Revista de Relaciones Internacionales Nro. 14

Lecturas

 

Los Jerarcas Soviéticos.

De Lenin a Gorbachov

Carlos Taibo Arias

Madrid, Arco, 1996

¿Se puede contar la historia soviética en solo setenta páginas? Este es un desafío interesante para un autor que es uno de los mayores especialistas de habla hispana en el fenómeno, como lo demuestra su larga lista de trabajos. Sin lugar a dudas, el que sabe, sabe resumir y este es un excelente resultado, no solo porque relata sino porque tambien es una aproximación a las discusiones sobre el tema. Otro dato importante es que reúne la principal bibliografía en español.

Los aspectos biográficos –que son breves-, aparecen como una excusa para poder contar la historia de la construcción y destrucción de la Unión Soviética. Como lo señala el mismo autor, su libro es "un trabajo que procura servirse de los jerarcas como hilo conductor de una historia que es, sin duda, más compleja de lo que daría a entender un mero relato biográfico." (7)

Se resaltan las ideas y las acciones de los cinco hombres que fueron determinantes en la vida soviética (Lenín, Stalin, Jhrucov, Brezhnev y Gorbachov) dedicándole a cada uno un capítulo del libro. La estructura de cada uno de ellos consiste en una brevísima referencia personal del dirigente, luego se relatan las acciones durante su gestión y finalmente las discusiones que existen sobre la misma.

El libro implícitamente trata a los cinco dirigentes divididos en: los constructores de un orden (como Lenín o Stalin), un conservador, aunque con características propias (como Brezhnev) o sus reformadores (Jhruscov o Gorvachov). A pesar de esta caracterización, el autor no cae en un esquema de blancos o negros, sino que intenta registrar los grises de esta historia. Nos llama la atención la excesiva rigurosidad a la hora de tratar a los reformadores y cierta condescendencia con quienes lo gestaron o lo conservan.

Si bien el texto es muy bueno queremos hacer algunas observaciones sobre algunas cuestiones, muy puntuales por cierto.

La primera de ellas es que nos parece poco feliz la división que hace el autor entre quiénes tuvieron a su cargo la construcción del socialismo y sus pensadores. La relación entre Lenín y Marx es mucho más estrecha de lo que se supone en el texto, como lo han demostrado autores como Cornelius Castoriadis o Claude Lefort, entre otros.

Además nos parece que debería tenerse en cuenta que los movimientos "tácticos" o de corto plazo en la política leniniana tendieron a consolidarse y conformándose en estratégicos o de largo alcance.

Es interesante el tratamiento que hace de Stalin –el gran constructor de aparato soviético-, al separar en etapas el período stalinista durante los años treinta, cuarenta y cincuenta. Nos parece que cae prisionero de la tesis en la cual se justifica la represión staliniana, e incluso las anteriores y las posteriores de ella, por la amenaza exterior al régimen.

Cuando critica la desestalinización jhruschoviana acierta en la relación existente entre el partido y el Estado. Esto es la piedra de toque de la situación que al no ser custionada no permite avanzar efectivamente en ese proceso, pero no coincidimos con caracterizar a la descentralización de "cuestionable" para manejar una nueva estructura en la Unión Soviética.

Brezhnev sufre un trato benévolo, a pesar de ha haber creado la nomenclatura, un sistema asentado en la burocracia del partido, conducido por gerontes que distinguen a este periodo del staliniano. Esta caracterización es un acierto.

El planteo de las políticas de Gorvachov son realmente acertadas al dejar en claro la ambigüedad que las habitan, al ser en un primer momento "un período de liberación y de libertades" pero también "la etapa postrera del sistema soviético" (51). Es decir que su planteo original la idea era mejorar la URSS no destruirla, cosa que finalmente sucedió.

Su interpretación sobre la cuestión política y la política hacia las nacionalidades estuvieron mucho más en contacto que lo que señala el libro, y que junto a las reformas económicas, lentas ante las exigencias de cambio, combinaron de una manera explosiva que finalmente produjeron la caída de la URSS.

Estamos muy de acuerdo con la proposición de que las actuales dirigencias rusa y la de los países que integraban la Unión Soviética son un "reciclaje mercantil" de la nomenclatura soviética y que este es el gran problema por delante.

Con respecto a las conclusiones queremos hacer una reflexión sobre la diferenciación que el autor hace entre dictadura personal y dirección colectiva, donde esta última sería la que predominaría en la historia soviética, como no nos parece acertado ya que los acontecimientos marcaron, y el propio libro testifica, que en realidad la primera era la forma de gobierno, como una manera de mantener viva la estructura política de la época de los antiguos zares. Pero esta cuestión no amerita para restarle originalidad a la experiencia soviética y considerarlo solamente como un rasgo más de la milenaria historia rusa.

Alejandro Simonoff

Master en Relaciones Internacionales (UNLP)

Coordinador CERPI-IRI

 

De Alfonsín a Menem

Política exterior y globalización

Guillermo Figari

Buenos Aires, Memphis, 1997

Siempre es una satisfacción leer y comentar libros escritos por Guillermo Figari, éste último se encuentra en la línea propuesta en Pasado, Presente y Futuro de la Política Exterior Argentina (Buenos Aires, Biblos, 1993) pero haciendo eje en las dos últimas gestiones de gobierno democrático y como sus políticas enfrentaron y enfrentan la globalización.

Es además un libro de una alta reflexión teórica y una invitación constante a pensar las políticas imaginadas, realizadas y sus posibilidades dentro de un marco político interno y externo.

El libro posee claramente tres partes: (a) en la primera el autor esboza un análisis sintético "y global" de "la evolución de la vida política exterior argentina hasta principios de la década de los 80 del siglo XX" (9); (b) en la segunda, se describen los cambios recientes a nivel mundial para poder "observar el contexto que rodea a la actual política exterior" (10); (c) en la tercera se tratan las políticas exteriores en los tiempos de Alfonsín y Menem a partir de un interesante juego de equilibrios para explicarla, donde ese juego tiende a compensarse y romperse para entrar en otros nuevos.

Si bien el libro tiene muchos aspectos interesantes, sólo nos referiremos a dos aspectos del último capitulo cómo los equilibrios de las políticas marcan cada etapa, y las cuestiones referidas a las afinidades y divergencias entre las administraciones radical y peronista.

El autor encuentra una unidad en todo el período que se inicia en 1983 basado en "la elección de una continuidad de objetos" que marcan "una elección crucial: el dilema autonomía-dependencia". (19)

Desde la restauración democrática, Figari encuentra por lo menos, tres etapas y una en formación entre los gobiernos de Alfonsín y Menem, cada uno de ellos, a pesar de las características predominantes no tuvieron "una política uniforme y lineal, sino que han tenido sus oscilaciones" (21).

La primera de ellas, coincide con los primeros años de Alfonsín, se produce una síntesis entre las tesis entre occidentalistas y latinoamericanistas que pujaban por determinar los lineamientos de nuestra relación con el mundo en los sesenta y setenta. Aquí el cambio se produce al predicar "relaciones maduras con los Estados Unidos, aunque sin dejar de confrontar, principalmente sobre si había que pagar toda la deuda externa, o sólo aquella que era considerada como legítima. Paralelamente se busca una salida autonomista- ingenua o no ingenua para la Argentina y América Latina. (21)

Para decirlo más claramente en ese tiempo esa convergencia apuntaba a una política entre los postulados de inserción y autonomía. Pero esta fracasó en 1985, -tal vez producto de la ingenuidad-, iniciado una segunda etapa "que tiene como característica principal el comienzo de las negociaciones con el FMI, se estrecha aún más las relaciones con los Estados Unidos, y de los que en su momento se llamó giro realista, mediante el cual se decide pagar toda la deuda externa." (22)

Este giro no terminó inmediatamente ya que perduró en algunos puntos conflictivos de la relación argentino norteamericana, en otros se fueron diluyendo lentamente.

Con la llegada de Menem, en su primera presidencia se abre paso a una tercera etapa donde " se va a dar un cambio fundamental en la política exterior; pero sin romper la continuidad de la convergencia "occidentalistas-latinoamericanistas". La naturaleza de esos cambios consiste en "una alineación a ultranza con los Estados Unidos, que se distingue por llevar a cabo toda aquellas política queridas por el país del Norte". (22). Los impulsores de esta política hablan de una alianza con los Estados Unidos, pero como lo aclara Figari no existe una alianza, ya que "debemos distinguir que en las relaciones centro-periferia no se trata de alianzas, sino de relaciones jerárquicas. Las alianzas se realizan con aquellos que tienen las mismas capacidades, valores e intereses. En este sentido no fue lo mismo la posición de Alfonsín que la de Menem."(19). Esta definición de este acercamiento lo hace fijando una lógica que encuentran en la relación Argentina con el mundo y cuál es el dilema que tiene que vislumbrar.

La última etapa es producto de agotamiento, y del fracaso de la estrategia de la tercera etapa, donde lo que la define es más ‘por la acción norteamericana que por la argentina. Se la percibe por el "desencanto por un lado y la actitud de los Estados Unidos, entre fines de 1994 y principios de 1995, de replantear sus relaciones en el Cono Sur, prefiriendo como aliados principales al estabilizado Brasil de Cardozo, convertido eventualmente en un Estado pivot, y la invitación realizada a Chile de participar en el NAFTA, lleva al gobierno argentino a una posición de duda ¿qué era más conveniente para nuestro país, continuar con la alianza a ultranza con los Estados Unidos o sin dejar de estar alineados con los Estados Unidos concertar los mayores esfuerzos en el Mercosur?" (23). De la respuesta que el gobierno dé a esta cuestión dirá si entramos o no a una nueva etapa que se consolida o es simplemente una oscilación más, y del acierto o error en el que se incurren en estas políticas.

La clasificación propuesta sirve para explicar los cambios ocurridos durante estas gestiones, como también encontrar nexos comunicantes entre ellas. Esta cuestión nos abre paso al otro tema que queremos tratar: el de la discontinuidad o no de las políticas de ambos gobiernos.

Este punto es sumamente original y contrapuesto con quiénes sostienen las teorías de los giros copernicanos en la política exterior argentina.

Es un análisis interesante la forma en que el autor presenta los cambios y continuidades, y así desestimar las ideas sobre supuestos giros copernicanos o cambios de 180 grados entre una política exterior y la otra.

La continuidad Figari la encuentra en "la elección de los Estados o Regiones con quiénes la Argentina debe relacionarse desde 1983 hasta el presente" (130). Donde se encuentran Europa Occidental, Estados Unidos y América Latina aunque con matices propios en cada gestión. Pero existe un "cambio de actitud" entre ambos gobernantes se debe a que mientras "Alfonsín quiso llevar a cavo una política de autonomía ingenua quizás, que fue frenada por las fuerzas de las tareas internacionales... (aunque)... esta actitud autonómica no constituyó ningún inconveniente para que reconociera una realidad insoslayable no comprendida en el pasado: con los Estados Unidos debían existir relaciones maduras". (130) En cambio "Menem no solo aceptó la dependencia de hecho, sino que también reflotó la persistente mentalidad dependiente, con un alineamiento a ultranza con respecto a Estados Unidos." (130)

Los caminos por los cuáles llegan a estas lecturas de la realidad política internacional reconocen orígenes diversos. Mientras "Alfonsín la aceptó porque no tuvo otra alternativa... Por el contrario Menem reflotó el pensamiento liberal, que en la Argentina ha tenido la particularidad que no sólo acepta la dependencia de hecho, persiste en la mentalidad dependiente". (131) Con esta apreciación lo que pone en evidencia son las actitudes ante el dilema. Estas, según Figari, encuentran a la política exterior argentina "sobre la cuestión autonomismo o mentalidad dependiente, que constituye la elección de una estrategia que resulta vital para el destino futuro del país, su crecimiento y su inserción internacional... la variable principal de la política exterior será la resultante de la solución que los argentinos le den al dilema autonomía-dependencia." (132)

El autor pone la disyuntiva en la que se encuentra nuestra política exterior que se fundamenta en que debemos ver " si la dependencia se puede considerar una forma de vida digna, que nos va a ser virtuosos y felices, entonces sigamos entreteniéndonos con el debate instrumental y mucho menos trascendente de confrontar o no confrontar. (19)

Obviamente este debate no ha sido saldado o se esconde en refugios de una lógica que se muestra irreversible, por un cierto discurso académico con pretensiones hegemónicas. Para reforzar su posición el autor hace un llamamiento a todos, cuando concluye que "somos los argentinos los responsables de responder a este dilema, que lo tenemos que resolver en forma conjunta. Lo que esta en juego es la elección entre las antítesis liberación o esclavitud. Todo depende de cual consideremos que es el mejor sistema de vida. La experiencia de la historia nos indica que hay respuesta en los dos sentidos»" (214)

Lo que el autor intenta restaurar es la discusión de un paradigma que parecía condenado a desaparecer –el de la autonomía- que había sido reemplazada a fines de los ochenta y sobre todo en los noventa por el de la inserción. Pero cuidando que esta restauración no sea un mero retorno de las viejas fórmulas del pasado, sino actualizadas y puesta a punto para los tiempos actuales, y tal vez esta sea una de las enseñanzas más importantes del libro.

Alejandro Simonoff

Master en Relaciones Internacionales (UNLP)

Coordinador CERPI-IRI

 

El laberinto argentino.

Política Internacional en un mundo conflictivo.

Mario Rapoport

Buenos Aires, EUDEBA, 1997.

Este libro recoge ensayos y artículos publicados por el Dr. Rapoport en medios nacionales e internacionales entre 1976 y 1996. Aunque ligeramente modificados en sus títulos o en su forma con respecto a los textos originales, no se han alterado mayormente sus contenidos para esta nueva edición.

A pesar de sus diferentes orígenes y épocas, a todos los une el interés de su autor por desentrañar las complejidades de la política internacional y, particularmente, el "laberinto" de la política exterior argentina contemporánea.

En todos campea, además, el propósito de mostrar la importancia del análisis histórico en el estudio de la política internacional y el modo en que de ese análisis pueden extraerse reglas y conceptos que ayuden a elaborar una teoría dinámica de las relaciones internacionales.

En la Primera Parte , denominada "Metodología e Historia", el autor abre el libro abordando precisamente ese tema tan caro a sus preocupaciones intelectuales: el litigio entre teóricos e historiadores de la política internacional. Al comentar una obra de Jean-Baptiste Duroselle, Rapoport no duda en coincidir con el historiador francés: "Excluir la historia de la teoría de las relaciones internacionales es como ignorar la realidad; no podemos comprender las relaciones con otros países o pueblos sin tener conciencia del pasado".

Luego el autor expone un resumen de lo que fuera un valioso proyecto suyo: la Historia Oral de la Política Exterior Argentina, cuyo objetivo fue reunir los testimonios de los principales actores involucrados en la formulación e implementación de la política exterior nacional desde 1945 a 1983.

El autor comenta en este capítulo los testimonios de presidentes, cancilleres y ministros entrevistados, brindando a los especialistas esquemas conceptuales para la utilización de esre recurso de investigación y demostrando la importancia heurística de la fuente oral para la comprensión de uno de aspectos máas interesantes y controvertidos de nuestro pasado reciente.

El estudio del fenómeno de la globalización no está ausente en este libro. A pesar de que la mayoría de los textos que se publican sobre este tema carecen de una perspectiva histórica bien fundamentada, Rapoport demuestra que "aquí también la historia sirve para aclarar conceptos y mostrar que lo que aparece como novedoso no lo es tanto".

La Segunda Parte del libro, titulada "Los partidos políticos y la política exterior argentina", analiza en su primer capítulo el punto de vista del movimiento obrero y los partidos de izquierda con respecto a la realidad mundial y la política exterior argentina entre 1930 y 1946.

En el segundo capítulo Rapoport analiza el rol de los partidos políticos argentinos durante la Segunda Guerra Mundial, lapso en el cual "la política interna y la políitica internacional estuvieron estrechamente unidas, como en ninguna época de la historia del país".

La Tercera Parte, la más extensa del libro, examina pormenorizadamente diferentes aspectos de la política exterior nacional con relación a los Estados Unidos, Gran Bretaña, y la ex-URSS, tratando de discernir la existencia de hilos conductores en el accionar diplomático y en las estrategias económicas tanto de la Argentina como de aquellos países, con referencia a sus vínculos mutuos. Una sistemática búsqueda en archivos diplomáticos, gubernamentales y privados, y el recurso a la historia oral, sustentan el relato de los acontecimientos, su análisis e interpretación.

A lo largo de estos artículos el autor alcanza el propósito enunciado en el prólogo: "articular los aspectos económicos, políticos y estratégicos, así como examinar los procesos de toma de decisión gubernamentales y ligar estos procesos a grupos de interés y conducciones políticas", buscando identificar "los distintos sectores internos que inciden en la política exterior de cada uno de los países estudiados" y haciendo resaltar "la relación entre el factor externo e interno".

Mario Rapoport analiza, con la precisión y claridad conceptual que lo caracterizan, los avatares de la posición internacional de Argentina en un período sustancial del siglo XX, marcado por las dos guerras mundiales, la Revolución Rusa, el ascenso y caída de grandes potencias, el mundo bipolar de posguerra y la Guerra Fría.

Entre otros temas, pasan bajo su lupa la neutralidad argentina durante la Segunda Guerra Mundial, la controversia anglo-norteamericana sobre el comercio de carnes entre la Argentina y Gran Bretaña, el peculiar ingreso de Argentina a la O.N.U., las relaciones con la URSS y la Guerra de Malvinas.

Así como Teseo recurriera alguna vez al hilo preparado por Ariadna para vencer al fatal laberinto de Creta, Rapoport a la hora de internarse en el vernáculo, confía en el hilo auxiliador de la historia, guiando su mirada (y la nuestra) hacia "ese pasado que nos une más firmemente al mundo y nos permite atravesar con mayor alivio el frágil puente del presente".

Como resultado, surge la obra esclarecedora de un investigador que, merced a la reconocida solidez de sus trabajos, se ha transformado en un referente insoslayable para todos aquellos que compartimos con él el deseo de desentrañar el laberinto argentino.

Fabián Ygounet

Coordinador del Departamento de Historia de las Relaciones Internacionales. IRI, UNLP.

 

El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial.

Título original: The clash of civilizations and the remaking of world order.

Samuel P Huntington

Paidós. Buenos Aires-Barcelona-México, 1997

En esta obra el autor analiza los cambios que está experimentando el sistema internacional como resultado del fin de la Guerra Fría y las tendencias hacia una economía global. Como premisa establece que las distinciones más importantes entre los pueblos no son ideológicas, políticas o económicas sino culturales, y que los pueblos utilizan la política para promover sus intereses pero especialmente para definir su identidad.

En la primera parte, a la que titula "Un mundo de civilizaciones" destaca el hecho de que la cultura y las identidades culturales configuran en el mundo de la posguerra fría las pautas de cohesión, desintegración y conflicto. La política global multipolar y multicivizacional no ha dado como resultado una civilización universal ni la occidentalización de las sociedades no occidentales. Ahora para identificarse, la gente recurre a su pertenencia a tribus, grupos étnicos, religiones, naciones y en última instancia se reconoce en civilizaciones: "una civilización es la entidad cultural más amplia". Distingue una política local basada en la etnicidad y una política global que descansa en civilizaciones. Las seis grandes potencias mencionadas por Kissinger –EE.UU., Europa, China, Japón, Rusia e India- corresponderían para Huntington a cinco civilizaciones diferentes, a las que incorpora las civilizaciones Latinoamericana, Africana, Islámica y Budista. Los enfrentamientos étnicos en el interior de ellas son frecuentes, pero las diferencias entre Estados de diferentes civilizaciones son los que pueden llevar a las escaladas más violentas pues envolverían a varios o todos los Estados de las civilizaciones en conflicto. "Y los conflictos más peligrosos son los que se producen a lo largo de las líneas divisorias existentes entre las civilizaciones". Después de la Segunda Guerra Mundial la línea de fractura fue la cortina de hierro en el centro de Europa. Hoy es la línea con el mundo Ortodoxo-Ruso y el Islámico. Las religiones están reforzando las diferencias culturales, y el poder se está desplazando a las civilizaciones no occidentales, alejando cada vez más el espejismo de concordia que se evidenciaba al fin de la Guerra Fría. La política global es a la vez multipolar y multicivizacional, el mundo bipolar fue sustituido por el choque de las civilizaciones.

El autor menciona diversos paradigmas que han tenido validez para explicar la política global: países pobres-países ricos; Occidente-Oriente (en realidad Occidente y muchos no Occidentes); el estatal sobre la base de 184 Estados "más o menos" que en muchos casos delegan en instituciones internacionales algunas de sus funciones, y por último el paradigma del caos, tan válido como el anterior pero compartiendo con él la dificultad de estar demasiado próximo a la realidad. Después de todo, el mundo "no carece totalmente de orden". Los conflictos que pueden ser más peligrosos para la estabilidad están relacionados con Estados de diferentes civilizaciones.

Huntington, partiendo de la premisa de que la historia del mundo es la historia de las civilizaciones, añade a las siete civilizaciones que "ya no existen (mesopotámica, egipcia, cretense, clásica, bizantina, mesoamericana y andina) y cinco que sí (china, japonesa, india, islámica y occidental)", la latinoamericana y "posiblemente la africana". Considera a la religión como elemento que define básicamente a las civilizaciones, y cita a gran cantidad de autores que de una u otra manera arribaron a la misma conclusión.

En cuanto a las relaciones entre civilizaciones a lo largo de la Historia, las define como encuentros (generalmente antes del 1500 d.C), en las que predominó Occidente. Luego predomina la relación influencia, la civilización es "civilización occidental" para dar lugar a la interacción en un sistema multicivizacional, que se correspondería con el siglo actual.

Fundamentalmente para Huntington no es probable que el mundo desemboque en una civilización universal. Si bien el fin de la Guerra Fría significó para muchos el fin de la Historia, en realidad el capitalismo "triunfante" sobre el comunismo soviético no es la única alternativa. A los que sostienen que la revolución informática transforma al mundo en un único sistema, Huntington responde con la pregunta "¿ El comercio incrementa o reduce la posibilidad de conflictos?" "La incapacidad del comercio y de las comunicaciones para crear la paz o un sentir común, concuerda con los hallazgos de las ciencias sociales....Las personas definen su identidad por lo que no son." Hay una exacerbación de los valores de pertenencia a una civilización, sociedad o etnia. El retorno a las religiones es una forma de concebir al mundo como "un lugar único". También descarta el argumento de la modernización como una herramienta que conlleva la fusión de las culturas. Las grandes civilizaciones del mundo son persistentes y flexibles, cambian pero muy lentamente. Los países no occidentales pueden modernizarse sin necesidad de occidentalizarse -Japón, Arabia Saudita, etc. etc.-. Sería infantil pensar que la modernización llevará "al final de la pluralidad de las culturas históricas encarnadas durante siglos en las grandes civilizaciones del mundo". El mundo tiende a modernizarse y a ser menos occidental.

En la segunda parte, denominada "El cambiante equilibrio de las civilizaciones", el autor desarrolla la cuestión de Occidente: dominio y decadencia, y las impugnaciones desde Asia y el Islam provienen de la indigenización y del renacimiento de la religión. Asiáticos y musulmanes subrayan la superioridad de sus culturas. Estas se acompañan de alto crecimiento económico y demográfico. Mientras ello continúe los conflictos entre ellas y Occidente serán centrales. Los gobiernos de países musulmanes serán menos amistosos con Occidente. Las relaciones de EE.UU. con China y Japón serán conflictivas y podría haber controversia entre Rusia o la ortodoxia, con Japón, el Islam y posiblemente China. Posiblemente el Islam manifieste tensiones con India, Africa y China.

De la misma manera existirán alineamientos cooperativos como los ya existentes entre China y algunos países musulmanes, o Rusia-India para oponerse a la amenaza china e islámica. "En la época que está surgiendo, los choques de civilizaciones son la mayor amenaza para la paz mundial, y un orden basado en las civilizaciones es la protección más segura contra la guerra mundial".

Isabel Cecilia Stanganelli

Coordinadora del Departamento de Europa y CEI del IRI, UNLP. Investigadora del Institut für Ökologie, Alemania.

 

Japan´s Asia Policy. Regional security & global interests.

Wolf Mendl

Routledge. London and New York, 1997.

Japón tiene límites marítimos con numerosos países de Asia del noreste, y en consecuencia debe definir -le guste o no- sus relaciones con ellos. Aunque prefiera mantenerse lejos de la cuestión de la escindida Corea, no puede escapar de ella. Asia del sudeste está suficientemente lejos como para ofrecer a Japón la alternativa de dónde y cómo relacionarse o de permanecer fuera de sus políticas regionales.

Si se piensa en la seguridad territorial nipona, será suficiente considerar las relaciones con Rusia, China-Taiwan y Corea. Pero si se piensa en términos de seguridad económica, tales como el acceso a importantes mercados, o las rutas marítimas, entonces es necesario incluir las rutas que pasan a través del sudeste asiático, especialmente los estrechos de Malaca y Singapur y los que, a través del Pacífico se dirigen a EE.UU. y a Australia y Nueva Zelanda. También habría que tener en cuenta las zonas económicas emergentes en Asia oriental, que incluyen el triángulo China meridional-Hong Kong-Taiwan, el área del mar de Japón y el potencial de la zona de libre mercado ASEAN-Indochina. Alternativamente, si uno se concentra en la influencia en el balance de poder en el Pacífico Norte, entonces habrá que concentrarse en el área EE.UU, Rusia y China.

Si bien el autor se concentra en elementos de diplomacia y seguridad en la política japonesa, señala que es imposible ignorar la influencia del factor económico, especialmente al tratarse de la principal fuerza directriz a partir de la posguerra. El ajuste a que Japón se ve obligado ante los cambios de la presente década, hacen que las dimensiones política y de seguridad adquieran mayor magnitud y autonomía.

Luego de explicar el proceso histórico que llevó a Japón a través del confucianismo y el budismo, el autor explica que el proceso de identidad nacional y los desarrollos económicos y sociales del período Tokugawa en el último tercio del siglo pasado facilitaron la transformación en el primer estado asiático "moderno". Esto dio a los japoneses una sensación de superioridad ante sus vecinos asiáticos, que los compensaba de su complejo de inferioridad ante Europa y América.

El desastroso resultado de la expansión de Japón en Asia se transformó en soledad durante la ocupación de EE.UU. Luego de un intervalo de veinte años, Japón ya estaba en condiciones de ingresar en organismos como OSCE y GATT y en las reuniones anuales del Grupo de los Siete. A medida que se fortalece su economía, el viejo debate de Asia versus Occidente se reabre y se agudiza con el colapso de las estructuras de la Guerra Fría. La desaparición de los regímenes comunistas en Europa central y oriental y la desintegración de la URSS enfrentó a los líderes de los más importantes países europeos con problemas muy diferentes, tales como la reaparición de nacionalismos sangrientos en Yugoslavia y Albania. Pero no emergieron nuevos países en las cercanías de Japón. Más aún, con la excepción de Rusia y Mongolia, los viejos dictadores comunistas están firmemente establecidos en China, Vietnam y Corea del Norte: el paisaje político no cambió tan dramáticamente como en Europa. La experiencia europea demostró que las economías liberales son incompatibles con la aplicación del dogma marxista, pero esta afirmación no es válida en el este asiático. La historia de posguerra ha demostrado que gobiernos autoritarios como en Corea del Sur, Taiwan o Singapur pueden combinarse con rápida y efectiva modernización y crecimiento. Es más, Japón fue testigo del extraordinario desarrollo de la región de China meridional próxima a Hong Kong, probando que los guardianes de la ortodoxia marxista son perfectamente capaces de desarrollar políticas pragmáticas que alienten liberalismo económico y de empresas.

Japón tiene problemas limítrofes sin resolver con todos sus vecinos. La relación de Japón con ellos está sujeta a los requerimientos de seguridad territorial y estabilidad regional, siendo Rusia es el más problemático y amenazador de los vecinos, y el único poder no asiático de la región. Wolf Mendl desarrolla detalladamente la índole y los pormenores del conflicto con Rusia, Corea –su vecino más próximo-, China-Taiwan y también desarrolla los intereses regionales y política aplicada y a aplicar en el sudeste asiático. En este espacio están incluidos los siete miembros de la ASEAN (Brunei, Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam), Camboya, Laos, Myanmar, el sudeste de China y Hong Kong.

En la medida que continúen los cambios en las múltiples variables del medio doméstico e internacional, es difícil predecir la futura dirección de la política exterior de Japón. Sin embargo, el autor señala tres elementos de supremo valor para Japón: la preservación de la homogeneidad nacional, la defensa de la soberanía nacional e integridad territorial y la tercera es la libertad de acceso a los recursos del mundo y a sus mercados en los que la prosperidad de posguerra de Japón está tan profundamente arraigada. En la atmósfera de inseguridades en la que todas las amenazas deben ser consideradas como hipotéticas, el más persuasivo argumento es continuar sosteniendo la alianza de seguridad con EE.UU, no solo debido al éxito obtenido a lo largo de la posguerra, sino en la medida en que los objetivos de orden internacional enunciados en la Carta de las Naciones Unidas no se han materializado. El autor señala, no obstante, elementos de la política de EE.UU. que no colaboran a aquietar las aguas del turbulento noreste asiático. Una de ellas es la tendencia estadounidense de cambiar rápidamente su posición. Un ejemplo reciente fue la rapidez con que abrazaron la reformada URSS de Gorbachov. Entre otros detalles ese gesto implicaría menor interés en sostener las demandas territoriales japonesas contra Rusia. También menciona la ambigua respuesta de EE.UU. ante los hechos de la Plaza Tiananmen (China).

La única alternativa realista para la existente alianza bilateral sería, según la óptica de Mendl, alguna forma de organismo multilateral de seguridad regional que incluya a EE.UU. en el supuesto de que en el futuro no sea posible o deseable para Japón estar sola y ser autosuficiente en la búsqueda de seguridad nacional.

Isabel Cecilia Stanganelli

Coordinadora del Departamento de Europa y CEI del IRI, UNLP. Investigadora del Institut für Ökologie, Alemania.

 

Un mundo sin orillas

Juan Archibaldo Lanús

Buenos Aires, EMECE editores 1996

El autor nos ofrece en esta entrega una reflexión sobre la globalización esta nueva realidad que nos toca vivir y ante la cual las naciones deben hacer un replanteo no sólo económico sino también social y sobre todo político. Esto nos obliga a reconsiderar la validéz y vigencia de ciertos conceptos que tenemos muy arraigados.

J.A. Lanús comienza su trabajo pasando revista a los diferentes sistemas de Relaciones Internacionales que se dieron históricamente. Destaca las reglas de juego que los legitimaron; en particular del surgimiento del Estado-Nación luego de la firma de los Tratados de Westfalia que terminaron con el feudalismo.

La lógica de la igualdad soberana de los estados no resultó suficiente para evitar que surgieran luchas en pos del equilibrio del poder, con alianzas ofensivas y defensivas, que creaban incertidumbre entre los países periféricos, que muchas veces fueron sojuzgados.

Para remediar esa situación surge primero la Sociedad de Naciones que fracasa a causa del nazismo y deriva en la Segunda Guerra Mundial.

Luego se crean las Naciones Unidas, donde jugó un papel muy importante Woodow Wilson. Las naciones siguieron siendo las protagonistas, igual que en Westfalia.

No se trata de una organización supranacional. Su universalidad supone el rechazo al equilibrio del poder y se basa en la cooperación. Los miembros permanentes del Consejo de Seguridad se constituyen en garantes de la paz.

"...Se trata de un compromiso de valor superior y común que se superpone al juego mecanicista de cada estado en particular" dice Lanús.

Esta parte de la utopía pronto se desvaneció: hubo transgresiones manifiestas a los principios rectores de igualdad, soberanía e integridad territorial.

"...Hubo una contraposición de intereses estratégicos y económicos". Surgió el mundo bipolar donde los países neutrales no eran bien vistos.

Dice el autor que "la Guerra Fría se tradujo en un sistema de equilibrio centralizado en la rivalidad de dos superpotencias".

En otra parte dice que era "un equilibrio del terror", idea que no compartimos ya que se trataba sólo de tácticas disuasivas, que por otro lado funcionaron porque cumplieron con el objetivo de evitar una nueva guerra mundial, si bien es cierto que a causa de ello se dejaron de lado los objetivos sociales.

"Las ideas de los economistas y filósofos políticos son mas poderosas de lo que cree" y "los hombres prácticos que se crean exceptuados de toda influencia intelectual, son esclavos de algún difunto economista". Con estas palabras de Lord Keynes comienza el capítulo: Sobre la evolución del pensamiento.

En él analiza los diferentes sistemas económicos. Dice que Adam Smith fue el primero en sistematizar las ideas sobre la actividad económica. Pero que fue recién con el advenimiento de las computadoras que se pudo planificar a largo plazo.

Muchos autores trataron de influir sobre los gobernantes desde la Teoría de los costos comparativos, la Teoría de los términos del intercambio, la política de substitución de importaciones, todas tendían a corregir las causas de la desigualdad. Existe un común denominador en todos ellos: el progreso de todos los países, la lucha contra la pobreza, los problemas humanitarios.

La realidad se encargó de desautorizar muchas prestigiosas teorías que no previeron que los acontecimientos podrían escapar al control de los gobiernos.

Más adelante analiza las propuestas de los últimos cincuenta años que divide en tres grupos:

el primero se ocupa de una mejor asignación y utilización de los recursos.

el segundo se centra en las relaciones entre países industriales y los que están en vías de desarrollo.

el tercero en la organización del mundo y la ecología.

Retrocede al siglo XIX cuando David Ricardo se opuso al mecantilismo con su teoría de las ventajas comparativas en las que se apoyó Samuelson, quién sostenía que los países debían especializarse en la producción e intercambio de los productos para los que estaban ,ejor dotados y así lograr una competencia perfecta. Esto derivó en la división internacional del trabajo.

Federico Lizt creía en el proteccionismo. En los años 50 se presta atención al desarrollismo. En la Reunión de la Habana se pide un trato especial para los países en desarrollo.

W.W. Rostow buscaba transformar la sociedad invirtiendo en sectores clave. Sus ideas influyeron en la UNCTAD que la llamó "idea de despegue" que consistía en que el ahorro interno debía ser suplementado con el capital externo.

Francois Perroux con su noción de los polos de crecimiento, proponía la concentración geográfica de recursos humanos, capital y tecnología.

La Alianza para el progreso impulsada por J.F. Kennedy, fue un ambicioso programa con énfasis en la democracia, la justicia social y la reforma agraria.

Raúl Presbich desde la ALALC proponía la substitución de importaciones.

En los años 70 y 80 se vuelve a las doctrinas clasica y neo-clásica:

se promueve la disciplina fiscal, el achicamiento del estado a través de las privatizaciones, restablecer la vigencia del mercado, liberar el comercio exterior sin subsidios ni proteccionismo, a fin de lograr la integración de la economía mundial. Estas ideas fueron aceptadas por el FMI, GATT, OCDE y UNCTAD desde 1990 y lograron que economías cerradas se abrieran al intercambio. Los ideales se mezclaron con los intereses.

Javier Pérez de Cuellar dice en su prólogo que "parecería que, al mismo tiempo que el sistema de la posguerra no funcionara más, el nuevo orden no funcionara todavía".

La globalización que está sustentada en el Estado-Nación y requiere grandes cambios en el Derecho Internacional, en lo referente a conceptos tan arraigados como –soberanía y no intervención.

Las instituciones internacionales atraviesan una "crisis de identidad" porque fueron pensadas para un mundo donde los protagonistas eran los estados. Ahora ellos deben adaptarse a la competitividad externa, facilitar, no frenar la iniciativa de los productores. Desregular y disminuír el costo fiscal, no interferir en el mercado. Tenemos nuestras reservas respecto a la total falta de control pero coincidimos en que el estado tal como lo conocemos "no es lo suficientemente apto para encarar algunas funciones que se le habían asignado como intérprete del interés colectivo".

La sociedad se expresa mejor a través de las ONG y otras asociaciones civiles que a través de sus delegados políticos. Dice el autor:

"La globalización ha abierto las compuertas a un proceso de interdependencia trasnacional que modifica las premisas sobre las que se asentó el Estado-Nación" y en otra parte cita a alguien que dijo: "el fenómeno de la creciente integración financiera y comercial, determina el fin de la geografía".

Lanús considera que los esfuerzos internacionales de ayuda están basados en un enfoque materialista, él sostiene que el "motor del desarrollo" es una disposición cultural, producto de una fuerza interna que algunos países generan y que no depende de la posesión de recursos.

..."Los principales actores de los intercambios internacionales son los individuos y las empresas, no los estados y (si) se percibe la creciente conciencia de que existen bienes comunes a la humanidad".

Todos los países, aún los más recalcitrantes tratan de atraer capitales. Las empresas multinacionales establecen filiales permitiendo así a los países emergentes participar de esas "redes mundiales".

..."Se pasó de un comercio basado en la complementariedad de las naciones a una economía de escala internacional..."

Lo que Juan Archibaldo Lanús llama una cultura planetaria" no invalida ni perturba el desarrollo y la consolidación de las culturas nacionales.

..."La gran tendencia nos lleva a un mundo plural, abierto, sin centro dominante y sin verdad única".

Las ideas ut-supra extraídas del capítulo Mutaciones nos presentan la reflexión de un hombre que no rehuye la responsabilidad del presente pero que busca en el pasado los lineamientos que puedan ayudar a comprender y encausar esta nueva realidad.

Tamara Halajczuk.

Especialista en Relaciones Internacionales

Miembro del Dto. de Historia de las Relaciones Internacionales

 

El internacionalismo moderno

Paul Krugman

Crítica, 1997, Bs. As.

El autor, profesor del MIT y en la Universidad de Stanford es actualmente uno de los mas prestigiosos teóricos en el campo de la economía internacional y del desarrollo económico, entre sus principales obras se encuentran, muchas de ellas llegaron a ser best-sellers a nivel mundial; Geografía y Comercio, Economía Internacional teoría y política. Vendiendo prosperidad. Krugman tiene la particularidad que cada uno de sus artículos que presenta a la comunidad internacional enciende como pocos la polémica y el debate.

Este libro, es el resultado de "ensayos" teóricos y prácticos sobre la economía global. Con el objetivo de que sus escritos estén tratados de una manera clara y accesible para el público en general.

Comienza con un tema clave: ¿la competitividad es una obsesión peligrosa?. Trata de desmitificar el concepto clásico de competitividad. Sostiene que mucha gente usa el término "competitividad" de una manera irracional. Duda, a la hora del debate, de que sí un país y una empresa en conjunto logran altos niveles de competencia. Se pregunta si los Estados Unidos son competitivos en el mercado mundial, y si es lo mismo preguntarse si General Motors es una empresa competitiva en el mercado norteamericano.

Por otro lado, enfatiza que muchos líderes de la economía global, han utilizado el concepto de competitividad como una estrategia política para vender la prosperidad y la competencia. Tal es el caso, de Jacques Delors, autor del "libro blanco: crecimiento, competitividad y empleo" que presentó a sus pares de la Unión Europea. El trabajo ha circulado por los Estados Miembros comunitarios como para que Europa resuelva el problema del desempleo y el rol del Estado de Bienestar.

Concluye diciendo, empecemos por decir la verdad: la competitividad es una palabra sin sentido cuando se la aplica a una economía nacional. Y la obsesión por la competitividad es tan engañosa como peligrosa.

El mundo emergente, es uno de los temas preferidos del autor. Así como Krugman predijo la devaluación y la crisis mejicana en 1994, con sus consecuencias económicas y financieras para el resto de los mercados globales emergentes. El ensayo sobre el Mito del Milagro Asiático fue uno de sus trabajos de mayor impacto en la economía global.

Sostiene que el desinfle de las exportaciones del Sudeste Asiático es producto de que las regiones tienen su ciclo comercial atado a los mercados financieros. A estas economías pujantes, de rápido crecimiento industrial, las denomina " tigres de papel", compara esta situación con la que vivió la Unión Soviética en la década de los ’50: tanto Asia, como Rusia han alcanzado y experimentado tasas de crecimiento anual superior al 9%. ¿Se puede mantener para siempre este ritmo de crecimiento económico, tal como ha sucedido en Rusia y en las economías del Sudeste de Asia?. Para el caso Asiático los altos índices del crecimiento económico se deben a los cambios de crecimiento económico que se dan una sola vez y no se vuelven a repetir.

Cuando un país transforma una fuerza de trabajo mayoritariamente rural y la convierte en mano de obra industrial especializada y calificada, mediante grandes inversiones en plantas, equipos y educación

Suelen darse estos cambios en las sociedades. La pregunta es como se mantiene este nivel de industrialización.

Para Krugman el historial del crecimiento económico de los países de reciente industrialización del este de Asia han influido en el saber convencional de la política económica como en la geografía económica a nivel global. Señala tres posiciones. La primera tiene que ver con la difusión de la tecnología mundial que generan estas naciones de reciente industrialización, desplazando a la tecnología occidental.

La segunda, es que inevidentemente el centro geográfico mundial se ha desplazado a esta parte del globo, la tercera demuestra que el éxito asiático es la combinacion de menos libertades civiles y más planificación e intervención en la economía.

La localización en la economía mundial ocupa para el autor un rol significativo en la teoria del desarrollo económico. Una parte de este ensayo se ocupa de analizar el relato de sus ciudades, separadas en el tiempo y en el espacio: Chicago hace un siglo, y Los Angeles hoy.

Cada una de estas dos megalópolis se inflaron como globos en medio siglo. Tanto uno como otra son megaciudades donde coexiste la inmigración, la pobreza urbana y la concentración de la riqueza.

A la hora de imponer sus ideas no duda. Cuestiona el Tratado de Libre Comercio Norteamericano (EE.UU., Canadá y Méjico), rescata el ingreso de países muy endeudadas en el plan Brady para reducción de deuda.

No es optimista con la creación de Euro, moneda única para la Unión Europea. Señala las declaraciones de Suecia y Gran bretaña en mantener las divisas a toda costa. Y no formar parte en la primera fase de la moneda común. Por ultimo dio la bienvenida, para que Méjico complete su reforma económica, devaluando el peso, como consecuencia de la crisis financiera -Tequila- ocurrida en 1994.

El libro invita a pensar sobre el futuro de la economía global.

Martín A. Morgante

Dto. Relaciones Económicas Internacionales del IRI, UNLP.

 

Globalización y Centrifugación: Cuadrando el círculo

Vittorio Orsi

Buenos Aires, Círculo Militar, 1996

Vittorio Orsi presenta en su obra Globalización y Centrifugación: Cuadrando el círculo, un análisis del desarrollo de la reunión del World Economic Forum, WEF, realizada en la ciudad de Davos, Suiza, en enero de 1996. Dicha reunión planteó como tema central la sostenibilidad de la globalización y, como contrapunto, Orsi plantea en su obra, las dificultades de sostener la globalización y los posibles remedios.

El WEF ha realizado anualmente reuniones en Davos, las cuales han revestido particular importancia al congregar a jefes de Estado y primeros ministros, ministros, científicos, figuras políticas, artistas, editorialistas, corresponsales y empresarios.

El autor cuenta con la virtud de poder presentar los análisis de los discursos de muchos de los protagonistas de Davos 1996 y de formular diagnósticos del acontecer mundial, por medio de una lectura amena y de fácil comprensión.

En la obra se define la globalización, no como una ideología, sino como la forma natural de la fuerza empresaria para afirmar su validez en otros mercados, una vez probada en su territorio de origen. Siendo decisiva la velocidad con que las empresas pueden adaptarse en forma flexible a los cambios culturales de los nuevos mercados. De esa forma, en momentos actuales, ninguna gran empresa puede dejar pasar la oportunidad de estar presente en grandes mercados como Estados Unidos, la Unión Europea, China, Rusia (CEI), India y Brasil.

Según Orsi, frente al fenómeno globalizador, se presenta la tendencia hacia la fragmentación político-social, alimentada por la incapacidad de disminuir el desempleo y de dar satisfacción a las demandas de la población creciente, constituyendo esta tendencia la antitesis del mundo participativo, global e integrado(a esto le llama Centrifugación). Esas fragmentaciones sociales experimentadas atentan contra el progreso y bienestar, debiéndose resolver con el acceso de todos a la equidad, el progreso y la participación (lo que constituirá la Cuadratura del círculo). De esa forma, mientras la equidad, el progreso y la participación estén ausentes del proceso globalizador, el mismo no será sostenible.

Los análisis de los distintas temas abordados en la reunión son presentados en forma ordenada, de manera que los mismos son agrupados en cuatro categorías, a saber: geopolítica, geoeconomía, microeconomía y, por último, cultura, ciencia y arte. La parte final de la obra es reservada por Orsi para exponer el porqué del título.

Para Orsi, el tema central en geopolítica es la relación de Estados Unidos con China, que es conceptualmente conflictiva y que parece haber sustituido la análoga relación bipolar de Estados Unidos y Rusia. Destaca que la reunión de Davos ha evidenciado la preeminencia de la sociedad estadounidense, pues sus científicos, empresarios y políticos fueron los más expresivos.

En la obra se advierte el peligro de las modas, refiriéndose al uniforme optimismo al que todos los economistas y no economistas se suman. Es enfático en señalar que la disparidades en los niveles de ahorro público y privado, las altas diferencias del poder adquisitivo de las monedas de las distintas naciones, las grandes fluctuaciones del cambio y cotizaciones bursátiles, las debilidades y la frágil coordinación de las instituciones internacionales, reflejan un escenario de desorden y contradicciones, problemas suficientes para detenerse y reflexionar.

Con respecto a la microeconomía hace hincapié en la problemática que trae consigo el tema de la desocupación y el crecimiento poblacional.

Respecto a América Latina percibe dificultades para compatibilizar la equidad, el progreso y la participación. El particular análisis que hace sobre Argentina está basado en el escenario económico-político imperante en los momentos de realizarse la reunión de Davos (enero de 1996), pues advierte un clima de fragmentación de la oposición política (situación diferente a la que ahora se observa) y la confrontación política, dentro y fuera del mismo gobierno (refiriéndose a la confrontación política existente entre el grupo de simpatizantes del presidente Menem y el grupo de simpatizantes de quien fuera el anterior ministro de economía: Domingo Cavallo). Hoy observamos que sigue existiendo confrontación política en el seno del partido gobernante, aunque ya no con los protagonistas de 1996. Además, advierte el peligro de una moneda ¨obesa¨, del creciente endeudamiento, de la dependencia del ahorro externo, etc. Todo ello produce un país adecuado para los más fuertes, creando una centrifugación elevada, disminuyendo la voluntad y capacidad participativa de la clase media.

Orsi advierte que cada vez adquieren más importancia los países en desarrollo por su nueva dimensión económica, por su diferencial de crecimiento demográfico y económico respecto a los países industrializados. De hecho, se han observado importantes flujos financieros en Asia y América Latina, sin embargo, esto se produce frente a la falta de fortalecimientos de las instituciones democráticas en Asia y el crecimiento del desempleo y el número de excluidos en América Latina.

Orsi manifiesta que el esfuerzo por sostener la globalización se enfrenta con la realidad de la centrifugación social de cada nación y con conflictos crecientes entre regímenes, naciones y etnias. Es acá donde aparece la cuadratura del círculo, lo que es igual a la dificultad de compatibilizar progreso, equidad y participación. Frente a esas dificultades, con ánimo optimista, el autor sugiere: no renunciar al pensamiento crítico, coherencia entre pensamiento y acción, y el compromiso de participar en las instituciones de la sociedad civil.

Evidentemente la lectura de la obra de Vittorio Orsi invita a la reflexión de todos, pues a la vez que somos testigos del desarrollo incesante de la globalización, vemos que la misma devendrá insostenible, en la medida que no constituya una respuesta a la satisfacción de nuestras necesidades y con ello se provoque la fragmentación social (entre quienes se vean favorecidos y desafavorecidos por el proceso).

Geovani Salguero Salvador

Abogado. Estudiante de la Maestría en Relaciones Internacionales. IRI.