíbet. Las relaciones entre Tíbet y el gobierno
central se deterioraron, pero no hubo cambio en las relaciones entre las etnias
han, manchú, mongol, hui, tibetana y otras nacionalidades, que formaron ejércitos
-soldados y civiles de esas etnias en forma conjunta- para luchar contra la
invasión europea, escribiendo una página heroica en la defensa de la madre
patria. Durante el final de la dinastía Qing y el comienzo de la República
de China, los británicos no dejaron piedra sin remover en su intento de ganar
elementos pro-británicos en la alta clase tibetana y organizaron la Conferencia
de Simla tratando de apartar el Tíbet del resto de la República. Este momento
marca el nacimiento del mito de la "independencia tibetana". Las
fuerzas patrióticas del Tíbet y la oposición china lo impidieron: Tíbet mantuvo
lazos con el gobierno central de China, que a su vez mantuvo soberanía sobre
Tíbet, tal como lo hacía desde la dinastía Yuan.
Al tiempo
de la creación de la República Popular de China (1949) el imperialismo exterior
y fuerzas expansionistas incitaron al Tíbet a separarse hacia una
"independencia tibetana". Las fuerzas de Mao Zedong enviaron el
Ejército de Liberación de China Popular, que siguiendo las instrucciones
lograron una pacífica liberación en 1951. Las fuerzas extranjeras que durante
medio siglo se esforzaron en dominar el territorio, fueron expulsadas. El nuevo
gobierno continuó su política para asuntos de las minorías, y varios grupos
étnicos tibetanos lograron, por primera vez en la Historia, disfrutar de
tratamiento social, económico y político igualitario. Tíbet se transformó en
región autónoma establecida por la República Popular de China en 1965. Si bien
experimentó la caótica "revolución cultural" (1966-19769 y se
cometieron errores, el progreso obtenido superó dichos errores. Hubo un
desarrollo sin precedentes de las fuerzas productivas y mejora en los standards
de vida.
Estos mil
años de Historia escrita entre los tibetanos y varias otras nacionalidades en
la gran familia china son un hecho inalterable. Los tibetanos son parte de la
realidad histórica de China, y la Historia lo demuestra a través de los más de
700 años de la dinastía Yuan.
Los
autores señalan que el ilegal "gobierno en el exilio" del 14° Dalai
Lama es un factor de desestabilización para todo el continente asiático.
Isabel
Cecilia Stanganelli
Coordinadora
del Departamento de Europa y CEI del IRI, UNLP.
Título original: The World according to Peter Drucker.
Jack Beatty.
Simon & Schuster Inc. Nueva York, 1998.
La
influencia de Peter Drucker es mundial: sus veintinueve libros con más de cinco
millones de ejemplares vendidos, fueron traducidos a casi todos los idiomas.
Sus puntos de vista sobre management, organización industrial, desarrollo de
liderazgo y motivación de los empleados y subordinados, fueron empleados no
solo por compañías sino por Estados -Drucker es considerado el padre del
milagro económico japonés de la posguerra- y ha ganado reputación como analista
para evaluar tendencias sociales y económicas. Sus ideas y definiciones están
en la base de las ideas contemporáneas de management; que incluyen
"privatización", "trabajador capacitado",
"postmodernismo" y "discontinuidad" como base para
interpretar esta era de cambios vertiginosos. Durante más de cincuenta años fue
asesor de corporaciones, museos, fundaciones de beneficencia, iglesias,
hospitales, universidades, gobiernos y hasta equipos de baseball.
En este
libro, Jack Beatty nos aproxima a esta personalidad considerada por The
Economist como "el mayor teórico del pensamiento empresarial". Y la
paradoja es que este promotor de la sociedad corporativa ha sido también un
crítico de los excesos capitalistas.
El hombre
que "cambió el modelo industrial americano" nació en Austria y su
infancia transcurrió durante la Primera Guerra Mundial. Su generación
consideraba que la guerra era una condición permanente del mundo y no imaginaba
que pudiera finalizar. Definida como una guerra de total incompetencia militar,
recibió de su maestro la respuesta de que se debió a que pocos militares habían
muerto: ellos estaban detrás de los soldados. El pensamiento gerencial de la
época era similar. Si la guerra produjo angustia, la postguerra produjo hambre:
"fui salvado -como varios millones de escolares en Europa Continental- por
Herbert Hoover, y su provisión de alimentos para escolares, lo que me reveló
que la condición del éxito estaba en la organización y el management".
Y aplicó esa idea a una de las mayores compañías del mundo: General Motors.
Su
especialización es más intelectual que académica: Peter Drucker recomienda la
intelectualidad omnívora como una forma de auto-renovación.
Una de sus
ideas directrices es focalizar el esfuerzo en lo que la gente puede hacer y no
en lo que no puede. Además, aprender de los éxitos y no de los fracasos. Si
bien el éxito de Daimler o de Ford residieron en su preparación universitaria,
señala que J. P. Morgan fue un fracaso en el colegio: para ser exitoso en los
negocios no hace falta ir a Harvard, la meritocracia de los mandarines preocupa
a Drucker. El mismo abandonó Viena para tomar un trabajo de aprendiz en
Hamburgo y luego se inscribió en la Facultad de Derecho de esa ciudad alemana.
Inició sus publicaciones con un análisis del mercado de Nueva York, prediciendo
que el éxito era seguro. Pocas semanas después, en octubre, ocurrió la Gran
Depresión mundial: "afortunadamente no quedaron copias del
periódico", señala. Ahí aprendió la lección de no confiar en el
impenetrable capricho de los mercados. Al no poder ejercer como abogado por ser
extranjero, derivó sus estudios a las relaciones internacionales y a la
legislación internacional. Comenzó ensayos incompatibles con la situación
totalitaria del momento en Alemania: biografías de Humboldt, von Radowitz
-padre de los partidos políticos católicos europeos- y Stahl -filósofo judío-.
Solo concluyó esta última y luego de ella debió trasladarse a Londres, en
cuarenta y ocho horas, por razones obvias. Pronto se dirigió a EE.UU. con un
contrato de trabajo como economista por cuatro años. Su interés en el
comportamiento de la gente lo llevó a interiorizarse en la cuestión del
management, pero no solamente desde la abstracción de la política teórica, sino
a través del estudio de las organizaciones, comenzando con las corporaciones.
De ahí a su libro "Drucker en Asia", publicado en 1997 para Japón y
ya traducido al coreano, portugués, alemán, francés, español y tailandés, hubo
una larga distancia y un largo aprendizaje revelado en casi treinta libros.
En su obra
"El futuro del Hombre Industrial", publicado en 1942, delinea
principios que no hay variado mayormente y que se encuentran ampliamente
explicados en la obra "El mundo según Peter Drucker" y mantienen
sorprendentemente su vigencia:
· Ningún poder social puede sostenerse si
no es legítimo.
· Si el poder en la corporación no está
organizado sobre principios legítimos aceptados.....será usurpado por el
gobierno central.
· Si los miembros del sistema industrial
no adquieren el status social y las funciones de las que hoy carecen, nuestra
sociedad se desintegrará.
· Tenemos solo una alternativa: o
construir una sociedad industrial que funcione o ver a la libertad misma
desaparecer bajo la anarquía y la tiranía.
Es evidente
en Drucker la convicción humanista de que la economía debe servir a la comunidad
y a la sociedad: la gente primero, y su bienestar como segunda prioridad,
muy próxima a la primera. Sostiene que una sociedad que respete a la dignidad
humana es posible. El desafío es armonizar estos ideales humanísticos y las
realidades corporativas.
Isabel
Cecilia Stanganelli
Coordinadora
del Departamento de Europa y CEI del IRI, UNLP.
Ignacio
Ramonet
París,
Galileé, 1997
Ignacio
Ramonet desde las páginas de Le Monde Diplomatique lucha contra los
vientos neoconservadores tratando de dar una interpretación progresista del
mundo. Este libro es un punto más en esa lucha, es un análisis que nos muestra
las complejidades del mundo frente al pensamiento único que planteó
al terminar la Guerra Fría, el fin de los conflictos por la preponderancia
de la democracia y el mercado. Dos términos que si bien pueden desarrollarse
históricamente juntos, no siempre tienen una relación armónica, sino todo
lo contrario. La primacía de este pensamiento tiene en su acción la pretensión
de erigirse como la "única política económica desde ahora posible
y que sólo los criterios del mercado y el neoliberalismo permiten a una sociedad
sobrevivir en un planeta convertido en una jungla competitiva." (155)
Este mensaje
se expandió por el mundo tras la desintegración de la Unión Soviética
mostrándose como un anuncio y como la evidencia de un nuevo tiempo
poshistórico; aunque a poco de andar, mostró sus falencias. El mercado, lejos
de potenciar la democracia, la desestabiliza, como lo veremos más adelante. La
fórmula neoliberal fue rechazada por la prédica de hombres como Ramonet cuyo
pensamiento nos ayudan a pensar de otro modo.
Los
cambios en el poder mundial, que en un primer momento fueron vistos como un
triunfo de los ideólogos de mercado más democracia, hoy lentamente van
perdiendo el optimismo inicial:
En las
vísperas de entrar al tercer milenio cada uno puede constatar que la
incertidumbre se convirtió en la única certeza... Ocho años después de la caída
del muro de Berlín, y siete años después de la guerra del Golfo y de la
desaparición de la Unión Soviética, el optimismo terminó. (15)
El fin del
optimismo neoliberal abrió las puertas de la geopolítica del caos ya que
en el escenario actual "todo está espantosamente complicado."
La pérdida del optimismo tiene que ver por un lado, con el esquema
internacional que no siguió la ilusión planteada por los neoliberales del fin
del conflicto; y por el otro con las mutaciones operadas en el poder mismo ya
que "estamos pasando de formas de poder autoritarias, jerárquicas,
verticales, a formas negociadas, reticulares, horizontales, más civilizadas
pero más complejas." (9)
La
transformación demuestra lo obsoleto de las anteriores formas de analizar la
realidad que tuvo una ventaja: la de liberar "al pensamiento de las
sujeciones ideológicas y de las fidelidades impuestas; nos dirigimos a
comprender mejor al mundo real, fuera de los dogmas, de doctrinas y esquemas
intelectuales escolásticos." (17)
Pero la
pérdida de estos esquemas nos deja ante la incertidumbre, que en estos tiempos:
...
queda como la palabra maestra del momento, y toda la investigación de
principios fundadores, sus líneas directrices, permiten cartografiar la
mutación actual y comprender mejor el sentido de la evolución de la política
internacional en este fin de siglo. Pues todo está junto: la política, la
economía, la sociedad, la cultura y la ecología. (155)
La
pregunta implícita que recorre el texto es: ¿qué es lo que ha cambiado desde el
pomposo lanzamiento del Nuevo Orden Internacional a esta instancia, que el
autor no duda en definir como de caos? Analiza varios aspectos como por
ejemplo, la geopolítica. Sobre su interpretación dice que "el mundo
presenta el aspecto de un gran caos: por un lado, la multiplicación de uniones
económicas regionales; por otro, renacimientos de nacionalismos, asedios de
integrismos, Estados divididos, minorías reclamando su independencia."
(9-10)
A estos
problemas más relacionados con las temáticas tradicionales se le suman "las
grandes migraciones debido a la pobreza [que] son percibidas como una
amenaza fronteriza por los Estados ricos del Norte." Es la emergencia
de una nueva estructura de producción que:
...
fabrica más y más marginación, sobretodo, entre jóvenes, mujeres e inmigrantes.
Los extranjeros son estigmatizados, y los dirigentes de extrema derecha
fomentan insidiosamente los sentimientos xenófobos de la población enfrentada a
la miseria y el desempleo. Estos problemas ponen fin a las sociedades
liberales. (9-10)
El
aprovechamiento político por la extrema derecha le abre los caminos a un fuerte
cuestionamiento de los principios ilustrados de tolerancia y respeto. Esta
situación no es nueva, ya que esto es algo que desde muchos sectores
intelectuales progresistas se venía denunciando.
Siguiendo
la lógica de la geopolítica, el autor observa que el "enemigo"
que en la Guerra Fría estaba perfectamente definido, no importando desde qué
bando se denunciaba, actúa hoy:
...
como un monstruo de mil caras que puede tomar a veces la apariencia de la bomba
demográfica, de la droga, de la mafia, de la proliferación nuclear, del
fanatismo étnico, del SIDA, del virus de Ébola, del crimen organizado, del
integrismo islámico, del efecto invernadero, de la desertificación, de las
grandes migraciones, etc. Todas amenazas sin fronteras y de amplitud planetaria
que se propagan sobre el conjunto de la tierra y que no se lo puede combatir
con las clásicas armas de guerra. (19-20)
La
variedad y multiplicidad de los problemas muestran la fragilidad de las
fronteras, y a la ineficacia de los métodos de análisis se le suman la de las
armas para enfrentarlos.
Dos
aspectos nos parecen relevantes en esta descripción: primero, la transformación
de espacio político; y en segundo lugar, la preponderancia de la economía sobre
aquél. Pero hay que agregar un aspecto más, el mediático. En la actualidad
"el poder político sólo es el tercer poder." Antes que él
encontramos al poder económico, y luego el mediático, siendo tan relevantes que
"cuando se posee estos dos juntos, el poder político no es más que una
formalidad." (75)
Economía y
medios se trenzan en la construcción de una nueva forma de poder. Una prueba de
ello es cómo los "mercados financieros ejercen una influencia tan
colosal que imponen su voluntad a los dirigentes políticos."(65)
El centro
del poder mundial, según el autor, lo constituyen Europa Occidental, América
del Norte y Japón, siendo éstos "una tríada de poder donde se
concentran a la vez el más grande desahogo financiero, los principales
conglomerados industriales y lo esencial de la innovación tecnológica. Esta
tríada domina el mundo como ningún imperio lo hizo antes." (21)
Como
vemos, los factores económicos son los determinantes, motivo por el cual los
parámetros para medir a las nuevas potencias son distintos a los anteriores, ya
que:
... en
el mundo contemporáneo, la preponderancia de un imperio no se mide más por el
dominio geográfico. Además de los formidables atributos militares, ella resulta
esencialmente en la supremacía por el control de los recursos económicos, los
flujos financieros, las innovaciones tecnológicas, los intercambios
comerciales, las extensiones y las proyecciones (materiales e inmateriales) en
todos los órdenes. (45)
De los
países de la tríada "nadie domina tanto la tierra, sus océanos y su
espacio cercano como los Estados Unidos." Esta dominación también se
sustenta en una "economía brillante" y por eso "Norteamérica
retoma sus pretensiones de querer regentear la política internacional."
(45) Una prueba de ello es que:
Ninguna
potencia, en el momento actual, puede rivalizar con Norteamérica, u oponerse a
sus ofensivas económicas. ¿Es esta una razón para imponer al mundo su ley? (48)
Más allá
de las razones morales del argumento: su poder ¿es igual que las potencias de
otrora? Seguramente no, poniendo de manifiesto la pregunta ¿es también la
debilidad de los europeos? Estos se mantienen impotentes ante los problemas de
su propio continente; una muestra de ello es "la tragedia yugoslava [que]
ha permitido medir su pequeñez política pero también sus paralizantes
contradicciones."(100-1)
Nuestro
mundo, lejos del espejismo neoliberal y posthistórico, "se volvió más
complejo y más peligroso." Incluso los cambios positivos como la
extensión de la democracia en Europa del Este, en la ex Unión Soviética, en
América Latina, en el sudeste asiático y en Africa subsahariana, son un factor
estabilizante en el mundo. Pero por la aplicación de recetas orquestadas desde
las usinas del pensamiento único pueden desestabilizar estos procesos
políticos. La democratización ha dejado al margen una importante área del
mundo, fuente de conflicto con algún grado de autonomía en la Guerra Fría, como
el mundo árabe, siendo este un dato preocupante.
Repasados
los aspectos políticos en las relaciones internacionales el autor analiza los
acaecidos en la economía, donde señala que la integración mundial "nunca
tuvo tan alto grado" y que los recientes acuerdos de la Organización
Mundial de Comercio la estimulan por "intensificar el libre cambio."
(21)
Pero esta
integración:
... no
es sólamente mercado y globalización, es también una larga ponderación, una
productividad que, en razón de las innovaciones tecnológicas, no deja de
crecer. El crecimiento económico produce desde ahora desempleo: no basta crear
bienes para crear empleos.
(124)
La falta
de empleo da lugar a la exclusión, genera en los ciudadanos "rencores
antimodernistas" y pone en evidencia que "la actual
racionalidad económica desprecia al hombre y favorece el ascenso de un
irracionalismo social." (84)
Y esta
actitud lleva, lejos de tener una respuesta racional para combatir el problema
de lugar, a un oscurantismo que "seduce más y más a ciertos desanimados
espíritus por la complejidad de las nuevas realidades tecnológicas; chocan con
el irracional horror económico." Los hace caer en una sinrazón que:
... se
nutre de ignorancia y credulidad, de mitos y pasiones, de fe y espanto. Estos
son los nutrientes de toda religión, de toda superstición. Y como el
traumatismo económico que sufren actualmente las sociedades europeas que
arriesgan transformar ese nutriente en elixir para una nueva barbarie. (93)
No es
extraño que el autor haga un paralelismo con la Alemania previa al surgimiento
del nazismo donde la exclusión, el oscurantismo y la búsqueda de soluciones
mágicas permitieron el ascenso de Hitler al poder.
Pero el
problema de la nueva organización de la economía que provoca la exclusión
social genera opciones irracionales; en vez de solucionar potencian el
problema. Esta forma de organización tiene efectos tanto en el Norte como en el
Sur, aunque "es todavía peor en el Sur, en razón del número ya excesivo
de los sin empleos." (124)
Las
respuestas dadas desde el Sur tampoco son alentadoras, ya que:
La
adopción deslumbrante de recetas liberales por ciertos países del Sur conduce a
una modernización que no se propone reducir las abismales desigualdades
existentes y no considera - al menos en un primer momento -, la integración de
la población desheredada en el circuito de la riqueza. Como por otro lado, el
Estado dejó de garantizar el derecho a la educación, a la vivienda y a la
salud, las revueltas se multiplican. (124)
Las
consecuencias de estas políticas económicas repercuten y dejan sin sustento
social al cuerpo político, ya que:
La voz
de los pobres se hará más y más extendida en un mundo donde, los garantes [del nuevo modelo] serán quinientos
millones y los dejados a su suerte más de cinco mil millones. (124)
La falta
de sustento social atenta contra las bases mismas de la democracia, tal como
hoy la conocemos. Pero el cambio más trascendente es que:
... la
realidad del nuevo poder mundial escapa largamente a los Estados. La
globalización y las desregulaciones de la economía favorecen la emergencia de
poderes nuevos que, con la ayuda de las tecnologías modernas, desbordan y
transgreden permanentemente las estructuras estáticas. (62)
Los
estados se muestran vulnerables ante una economía que tiene un aspecto virtual,
fantasmal - sólo es especulación y no responde a los factores clásicos de la
economía -, que no se detiene ni en el tiempo, que funciona todo el día y su
frontera es el mundo.
Los
cambios operados en la política y la economía dan lugar a una nueva cultura,
una nueva manera de pensar que se sustenta en dos paradigmas: el de la
comunicación y el mercado. El primero de ellos "tiene la tendencia a
reemplazar, poco a poco, la función de uno de los mayores paradigmas de los dos
últimos siglos: el progreso." (67) El segundo cambia "la
máquina del reloj, la organización cuyos mecanismos y funcionamiento aseguraban
la evolución del sistema." (68)
Estos
paradigmas:
...
constituyen los pilares sobre los cuales reposa el sistema del mundo
contemporáneo en el seno del cual se desarrollan con fuerte intensidad sólo las
actividades que poseen cuatro atributos principales: planetario, permanente,
inmediato e inmaterial.
(69)
No es
casual que estos paradigmas se asocien, ya que por un lado las características
del mercado mundial - que no se sustenta ni en la producción, ni en la riqueza
de los países - fluye por las cadenas de información; y una noticia, o incluso
una hipótesis sobre lo que puede pasar genera un cataclismo económico. Pero por
otro lado, estos pilares y sus atributos dan lugar a lo que el autor denomina
la "Era Internet" que por un lado "ha hecho renacer el
sueño utópico de una comunidad humana armoniosa, planetaria donde cada uno se
apoya sobre los otros para perfeccionar sus conocimientos y agudizar su
inteligencia."(149)
Pero en
realidad:
El
desarrollo de Internet crea una nueva desigualdad entre los inforicos y
los infopobres. No sólamente en el Norte, en los países desarrollados,
donde sólo una minoría dispone de ordenadores personales, sino sobretodo en el
Sur, donde la falta de equipamiento mínino marginaliza a millones de
personas... (150-1)
Los
paradigmas tienen la virtud, o el defecto, de dar una ilusión pero construir
una realidad absolutamente distinta a la planteada, cosa que pone en riesgo la
legitimidad política y alienta las soluciones autoritarias.
El texto
nos muestra la complejidad de las transformaciones políticas, económicas y
culturales de nuestro mundo actual. No es una visión optimista, nos pone ante
la incertidumbre que genera la exclusión del modelo económico y que impone
riesgos para la democracia, y también ante la necesidad de interpretar las
nuevas formas del poder. Pero sobre todo, la Géopolitique du chaos nos
enseña que el conflicto continúa, aunque sea simulado por el poder mediático y
que el mundo lejos de responder al fin de la historia se acerca al retorno de
ella.
Prof.
Alejandro Simonoff
Master en
Relaciones Internacionales (UNLP)
Coordinador
del CERPI - IRI
Proyecto testimonio
Revelaciones de los archivos argentinos sobre
la política oficial en la era nazi-fascista
DAIA
- Centro de Estudios Sociales
Buenos
Aires, Planeta, 1998
La
aparición de esta publicación es sin lugar a dudas trascendente porque ayuda a
comprender mejor las relaciones entre los gobiernos argentinos y los nazis,
pero sobre todo por su aporte documental que nos apoya para poder repensar ese
problema de la política exterior argentina.
En nuestro
país este fenómeno ha sido discutido desde diversas ópticas. Desde el momento
mismo de la Segunda Guerra Mundial este suceso dividió a los argentinos;
primero como una cuestión política, luego como una cuestión ideológica. Pero
recién en los ochenta el mundo académico ingresó en el debate con la polémica
entre Rapoport y Escudé en la revista Desarrollo Económico respecto al
comentario bibliográfico del libro de este último: Gran Bretaña, Estados
Unidos y la declinación argentina. 1942-1949(Buenos Aires, Belgrano, 1983).
Este es el primer intento por debatir lejos del fragor político coyuntural
hacia un análisis más riguroso.
Recientemente
autores extranjeros como Ronald Newton (El cuarto lado del triángulo,
Sudamericana, 1995) y Jean Ziegler (El oro Nazi, Planeta, 1997) aportan
aspectos relativos a la relación económica entre la Alemania nazi y la
Argentina en los treinta, y durante la guerra.
Pero con
la aparición de Proyecto Testimonio se incorpora un importante aporte
documental; se nos sigue proveyendo de elementos, y se allanó el camino hacia
una comprensión más cabal de la encrucijada en la que se encontraba la Argentina,
cómo reaccionaron sus hombres políticos ante ellos, como así también cómo
operaba la extensa de red de encubrimientos de los "refugiados nazis"
que nuestro país recibió hacia fines de los cuarenta.
La obra
está dividida en dos tomos: en el primero de ellos, compilado por Beatriz
Gurevich, se tratan los informes diplomáticos sobre las políticas antijudías en
Europa entre 1933 y 1945 y la política migratoria argentina del período, y el
segundo, compilado por Paul Warszwsky, trata los documentos referidos a las
extradiciones de estos "refugiados" en la Argentina, luego de
la Segunda Guerra Mundial.
Este
trabajo fue posible gracias a la sanción de un decreto presidencial que levanta
el secreto que pesaba sobre los archivos públicos "vinculados con la
presencia, actividad y movimiento de los nazis en la Argentina."(I,
13). Esta actitud es valiente, ya que nos abre las puertas a un pasado no tan
inmediato y que debe ser esclarecido.
Como
señala Rubén Beraja en el prólogo el Proyecto Testimonio es "un
proyecto de investigación histórica sobre un tema que está siendo objeto de
debate" (I, 10). La documentación apunta a tratar un aspecto poco
tratado con anterioridad, los problemas del tratamiento a la inmigración, sobre
todo a la judía durante este período.
En él se
trata la difícil relación entre el mito de la argentina abierta a la
inmigración y los mecanismos de selección que existían tanto antes de 1930 como
después, cuando se observan cambios "sustantivos" que
restringe el proceso de manera más visible (I, 42).
Según los
documentos existía un "criterio de selección ideológica" que
prevalecía "sobre la afinidad étnica" aunque esta valoración
se pierde cuando, sobre todo sectores nacionalistas vinculan el bolchevismo con
el judaísmo, diluyendo las diferencias entre ambos conceptos. Se crearon
organismos burocráticos para trabar el ingreso de extranjeros y se observa que
a medida que la persecución racial europea se intensificó, los distintos
miembros de los servicios diplomáticos argentinos señalan con interés el
fenómeno y sugieren los cambios de acuerdo a lo que ocurría en Europa. Un dato
revelador de cómo se adaptaban estas políticas era la aparición de un número
creciente de "indeseables".
Las
actitudes descriptas con respecto a la inmigración pueden complementarse con
otros trabajos que tratan la política de neutralidad para poder avanzar hacia
una idea más certera de lo que ocurrió entonces. Estas actitudes junto a la
conducta especulativa de la Argentina en la guerra tuvieron innegables consecuencias
en las relaciones argentino-norteamericanas, llegando a una etapa de mayor
aislamiento internacional de la Argentina.
Una vez
terminada la conflagración, uno de los temas analizados en los documentos
compilados son los relativos a cómo la Argentina se convirtió en uno de los
puntos terminales de la ruta de las ratas. Esta ruta, por donde los nazis huían
de Europa hacia un sin número de países, tenía a nuestro país como uno de los
lugares de destino.
La guerra
fría intensificó en la Argentina "el ingreso de personas identificadas
con los regímenes derrotados en Europa" (I, 55) de igual manera que en
otros países como Estados Unidos por ejemplo, produciéndose una discriminación
ideológica contra los emigrados socialistas y comunistas.
Pero hacia
1949, como manifiesta Gurevich, el gobierno de Perón, como nunca antes ningún
gobierno constitucional "había convertido en Política de Estado la
selección étnico-religiosa del inmigrante. Empero, estas restricciones a la
inmigración de judíos, no afectan la vida de la judeidad radicada en el país."
(I, 64) Si bien los autores llegan a esta conclusión, la misma es un tanto
contradictoria, debe ser más explorada, porque: ¿hasta qué punto las
restricciones étnicas no afectan a los miembros de esta comunidad?
En el segundo
tomo tratan documentos sobre "la presencia en territorio argentino de
diversos responsables de crímenes de guerra y/o contra la humanidad." (II,
13). Los casos documentados son los de Charles L´Escat, Pierre Daye, Ante
Pavelic, Erich Schroeder, Jan Durconsky, Vosjtech Hora, Jan Pekar, Joseph
Mengele, Walter Kutchman, Josef Schwammberger, Abraham Kipp y Erich Priebke.
Allí están presentes los requerimientos y actuaciones judiciales, diplomáticas
y policiales, las solicitudes de extradición, etc.
Un dato
interesante es que la mayoría de los nazis que fueron detectados en la
Argentina, lo fueron bajo gobiernos civiles. Esta información puede ayudar a
explorar mejor las "vinculaciones" de los distintos gobiernos
argentinos con los nazis. Pero también de la documentación se desprende que
existe cierta dilación para entregar estos criminales bajo la argumentación
judicial de que fueron "juzgados en ausencia" y que ésto
constituía una "violación de la garantía de defensa en juicio"
(II, 49)
Esta
tendencia se revierte "cuando por inevitables circunstancias biológicas"
(II, 51) lo que queda por determinar es si esta tendencia es por un compromiso
más fuerte con los requerimientos del exterior, o por los recientes sucesos
contra la comunidad judía en el país, o si es producto de una forma de
maquillar la posición argentina en esos tiempos.
De la
respuesta a estas cuestiones será como los argentinos develaremos ese pasado, e
incluso otro más reciente, relativo a la relación entre los derechos humanos y
la sociedad argentina, todo un tema.
Profesor
Alejandro Simonoff
Master en
Relaciones Internacionales (UNLP)
Coordinador
del CERPI - IRI
«Diplomacia para el próximo siglo»
ABBA EBAN
Yale University Press, 1998.
Abba Eban,
un hombre de talento inusual, que en su momento fuera Embajador de Israel ante
las Naciones Unidas y los Estados Unidos y -varias veces- canciller de su país,
acaba de publicar un nuevo libro: «Diplomacia para el próximo siglo» (Yale
University Press). Interesantísimo.
Estamos
frente a una obra no sólo muy entretenida, sino absolutamente indispensable
para quienes conforman el peculiar universo de la diplomacia. De lectura
cautivante, el libro de Eban está lleno de anécdotas sabrosas y reflexiones
profundas, derivadas de la experiencia sin par de su autor.
En el
primer capítulo, el autor se dedica a rememorar la llamada «Guerra Fría». Según
Eban, sólo la tenacidad americana, con su activismo, liderazgo y
responsabilidad, evitó que el mundo cayera en el comunismo y pudiera preservar
sus libertades fundamentales. Sorpresivamente, define al Presidente Truman (a
quien admira), como un «intelectual revolucionario». Con mucha prudencia, sostiene
que -pese al colapso soviético- no ha aparecido aún un «nuevo orden mundial»,
ni terminado -siquiera- la era nuclear. Los hechos, por cierto, le están dando
la razón. Sorprende, sin embargo, que sostenga que la caída del universo
comunista no había sido prevista en doctrina. Como Henry Kissinger, se «olvida»
de Zbigniew Brzezinski.
En el
segundo capítulo, Eban comienza a referirse -concretamente- a la actividad de
los diplomáticos y a sus dilemas éticos. Particularmente a los aparecidos como
consecuencia de los dos holocaustos que fueran provocados en la Segunda Guerra
Mundial. El horriblemente atroz que sufriera el pueblo judío y el nuclear, que
asolara a Japón. Desde entonces, la guerra y la paz dejaron de ser asuntos
militares, para transformarse en asunto de todos. En un escenario complejo, al
que siempre confluyen dos fuerzas diferentes: la del poder y las de las
conciencias. Y las tensiones consiguientes. La perspectiva del diplomático,
acostumbrado a pensar a largo plazo, a edificar compromisos, y a trabajar
lentamente, en procura de objetivos lejanos, ayuda siempre a manejarlo.
Enseguida
analiza, en el tercer capítulo, las dificultades que genera la utilización de
la analogía, cuando de analizar situaciones complejas en el ámbito
internacional se trata. Las crisis que afectan a la paz y seguridad
internacionales -por variadas- son, según Eban, parecidas a las huellas
digitales. Esto es, signadas mucho más por las particularidades, que por las
similitudes. En su exposición se refiere particularmente a lo acontecido en
Suez, en época de Eden y en la frustrante guerra de Vietnam. Situaciones,
ambas, donde la analogía despertó falsas expectativas y resultó mala consejera.
Más
adelante, en el cuarto capítulo, Eban analiza -con una dosis de fuerte escepticismo-
el futuro de los derechos humanos en el mundo. Con espíritu amplio, fustiga a
los «fundamentalismos» de cualquier color. Incluyendo los de su propia tierra,
lamentando que todavía haya quien «venere» la memoria del asesino Baruch
Goldstein que masacrara -vilmente- a 29 musulmanes en una mezquita de Hebrón,
cuando ellos estaban nada menos que en actitud de oración.
Para Eban
son demasiados «quienes, en estos temas, prefieren o no quieren mirar»,
mientras sostiene que «sus consciencias están tranquilas». Eso es fácil, dice
«todo suele permanecer limpio cuando se lo utiliza poco». Notable.
El quinto
es un capítulo especialmente sabroso. Particularmente para los argentinos. Se
refiere a las relaciones entre los medios y la diplomacia. Después de todo, es
ya un lugar común sostener que la CNN se ha transformado en una suerte de sexto
miembro permanente del Consejo de Seguridad. Más aún, es relativamente cierto.
En rigor,
hoy es -siempre- necesario negociar con la contraparte y al mismo tiempo con la
opinión pública propia. A menos que se prefiera la mentira, que algunos -entre
nosotros, abrazan con particular aptitud.
Eban vivió
en un medio realmente difícil. Aunque, presumiblemente, algo más sano que el
nuestro, el vernáculo. Por ello, no se refiere a una patología muy especial: la
utilización de los medios para promoción propia, con dineros de los demás. Ni a
las relaciones incestuosas que pueden existir entre el poder y algunos
periodistas, unidos a los funcionarios por parentescos que generan primicias o
por «relaciones íntimas», de la más variada naturaleza. Nunca vio -seguramente-
«bordar» la «información» como se hace entre nosotros, sacrificando la verdad.
Sin empacho alguno.
En el
sexto capítulo, Eban discurre acerca de la naturaleza de la conversación
diplomática contemporánea, en la que -de pronto- las reuniones «cumbre» han
adquirido carta de ciudadanía, alterando la mecánica de las «conversaciones»
tradicionales. A punto tal que -con frecuencia, recuerda Eban- ellas han
realmente desplazado del escenario a los diplomáticos «de carrera» quienes -más
y más- declinan ostensiblemente en importancia y trascendencia, siendo
reemplazados por los políticos, quedando con frecuencia reducidos a papeles
secundarios. La revolución del transporte y de las comunicaciones profundiza
ese fenómeno: el de suprimir -por sobreabundantes- muchos niveles intermedios
de mediación. Lo cierto es que los 60.000 diplomáticos «de carrera» que hoy
trabajan distribuidos en todo el mundo -dice Eban- cada vez tienen menos
influencia y prestigio. Parecería ser efectivamente así.
Traigo
aquí a colación una reflexión del autor que muchos debieran hacerse. Aquella
que se refiere a quienes «sacrifican la verdad en aras de mantener su propia
popularidad». Esto es, aquellos que no vacilan en mentir, exagerar o simular en
beneficio propio, cuando -en el marco de la política exterior- representan a su
país. Los que así proceden, se transforman en un peligro para su pueblo,
sostiene -con toda razón- Eban. Importantísimo.
Recuerda
también aquí algunos «vicios» profesionales. Los del «vividor». Para ello se
refiere a la experiencia de John K. Galbraith, cuando, en la década del 60,
fuera designado embajador de su país ante la India. «Había en la India -dice
Galbraith- unos cincuenta embajadores... Ellos eran un ejemplo espectacular de
los que los economistas denominan «empleo disfrazado». Los embajadores de
Argentina y Brasil, no podían haber tenido más que un día de trabajo serio por
mes». Sin comentarios.
No
obstante, describe -con todo respeto- algunas de las características salientes
que, en su criterio, deben reunir los diplomáticos. Para Eban, ellos deben ser:
(i) empíricos, (ii) pragmáticos e (iii) intuitivos y -además- someterse a una
permanente «inmersión» en la vida de la sociedad extranjera respecto de la que
prestan servicios. Para poder así conocerla y comprenderla debidamente.
El libro
continúa con dos capítulos dedicados a las crisis corrientes, el primero, y a
las Naciones Unidas, el segundo. Eban es particularmente escéptico acerca del
futuro de la ONU, atento a que -sostiene- su vocación de «andar conjunto» se
contrapone, en los hechos, con la cuota de selectividad y discrecionalidad que
las grandes potencias procuran siempre «reservar» para sí. Según él, la ONU
tiene algunos problemas graves que aún no ha resuelto. Como su tendencia a no
poder librarse de una «retórica intoxicante» que frustra sus posibilidades de
ser un mecanismo más o menos eficiente. O su «costumbre» de perpetuar
instituciones y temas «difuntos». Tiene bastante razón. Lamentablemente.
Concluye,
entonces, que hay poca esperanza de poder revivir la ONU, mientras los Estados
Unidos mantengan su actual «desinterés» por los mecanismos de seguridad
colectiva, Más aún, mientras el Congreso de ese país -una tercera parte de
cuyos miembros es esencialmente doméstica, a punto tal que hasta carece de
pasaporte- no supere su actual «alineación» en contra de los organismos
internacionales.
La obra
culmina con algunas reflexiones valiosas sobre el difícil «proceso de paz» de
medio Oriente, Aquel nacido de los Acuerdos de Oslo, que Netanyahu parece
haberse dedicado a destruir, intencionalmente. Penoso, recordando a Rabin, el
notable estadista que soñó con la paz.
Con un
dejo de frustración, después de un vistazo general a la situación
internacional, Eban concluye que «nunca el mundo estuvo tan unido en su destino
y más fragmentado en su estructura». Es rigurosamente cierto.
Ese,
precisamente, es el gran desafío de la actualidad. El de todos.
Particularmente, el de los diplomáticos, a los que Abba Eban se refiere con
prosa fácil y descansada. Pero también con una dosis inusual de inocencia y
profundidad, mezcla que siempre resulta particularmente atractiva para el
lector. En síntesis, un libro recomendable. Singular por su sinceridad.
Intenso, por su contenido. Bienvenido sea.
Emilio
J. Cárdenas
Embajador,
ex Representante Permanente de la República Argentina ante la O.N.U.
La Argentina en el comercio mundial
Elvio
Baldinelli
Ed.
Atlántida, Bs. As., 1997
El autor,
reconocido especialista en comercio exterior, y consultor de la CEPAL, sostiene
en su obra que el comercio de la Argentina con respecto al resto del mundo
experimentó profundos cambios desde la Organización Nacional hasta nuestros
días. En particular analiza las etapas del desarrollo en la Argentina. Entre
1881 y 1930, la Argentina expande el comercio de commodities gracias a la
fuerte presencia exportadora agropecuaria que mantuvo a un ritmo de crecimiento
anual muy importante. Con el advenimiento de la Gran Depresión de 1929,
Argentina sufre las consecuencias de la crisis y se aleja de los mercados
mundiales.
Entre los
años 30 hasta los 60, el comercio -para el autor- se desacelera con una fuerte
baja y un relativo estancamiento, al punto de que el promedio de compras al
exterior fue de solo sesenta dólares por persona. Compara las economías de
Argentina y Canadá, países con ventajas comparativas similares y desarrollos
económicos semejantes entre 1920 y 1930. Según los datos del Banco Mundial el
PBI era de los más ricos sobre la Tierra, a la lista de países competidores de
la Argentina se le podían sumar Australia y Nueva Zelanda. Pero, argumenta, en
1998 los indicadores sobre el desarrollo humano muestran que Canadá tuvo un
proceso de crecimiento económico sostenido que lo posiciona, según el Índice de
Desarrollo Humano -calidad de vida- en el puesto número uno. mientras que la
Argentina figura en el puesto número treinta y seis. Estos datos señalan los
procesos diferentes por los que atravesaron ambas economías.
Entre 1947
y 1950 la relación entre PBI y exportaciones e importaciones muestra que la
economía Argentina era más abierta que la de Canadá. Pero a partir de ese año
la relación se modifica: Argentina va cerrando su economía mientras que la de Canadá
se va abriendo fuertemente a los flujos comerciales. El autor llega a la
conclusión de que Canadá hoy es una economía muy abierta, industrializada y
diversificada por diferentes razones. En primer término Canadá fue reduciendo
gradualmente los aranceles a la importación, mientras que la Argentina adoptó
la sustitución de las importaciones (1940/1990).
Analiza la
etapa actual -globalización y apertura- en relación a la Argentina y sostiene
que las exportaciones crecieron más rápido que el PBI, y que la economía
Argentina actualmente se encuentra recorriendo el camino que la llevó a ser
dinámica y agroexportadora, integrada en los acuerdos del GATT y la OMC, como
así también en el bloque MERCOSUR.
La segunda
parte del libro se dedica a explorar los instrumentos e instituciones que
regularon los intercambios comerciales de la Argentina con el resto del mundo,
principalmente con América Latina; en particular los acuerdos en el sector
automotriz entre Argentina y Brasil, al igual que el MERCOSUR, bloque geográfico
del cono sur, que merece ser tratado con mayor interés.
En este
capítulo analiza los tratados, protocolos y acuerdos regionales celebrados por
el MERCOSUR.
Asimismo
el escenario actual y futuro del comercio del MERCOSUR en relación con otros
bloques (Unión Europea, ASEAN, Pacto Andino, ALCA, etc.)
La parte
tercera está destinada al relacionamiento comercial de la Argentina con el
mundo en general, así como a un análisis pormenorizado de las Rondas del GATT y
la inserción de Argentina en estos acuerdos comerciales. Del GATT a la «Ronda
del Milenio», los temas claves de interés comercial para la Argentina a la hora
de negociar y debatir en estos foros internacionales son aquí abordados,
principalmente el comercio de granos, oleaginosas, pesca y manufactura de
origen industrial.
Da sus
recomendaciones de políticas a seguir, con presencia activa de la Argentina en
los organismos internacionales.
La última
parte se refiere al presente y futuro de las relaciones económicas
internacionales de la Argentina en la era de la globalización y la
mundialización de la economía. El rol de la Argentina en las relaciones con
Estados Unidos y el ALCA en establecer una zona de libre comercio, las
vinculaciones comerciales con la Unión Europea, como parte integrante de la
OMC.
El autor
se pregunta cuál será la manera de insertarse en la economía global. ¿Es
posible depender del desarrollo espontáneo de nuevas exportaciones o será
necesario acudir a políticas activas en el comercio a la manera de los países
del Este de Asia?
Martin
A. Morgante
Miembro
del Departamento de Relaciones Económicas Internacionales del Instituto de
Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales,
Universidad Nacional de La Plata.
La paz simulada.Una historia de la Guerra
Fría, 1941-1991
Francisco
Veiga; Enrique Da Cal y Ángel Duarte
Madrid,
Alianza Editorial, 1997.
Vista en
perspectiva, la Guerra Fría aflora como un complejo período de casi medio siglo
que cambió la fisonomía de buena parte del mundo.
Por tal
motivo cabe considerarla como un conflicto global, más que cualquiera de las
dos guerras mundiales del siglo y más que cualquier otro de la historia de la
humanidad. No solamente porque las contiendas por poderes que se libraron
enfrentaron a combatientes de las regiones más dispares, sino también porque
indujo transformaciones económicas, tendencias culturales y avances científicos
a lo largo y a lo ancho del planeta.
Veiga, Da
Cal y Duarte persiguen (y alcanzan) el objetivo de dotar a tan vasto fenómeno
de una periodización que lo abarque en forma completa.
Con este
fin, la estructura del libro se organiza en cinco grandes bloques temáticos que
se suceden cronológicamente desde 1941 a 1991.
Un primer
apartado agrupa a los capítulos dedicados a las raíces ultimas del
conflicto bipolar en el corazón de la Segunda Guerra Mundial. El segundo
apartado relata y analiza cuáles fueron los orígenes de la Primera Guerra
Fría y termina con sus inicios. Esta es abordada en el tercer apartado,
hasta su desactivación con la crisis de los misiles en Cuba (1962) y la
apertura de un período de distensión que alcanzo su momento más incierto en
1968. El cuarto apartado estudia los complejos años setenta: el
surgimiento del fenómeno terrorista, la concreción diplomática de la distensión
en la détente y los orígenes de la Segunda Guerra Fría. Esta, que va de 1980
hasta su abrupto final en 1991, es el sujeto del quinto apartado.
El apéndice
constituye un extenso apartado final que analiza el papel de España en toda la
extensión de la Guerra Fría.
Dentro de
este esquema, poseen una especial importancia los capítulos y apartados
dedicados a los aspectos culturales, que aportan nuevos y complementarios
puntos de vista a la gran confrontación política, económica y militar. Dichas
partes pueden leerse ya como un todo argumental, perfectamente integrado, ya
como un refuerzo y resumen de los diversos bloques cronológicos.
Otro
elemento esclarecedor son los mapas que incluye la obra, que muestran los focos
de tensión y los procesos de rearme en las distintas fases del conflicto, dando
así cuenta de su incomparable extensión e inusitada peligrosidad.
El libro
está planteado como un ensayo, en el cual la interpretación tiene tanto peso
como el relato de los acontecimientos.
Los autores
optaron por prescindir de la inclusión de un amplio aparato crítico que, además
de engrosar enormemente el volumen del libro, hubiera contribuido a despistar
al lector siguiendo continuamente líneas de dispersión argumentales con
respecto al relato principal.
El
resultado es una obra seria, profunda y bien documentada, cuya lectura resulta
amena e interesante aún para los que conocen poco del tema.
Es difícil
evaluar si alcanza el otro de los objetivos enunciados por sus autores:
desmontar la "mentalidad de la Guerra Fría", en referencia a aquellos
esquemas de pensamiento propios de la bipolaridad que aún perduran entre
nosotros e influyen en nuestras percepciones de la realidad mundial.
En todo
caso, el intento es loable y el aporte que la obra hace en pos de esclarecer el
período estudiado es una contribución sin duda valiosa a la concreción de tan
ambiciosa meta.
Prof.
Fabián Ygounet
Coordinador
del Departamento de Historia de las Relaciones Internacionales. IRI.