Revista de Relaciones Internacionales Nro. 11
Lecturas
Los Límites de la Competitividad. Cómo se debe gestionar la aldea global.
Grupo de Lisboa - Ricardo Petrella - Universidad de Quilmes - Edit. Sudamericana - 1996 - Buenos Aires
Este libro es el resultado de las actividades desarrolladas por el Grupo de Lisboa durante el período 1992-1995 con el apoyo de las Comunidades Europeas bajo la dirección del Prof. Ricardo Petrella y el aporte de prestigiosos investigadores de distintas universidades que han debatido sobre los "Límites a la Competitividad", y como administrar más equitativamente la globalización y sus impactos en los distintos sectores económicos y sociales.
El trabajo trata la competitividad y los factores de la competencia siendo esta última una causa principal de movimiento de actores que compiten en comunidades, países, bloques. Sin embargo, los autores exploran la "competitividad" como un medio convertido en fin y dotado del devastador sentido de confrontación y aniquilación de los rivales. La competitividad - explica el texto - constituye más que un instrumento, una ideología que se instala, aún más allá en el santuario de los incuestionable. Expresa los intereses de quienes lo sustentan, en el contexto de una concreta estructura económica. La dinámica de la innovación y el empleo masivo de las nuevas tecnologías de gestión y producción, originan un impacto y un costo social, que se constituye en el debate central sobre la globalización.
Los "Límites de la Competitividad" vinculan el surgimiento de nuevas formas de producción con los crecientes proccesos de mundialización de la economía y la cultura. En cada escenario global, la competitividad, impacta de manera diferente. Por ejemplo, para los grupos industriales transnacionales y financieros - afirma el trabajo - la competitividad es el objetivo en el corto y mediano plazo. Sin embargo para los Gobiernos que realizan alianzas con los sectores dominantes del capital finaciero y aquellos que concentran la inversión directa, la competitividad es un objetivo estratégico-político. La Competitividad estructural de las economías es una aspiración de las naciones industrializadas citamos el caso del Grupo de los Siete -las mayores potencias industriales del planeta-.
Para los países latinoamericanos, la concepción difiere. La competitividad es a largo plazo, el primer paso es democratizar los sitemas políticos, y luego modernizar las estructuras productivas obsoletas y sustentar políticas de mayor equidad distributiva.
El texto llama la atención acerca de los problemas no resueltos por la competitividad.
El mercado no puede definir el futuro de las naciones.-señalan los autores- porque es corto de vista por naturaleza. Sino porque no resuelve problemas estructurales de largo plazo. Las sociedades necesitan de Estados en una relación que no debe ser estático, sino dinámico. Y refundar un nuevo contrato social, tanto en el nivel nacional como global para administrar más racionalmente la competitividad.
La dinámica de la competitividad, rectora de las relaciones económicas, sociales y tecnológicas, conduce -afirma el trabajo- a un mundo adistintas velocidades, donde en el escenario global surgen ganadores y perdedores. El libro propone la competitividad justa y equilibrada a fin de evitar las injusticias y la exclusión de quienes no tienen la capacidad suficiente de competir.
Por lo tanto se hace necesario e indispensable construir "nuevos contratos sociales", entre la Sociedad civil y el Estado para hacer frente a los desafíos de la globalización.
¿Se trata de una utopía? se pregunta el Grupo de Lisboa. Ciertamente. Pero de una utoía convocante, acerca del cual vale la pena reflexionar.
Por efecto de la globalización, el mundo se ha "globalizado"; problemas comunes, el impacto de las tecnologías de as comunicaciones, el medio ambiente, el desempleo estructural. Las migraciones en sus más diversas expresiones hacia los países industrializados, y las desigualdades regionales, hacen pensar -a propuesta del libro- en cuatro contratos sociales:
El Primer Contrato: de las necesidades Básicas que consiste en proporcionar aguas, recursos naturales, energía a las zonas del planeta con mayores demandas. Aquí la solución es formular un contrato entre el Sector Privado, Gobiernos e Instituciones financieras para promover el desarrollo.
El Segundo Contrato: Cultural. Es el encargado de promover el diálogo entre las diferentes culturas mediante un contrato educativo-tecnológico global.
El Tercer Contrato: Democrático. Este contratoes de vital importancia. En éste sapecto las Naciones Unidas actuarían como mediadoras entre los estados y las Naciones que represente a la sociedad global. Y que en un futuro -hacia el siglo XXI- se constituya en una Asamblea Mundial de Ciudadanos, para debatir los problemas comunes.
Cuarto Contrato: El Contrato de la Tierra. Consiste en acelerar la puesta en marcha de los compromisos adptados por los Gobiernos en la Conferencia de Río de Janeiro -Eco 92’- la agenda 21. Con cuatro grandes áreas: la vertiente social y económica; conservación de recursos, el papel de los Estados, y medios para el desarrollo social. La obra aporta un debate crítico y profundo al nuevo desorden mundial.
Martín A. Morgante
Depto. de Relaciones Económicas Internacionales (I.R.I.)
Malvinas: El Gran Relato
Fuentes y rumores en la información de guerra
Lucrecia Escudero
Prefacio Umberto Eco
Barcelona, Gedisa, 1996.
El libro de Lucrecia Escudero representa un desafío interesante. Tomar el caso de la guerra de Malvinas "como guerra mediática por excelencia" es un punto relevante.
La relación entre los medios y la guerra tienen una larga historia, basta recordar la acción de la prensa estadounidense a fines del siglo pasado en el inicio de la guerra Hispano-norteamericana.
Prologado por Umberto Eco que es el director de ésta tesis publicada, en donde él señala que la trama de ésta historia:
...es la verdadera historia de cómo se construyó una historia inventada, tiene muchas moralejas. Por un lado, nos dice cómo nos sentimos continuamente tentados a dar forma a la vida con el uso de esquemas narrativos. Por otro lado, demuestra la fuerza de las presuposiciones existenciales.(19)
El efecto de ficcionalización, que es el que construye una realidad y porque no decirlo el acontecimiento, tiene una preponderancia singular en nuestros días. La experiencia de la guerra de Malvinas es clasificada por la autora como:
...la última guerra del siglo pasado, por los valores de colonización en juego, por el monopolio y la censura de la información, porque intentó colocar una única racionalidad posible -la de la fuerza- sobre la plasticidad de la negociación diplomática, y porque fue una guerra de barcos "por entregas" que reproducían en el tiempo de su desplazamiento un espacio que debía ser llenado por los medios. Y al mismo tiempo fué, paradójicamente, una guerra "moderna" porque encarnó, en código mediático la forma actual de la gran saga colectiva acordando al tiempo de los medios, el sobresalto de la historia.(31)
Esta situación de transsición entre los dos modelos de guerra, la del siglo pasado y las del futuro, es un lugar rescatado por mucha bibliografía. Aunque lo indicado allí, no es el único punto por el cual es una guerra del siglo venidero, ya que como lo señala García Lupo éstos enfrentamientos están también marcados por el conflicto entre las naciones desarrolladas y las subdesarrolladas. La guerra de Malvinas y la del Golfo se enmarcan en éste contexto. Pero éste aspecto no es al que apunta el libro sino a la forma que adopta el denominado contrato mediático como:
...la forma particular de contrato fiduciario que trata de establecer con sus lectores el medio por el cual éstos aceptan "a priori" como verdadera la narración vehiculizada reservándose "a posteriori" la posibilidad de verificación, otorgándole al medio una legitimidad fundada en la institución que representa.(47)
El desarrollo de ésta idea lleva a dividir el libro en dos partes, la primera donde se describen "los sistemas de producción de la información sobre el conflicto" como organizaban sus agendas "y a la forma de focalización de los temas principales, en síntesis, a la forma en que cadaperiódico construyó su propio sistema interno de relevancia"(28)
Una vez cumplido éste paso, la autora pasa a interpretar "mecanismos de producción discursiva" donde aparecen:
...el tipo de contrato de lectura que proponen, la presentación de los actores, las formas de naración de las noticias de guerra, la circulación de rumores y desmentidos, en suma los criterios de descripción e interpretación del funcionamiento del género informativo en un marco poco usual: la noticia en situación de guerra.(28)
Dos son los medios analizados Clarín y La Nación que optaron por mostrar las noticias de diferente modo. En donde el primero optó por el "estilo de los noticieros" construyendo "su contrato mediático erigiendo al discurso de los medios y a su protagonismo en cuanto fuente de información como el lugar de la historia."(123)
En cambio La Nacion adoptó la posición de "testigo", en donde el medio:
...busca una ilusión referencial de "información" donde la historia se escribe en otro lado -Nueva York, Londres o la Cancillería-, fuera del lector y del medio que escucha -o ve- ésta historia y la relata.(124)
El objetivo de la propuesta hecha por Lucrecia Escudero es:
...demostrar que lo que llamamos "información" en una situación de conflicto es una compleja nebulosa de inexactitudes, aproximaciones, inferencias y negociaciones que le llegan cotidianamente al lector, sosteniéndolo en la ilusión del consumo de la actualidad. Este tipo de información pareciera ser la punta de un iceberg de un no-dicho y no-narrado, y el lector avanza a tientas en la semiosis mediática consumiendo relatos y descifrando una pluralidad de voces que conviven bajo la amplia cobertura de las noticias.(216)
Para cumplir con ello, los medios debieron sortear diversas fuentes oficiales y revelaciones, desmentidos y rumores para construir la información. Pero además necesitaban su propia legitimación a partir de verificar "la alternancia de éstos dos regímenes de enunciación de la verdad informativa."(140)
Según la autora, Clarín y La Nacion, a pesar de sus diferentes construcciones enunciativas y narrativas tuvieron la misma fórmula para construir un lector a la espera de los acontecimientos "fuente textual militar, más fuente textual propia más fuente textual inglesa". Esta estrategia le permitío armar un doble lector que es "lo que permite culminar y cerrar el efecto de ficcionalización."(219). La idea de ficcionalización de los medios es definida como:
...la cosntrucción de la noticia (que) se propone como fuente de un real histórico que viene registrado en el momento mismo de su producción y que alcanza su inteligibilidad a través de la mediación de los sitemas de comunicación.(27)
Esta posibilidad está dada por el hecho de que:
...El mundo mediático tiene el poder de convalidar enunciados narrativos de la información escrita, en tantos estados simultáneos y diferentes de un mundo posible unificado, que pueden entrar en colisión entre sí. Y ésta es la operación más distitiva en la que se asienta la ilusión de la verdad mediñatica.(51)
Pero apesar de ésta superposición de los mundos reales e imaginarios, el constructor del acontecimiento, en ese caso de la Guerra de Malvinas, llevó a contribuir:
...a desarmar un complicado andamiaje de certezas básicas y de "verdades objetivas" sobre el que algunos argentinos se habían instalado con comodidad. La información casi siempre nos coloca en una situación por lo menos inconfortable: dudar es más difícil que mentir.(26)
Los medios buscaban en la diferenciación del discurso oficial, su propia legitimidad. Pero como se interroga Eco en el prólogo la ficcionalización es también parte del juego:
...¿Qué sucede cuando en una narración el autor pone,como un elemento del mundo real (que sirve de transfondo al mundo posible de la ficción) algo que en el mundo real no existe y que nunca se ha verificado?(21)
A pesar de ello, en el trabajo es interesante observar como los diarios dieron preeminencia a las fuentes castrenses por sobre el contexto internacional en que se desarrolló el conflicto. Lo extraño de ello es que se dio tanto en el ámbito británico como en el argentino:
...se encontraron enfrentados en posiciones simétricas.
Como sucedió con el hundimiento del crucero General Belgrano, en el Gabinete de Guerra inglés y en el ánimo argentino, el hundimiento del Sheffield dio por terminadas las negociaciones de paz con el Perú y entorpecieron el inicio de la mediación del Secretario de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuellar. (210)
Tal vez sea producto del escaso desarrollo de las relaciones internacionales en ese momento aunque también de la imagen que los argentinos teníamos de nuestra posición en el mundo. Por eso en la conclusión la autora remata lo propuesto a lo largo de todo el libro:
El relato de la guerra de las Malvinas se abre y se cierra en un mismo escenario, setenta y cuatro días después y con mil muertos argentinos más. La construcción del mundo posible militar, llevado hacia el clímax narrativo de la victoria, no preveía un final alternativo. Y es por esta razón que el signo de la rendición no puede ser publicado nunca. Los lectores modelos de este mundo, presumiblemente presentes en la plaza, no pueden soportar el anticlímax de la desilusión. Y en la imposibilidad de hacer frente a la irreversibilidad fiduciaria, el régimen cae demolido en veinticuatro horas a manos de sus propios lectores. Pareciera que cuando un único relato se coloca exclusivamente en el lugar de la verdad, hay que esperar la venganza de sus lectores para comenzar a escribir la historia. (229)
Esta rebelión de los lectores significó, no solo la impugnación al modelo de una çunica verdad referencial sino también la posibilidad de la recuperación de la democracia, como un espacio político dende la pluralidad puede tener lugar.
Un dato que no llamó poderosamente la atención, es la no utilización del texto de Baudrillard, Le guerre du Golf n´a pas lieu que fue un texto pionero en este tema (el efecto de los medios sobre los acontecimientos) y que hubiese sido de mucha utilidad.
Al leer este libro nos ha generado una lectua activa, donde pudimos reencontrarnos con nuestra propia experiencia pasada y con nuestra perspectiva actual sobre el suceso y con ello avanzar hacia una mayor comprensión del mundo.
Más allá de las críticas puntuales que podemos hacerle al texto nos parece que su propuesta, la de efectuar un análisis semiótico sobre los medios, de como registran, transmiten, transforman, en definitiva construyen el acontecimiento con una o varias estrategias sobre los potenciales lectores es digno de emular.
Creemos que para este campo, el semiótico, las relaciones internacionales son un buen lugar donde desarrollar dicho instrumento para ayudarnos a comprender el mundo en que vivimos.
Prof. Alejandro Simonoff
Master en Relaciones Internacionales
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales
Universidad Nacional de La Plata
El Realismo de los Estados Débiles.
La política exterior del primer Gobierno de Menem frente a la teoría de las realaciones internacionales.
Carlos Escudé.
Buenos Aires. Grupo Editor Latinoamericano, 1995
Con la aparición de su último libro, Carlos Escudé pretende cerrar la saga de los textos sobre política internacional y política exterior argentina que ha escrito en los últimos veinte años. Lo que no cierra, o por lo menos para nosotros, son una serie de dudas sobre las ideas que allí se exponen.
El autor es uno de los más importantes exponentes del " nuevo ímpetu", como lo definió Myrian Colacrai de Trevisan, con que los estudios de las relaciones internacionales vienen desarrollando desde la década anterior. A pesar de ello, tiene muchos puntos de contacto con la actual política exterior argentina pero no queremos asignarle la responsabilidad absoluta de su desarrollo.
Creemos en todo caso que hubo una convergencia de dos situaciones: la primera, el desarrollo teórico-político del autor que debe ser reconocido como autónomo, ya que no se limita a los últimos años sino que se remonta, por lo menos, a principios de los ochenta; la segunda es que el gobierno adoptó "ad hoc" éste marco teórico que , según la expresión del autor en su libro El Realismo Periférico "más allá de cuál haya sido la fuente de su inspiración, la viví como una reivindicación personal".
Por ello, antes de iniciar la crítica del libro nos parece importante puntualizar algunas reflexiones sobre su pensamiento.
Es indiscutible que ante tan distintas lecturas de la realidad internacional, basadas en la contraposición de sus intereses, los países deben elaborar teorías y modelos para entender su realidad en ése contexto. Ello no implica desatender los supuestos teóricos desarrollados por las naciones centrales sino que deben ser necesariamente complementados, reconsiderados, empleados como fuentes de información para elaborar esquemas diferentes.
De allí que una de las propuestas más importantes del libro, sea el apocarse a percibir a la teoría "no solo como una herramienta para el análisis sino que... se convierte en objeto de análisis".(223)
El realismo es una de ellas y, según Celestino Del Arenal, tiene cuatro postulados básicos: 1) El realismo "niega la posibilidad de progreso": 2) su uso de la historia es determinista: 3) para ellos las relaciones entre los Estados es "de competición constante": 4) finalmente, el hombre de Estado "no está limitado en su actuación por las normas éticas y morales que rigen a los particulares".
Pero el autor del texto nos propone un realismo desde los márgenes, distinto al de las naciones centrales. Dichos en sus propias palabras:
...el realismo es un enfoque del estudio de la política exterior que puede aplicarse por igual a Estados centrales y periféricos.
Sin embargo, debido a que el realismo político focaliza su atención en el poder, y debido a que el mundo tiene un aspecto muy distinto cundo se lo mira desde la perspectiva de los poderosos que cuando se lo vislumbra desde la relativa ausencia de poder, un realismo "central" diferiría substancialmente de uno "periférico". (80)
Por ello, se encomienda la tarea de "limpiar de falacias al realismo" aunque ello, "no significa que hemos descartado totalmente, al menos en términos de su formulación "clásica" o morgnetauniana." (146) Pero difiere del realismo clásico cuando señala que:
...para un realismo periférico, el limitado alcance de la definición de Morgenthau de la política, el carácter tautológico de su punto de partida, la consecuente exclusión de la política de cooperación, y la subestimación del vínculo entre factores económicos y poder político, resultan verdaderamente peligrosos en tanto conducen no solo a explicaciones insatisfactorias, sino también a percepciones equivocada y a conclusiones normativas erradas. (95)
Esta idea de un realismo desde la periferia no es nueva. Fue Juan Carlos Puig uno de sus pioneros a partir del desarrollo del concepto de autonomía, donde muestra la necesidad de crear nuestros propios esquemas de interpretación frente a los países del norte y responder con teorías propias, e incluso separarse de la teoría de la dependencia.
Para Puig, la autonomía consiste en la utilización del "margen potencial de decisión autónoma de que dispone un Estado aunque forme parte de un bloque." Como vemos, el concepto de autonomía es funcional a la relación con el bloque y la potencia hegemónica. En función de ello, Puig periodizó el desarrollo de la política exterior argentina en cuatro etapas (dependencia para -colonial, dependencia nacional, autonomía heterodoxa, autonomía secesionista).
La teoría de Puig condensa elementos realistas e idealistas ya que es, como señala Trevisán:
... un realismo en el diagnóstico aunque considera que en la faz descriptiva se evidencia la relevancia de los valores y se le asigna importancia a principios como la autodeterminación, la igualdad soberana de los Estados, la cooperación internacional.
Este esquema marcó a la generación anterior de los analistas de política exterior pero en la actualidad se percibe un cambio en el tratamiento, un cambio de paradigma. Este está signado por el pasaje del paradigma autonomista al paradigma de la inserción lo que afecta al realismo periférico. Por ello, Carlos Escudé redefine y divide la autonomía en dos partes:
...la autonomía debe definirse en términos de los costos de usar la libertad de elección o de maniobra aunque cualquier Estado mediano tiene en forma casi ilimitada.
...Y deberíamos distinguir también entre distintos tipos de uso de la autonomía, principalmente:
1.Usos orientados hacia la exhibición de la autonomía, que llamaremos consumo de autonomía, y
2.Usos orientados hacia la generación de más desarrollo o poder, que llamaremos inversión de autonomía. (211)
Si bien el planteo de dividir la autonomía parece razonable, el autor en su texto abusa de la inversión de ésta en contra del consumo, llegando a la desaparición casi total de aquella en el marco de la política exterior.
La teoría sustentada por Carlos Escudé es difícilmente demostrable, ya que no existe un intercambio fluído entre el modelo y la realidad que ayude a su reformulación constante. La realidad es constantemente forzada por un esquematismo exagerado. Sostiene al respecto:
...La existencia de límites o condicionantes sistemáticos, por otra parte, no significa que un gobierno periférico no pueda adoptar políticas que desafíen a esos condicionantes o límites, sino tanto sólo que una tal política de desafío probablemente resultará en un balance negativo de costos y beneficios para los intereses de largo plazo de su ciudadanía. (37)
Esta teoría es de difícil demostración, ya que si bien el uso de la autonomía siempre genera costos potenciales no sabemos cuando se hacen efectivos, por otro lado no importa en el ámbito en el cual se desarrollen (económico, político o militar) siempre implican un desgaste. pero esto es coherente con el desprendimiento de la política de seguridad y militar en favor, casi exclusiva y excluyente de las económicas.
Por otro lado, posee una visión de la estructura internacional jerarquizada y estática, donde ningún cambio es posible, concepto que no compartimos ya que las relaciones inetrnacionales son fluídas y dinámicas. es significativo su rechazo a quiénes pretenden analizarla basándose en otros términos que no sean los suyos.
Para llegar a una buena formulación teórica, el autor debe fundarse en una lógica de sí basada en: una excesiva y extensa utilización de sus propios libros para explicar la génesis de sus ideas, además de la reiteración de conceptos y situaciones no siempre bien construidas.
Para explicitar la propuesta de Escudé, nos referimos al final del libro donde señala ocho características de su realismo periférico, que primero indicaremos in extenso para luego analizarlo más o menos puntualmente. Ellos son:
1. Es explícitamente normativo (como lo fue el realismo de Morgenthau);
2. Es más una filosofía de la política exterior que una ciencia social positivista, y no cae en la mera ideología porque sus valores y premisas filosóficas son explícitas;
3. Conduce a la construcción de un tipo ideal de política exterior basado en la premisa de que el objeto prioritario de un Estado periférico debe ser el desarrollo económico, y que está inspirado en una de dos fines últimos alternativos:
a. El bienestar material de sus ciudadanos (es decir, la variedad ciudadano-céntrica), o
b. La acumulación de poder estatal a través de una metodología que toma en consideración el vínculo mercantilista entre riqueza y poder (es decir, una política Estado-céntrica del tipo benigno, en contraposición al tipo maligno que ubica al poder político militar y a la seguridad militar como la principal prioridad del estado):
4. Es el tipo ideal de política exterior que se corresponde con el "Estado comercial" de Richard Rosencrance (también un tipo ideal), y como tal está en contraposición con la premisa realista según la cual los Estados bregan principalmente por poder político-militar y/o "seguridad";
5. Está clara y explícitamente inspirado por premisas filosóficas liberal-democráticas, y es por lo tanto más "liberal" que la llamada teoría liberal de las relaciones internacionales, la cual, debido a su Estado-centrismo, pierde de vista el contrato social entre el Estado y sus ciudadanos.
6. Es claramente "cosmopolita" en términos del debate anglo-americano actual sobre la teoría normativa de las relaciones internacionales.
7. No obstante, se trata de un tipo de realismo, porque aboga por un comportamiento interesado que puede sintetizarse en el consejo atinente de los melios, en la clásica obra de Tucídides, aunque
8. No está exento de "idealismo", en tanto se halla éticamente comprometido con las ciudadanías, generalmente pobres, de los Estados Débiles, y rechaza las pretenciones de las élites locales de apropiarse de la política exterior y del Estado para servir a sus propios y estrechos intereses, vanidades y placeres. (226/7)
Con respecto al carácter normativo y filosófico, nos parece que el autor no tiene en cuenta los siguientes aspectos: la normatividad expresada se condice con una visión del mundo, si disentimos con ella, no se puede aplicar; la cuestión relativa a lo filosófico de la política exterior, es difícil de explicar. El uso del lenguaje es funcional a la filosofía, ya que la utilización de un esquema sumamente normativizado le saca al lenguaje la multiplicidad de variaciones e interpretaciones que él ofrece y alejándose de una opción semiótica para el análisis que es lo que actualmente tiene más auge.
Con los usos del lenguaje queremos decir, la preocupación del autor por "el desarrollo de las relaciones internacionales como ciencia social se torna tanto más difícil en cuanto se trata de un campo en el que uno es prisionero del lenguaje." (47)
En éste aspecto preferiría que las relaciones internacionales fueran como la matemática o la física y no como la filosofía o la historia, la pequeña deferncia de éste tipo de disciplina es que son los hombres los que la realizan, las estudian y la expresan a través de palabras.
Tal vez ahora entendemos su desprecio por las metáforas. Su particular lectura de ésto, lo lleva a sostener que "las metáforas organicistas han servido generalmente para justificar diversos autoritarismos o represiones". (53) Creemos que éste problema es más profundo que la simple y transposición macánica de una frase como hace el autor. Y como resultado de ello, según este autor se genera una falacia:
...la falacia antropomorfa corresponde a una estructura hegemónica del mundo dividido en Estados. En alguna medida y por un cúmulo de razones, el actual orden mundial, que aún está dividido en Estados, ha evolucionado hacia una estructura no-hegemónica. (68)
En el tercer y cuarto punto no abre la puerta al tema que hasta ahora considerábamos más endeble en su teoría, el de la idea de Interés Nacional. Este es una de las bases sobre la cual se asienta el realismo para definir su política. Para él:
Un gobierno periférico tiene una mayor obligación de ajustarse a una lógica ciudadano-céntrica que un gobierno central. Tiene una mayor obligación de asegurarse que sus políticas exteriores sean funcionales al desarrollo económico. (181)
Esta proposición, llevada al extremo, como lo hace Escudé, llega a anular la política en la relación entre el país y el mundo. Y creemos que éste esquema lleva a confundir el Interés Nacional de la potencia hegemónica con los nuestros. Este planteo lleva a rechazar la autonomía ya que como lo indica:
Cuando más obsesionada con la autonomía esté una cultura, más probable será que el Estado a que represente se involucre en políticas costosas o riesgosas de consumo de autonomía, y por lo tanto será más probable que se generen obstáculos al desarrollo del país que en el largo plazo tenderán a reducir la autonomía del estado. (212/3)
Para lograr éste objetivo, emprende una lógica distinta para entender tal concepto, ya no debe ser el interés estatal, o nacional, sino el establecido por los propios ciudadanos.
En principio no es una idea que nos desagrade pero tenemos la sospecha de que los ciudadanos de que nos habla Escudé son inertes. Esta operación discursiva tiene la virtud de hacer de un colectivo, los ciudadanos, un objeto descolectivizado y desparticularizado, dejando de lado al sujeto para abrazar a los grupos de poder -que no se representan en el Estado Democrático-. El estado, y sobre todo el democrático velan por los intereses de sus ciudadanos y además debe proyectarse más allá de la coyuntura, ello es lo que garantiza su legitimidad.
Esto lo lleva a componer la política exterior en otros términos que los de "expresión o la estrategia que tiene la sociedad política para percibir el mundo y para proponer modos de inserción del Estado en el contexto internacional", como lo señala Roberto Miranda y todos los estudios sobre la materia, para denunciar que:
...el cuerpo central de la teoría de las relaciones internacionales está patas para arriba. Sirve al Estado, no al individuo... el Estado se convierte en un monstruo antropomorfo que es un fin en si mismo, y la estructura lógica de la teoría adquiere un sesgo autoritario, ya que sin quererlo alienta al Estado a usar sus "partes" (individuos) con la misma "libertad" con que el individuo usa sus brazos. (79)
Esta hipótesis no nos parece aplicable a los estados democráticos, ya que en ellos por principios representan a los ciudadanos que los legitiman con su voto.
Escudé no repara en el hecho en que en relaciones internacionales, los Estados siguen siendo los actores. Esta especificación lo lleva a denunciar el hecho de que:
... en el Tercer Mundo la teoría de las relaciones internacionales frecuentemente ha sido más una ideología usada para justificar políticas exteriores que servían a estrechos intereses sectoriales, que una búsqueda empírica honesta para comprender el funcionamiento del sistema interestatal y, a partir de allí, intentar llegar a algunos corolarios normativos sólidos respecto del diseño de una política exterior concebida para servir a los intereses de los ciudadanos.(18)
Otra vez aparece el extremismo escudeano, del cual no dudamos de su honestidad intelectual, aunque sí de su intencionalidad política.
Según esta teoría, la seguridad político-militar de un estado es un lujo para los periféricos, alejándose del realismo que posee un lenguaje y conceptos "en términos militares". Llegando a determinar explícitamente que:
... la falaz premisa realista que supone que el objetivo principal del Estado genérico en el sistema interestatal es la búsqueda de poder (y/o) seguridad es más grave para los Estados de la para las grandes potencias ya que sus consecuencias normativas son mas graves en la periferia.(24)
El ejemplo de ello para Escudé está dado en su repetitiva fórmula sobre el misil "Condor II", donde señala que fue abandonado por "los muy tangibles costos que pesarían sobre el país en términos de discriminaciones financieras y comerciales potenciales si es que no se avenía a las exigencias del MTCR".(112)
No hemos encontrado ni en su anterior libro ni en éste fehacientemente comprobado cuales fueron los costos, lo que si marca esta expresión es el desprecio como realistas hacia los idealistas, ya que parecería que el idealismo estuviera en las nubes sin ningún viso de realidad y el realismo con los pies en la tierra. Pero no hay que olvidar, por ejemplo, que las Naciones Unidas, son obra de ese pensamiento.
Actualmente los idealistas, o mejor dicho los neoidealistas, como Stanley Kober, contraatacan diciendo que lo que rechazan no es el balance de poder sino "la idea de que la paz internacional es únicamente el producto de un balance de poder". Y si a esto le sumamos la apreciación de Raymond Aron cuando sostiene que:
...si bien critican la concepción utópica o idealista, los realistas incoscientemente "siguen el ejemplo de aquellos a quiénes se oponen". Los realistas, también desarrollan una teoría normativa.
A ésta opinión le agregamos el cambio señalado con respecto a la idea sobre el balance de poder, que fija un acercamiento entre éstas posiciones. El autor parece no estar informado de seto, e incluso se aleja de éstos conceptos.
Si a ésto le sumamos el hecho de confundir los intereses estratégicos de la potencia, con la de la nación periférica que, obviamente no pueden ser los mismos.
Los tres siguientes puntos, Escudé abre la puerta a su idealismo que llega en el último punto. No es cierto que los gobiernos de inspiración liberal hayan sido realistas, sino todo lo contario, aunque éste artificio sirva de soporte a su política de los ciudadanos.
El autor continúa sosteniendo que su realismo periférico es "contractualista, liberal-democrática y mercantilista", y se sustenta en las siguientes premisas:
1. El desarrollo económico es la mismísima definición del interés nacional.
2. La principal función de la política exterior es la de facilitar ese desarrollo, y
3. Los Estados Unidos son simplemente el condicionante externo individual más importante de la política exterior (al menos en la región latinoamericana).(231)
Con respecto a los dos primeros puntos, ya lo hemos criticado pero la duda que nos sigue generando es: ¿un Estado mercantil sin política? Cuales son los costos por abandonar la política, de esto el autor no nos dice nada.
En cuanto al último punto, si bien EE.UU. es importante para nuestro caso pero no es tan determinante, como lo demuestran las principales inversiones externas, o nuestros principales compradores que pertenecen a otras áreas -como el Mercosur o Europa Occidental. Esto nos lleva a suponer que los móviles económicos del Estado mercantilista escudeano, por lo menos son algo extraños alos principios básicos que dicen sustentar.
El punto que resta discutir aquí, es el concepto de inserción, nosotros la entendemos como lo hizo el ex Canciller Dante Caputo del siguiente modo:
La reinserción es uno de los temas más interesantes y muy actual de la política exterior argentina, quizás por el hecho transparente de que hubo un tiempo histórico de inserción como parte de una realizacion política global, y hubo otro tiempo en el cual se produjo lo que podemos llamar la "des-inserción" de la Argentina del contexto internacional... El problema del debate es como compulsar el éxito o el fracaso de un proyecto de inserción...
Pero esta definición de inserción contiene elementos que la hacen distinta a la del autor analizado, para aquél ésta se realiza con el mundo en general y para éste sólo con la potencia dominante.
Volviendo sobre los cuatro puntos iniciales que definen al realismo, observamos del libro de Ecudé lo siguiente: El autor vislumbra la relación centro periferia como estática e inmodificable. El uso determinista de la historia está dado, por ejemplo en las interpretaciones sobre algunos sucesos pasados (por ejemplo, los costos eventuales del Condor II para la Argentina).
La competición es reservada al aspecto económico y no a los políticos y militares, como si se pudiesen separar unos de otros. En el último punto observamos un resurgimiento de una moral extraña al realismo clásico, y cuya introducción es por lo menos dudosa.
Con respecto al carácter periferico del realismo escudeano, observamos que con la división de la autonomía y su redefinición, el autor se separa del paradigma instaurado por Puig, afirmando la inserción por sobre la autonomía. Algo preocupante es que ve a ambos conceptos como complementarios, sino como excluyentes, relegand las potencialidades de la nación en función de los intereses del Estado hegemónico.
Prof. Alejandro Simonoff
Master en Relaciones Internacionales
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales
Universidad Nacional de La Plata
Historia de la Globalización. Orígenes del orden económico mundial.
Aldo Ferrer
Fondo de Cultura Económica/Serie de Economía. 1996. (418 pág.)
El autor señala que la fractura desarrollo-subdesarrollo y centro-periferia comienza a gestarse desde el descubrimiento de América y la llegada de los portugueses a Oriente. Destaca que en la última década del Siglo XV se dan dos condiciones: el aumento de la productividad del trabajo y comienza la formación de un primer orden global.
Hasta entonces el poder en Europa se encontraba repartido entre la corona, señores feudales, ciudades y regiones con fueros especiales. El incipiente desarrollo económico era de carácter intraeuropeo. En aquel momento, China era la mayor potencia de la época por su superficie, población y economía, además de contar con intensa actividad cultural en las ciudades. India, pese a tensiones religiosas y conflictos entre soberanos y príncipes, poseía un desarrollo industrial nmo inferior al chino. El Sudeste asiático, bajo control de principados independientes, tenía la ventaja de una agricultura u producción de especies que le permitía un comercio activo con sus vecinos, y también con Persia y Arabia. Japón se encontraba aislada y sus puertos voluntariamente cerrados a los extranjeros -especialmente europeos-, pero poseía cierta división del trabajo que le permitía el comercio entre islas, si bien el nivel tecnológico y la diversificación de las manufacturas y artesanías podría haber sido inferiór a la de China e India. En lo relativo a Medio Oriente, liderado por Persia y también por el Imperio Turco-otomano aunque enfrentados entre sí, no iban a la zaga de las otras potencias. En el Nuevo Mundo, aztecas e incas ejercían el control efectivo sobre sus territorios, que producían más que las otras regiones mencionadas;las fuentes tangibles de poder eran superiores a las de potencias europeas pero la brecha cultural era importante: el pensamiento mágico-religioso de los amerindios obró como elemento intangible que permitió que un puñado de aventureros los sometiera. La suma de esos elementos intangibles fue sentando las bases de la hegemonía europea en el orden mundial.
Había mucho por hacer dentro de Europa y también en la relación entre ese continente y el resto del mundo. En ambos planos surgieron conflictos por el poder y la necesidad de destruir a los competidores y organizar redes de intercambio a escala mundial. Para ello eran inprescindibles ejércitos así como flotas destinadas al control de los mares y a desarrollar el comercio del emergente orden mundial. La consolidación del Estado nacional y la concentración del poder en la figura del rey debilitó a los nobles y fue gravosa para las nuevas fuerzas sociales. El antagonismo entre el absolutismo monárquico y la participación en el ejercicio del poder nacional influyó decisivamente en el desarrollo político e institucional de las potencias atlánticas. La resolución de esta cuestión fue esencial. La estabilidad institucional se convirtió en un factor endógeno de desarrollo y en nueva fuente intangible del poder.
El desarrollo del capitalismo mercantil y la expansión de ultramar contribuyeron a la centralización del poder en el Estado nacional.
La expansión de ultramar asoció el crecimiento del comercio internacional con laa realidad económica, social y política de cada espacio nacional, apareciendo factores endógenos del crecimiento; surgieron nuevas relaciones entre la actividad vinculada al tráfico comercial y su financiamiento con la producción interna de manufacturas y alimentos. La política de los estados nacionales comenzó a ser, crecientemente, política económica.
Francia y Gran Bretaña eran las únicas potencias atlánticas que contaban con un gran potencial de recursos materiales y humanos y al final del Primer Orden Económico Mundial dominaban el escenario europeo e internacional.
Las transformaciones que dieron lugar a la construcción de la hegemonía de Europa abarcaron todo el continente y todos los planos de la realidad y conformaron el emergente sistema internacional, a diferencia de lo que ocurría en el resto del mundo, comenzando a abrirse la brecha entre el desarrollo y el subdesarrollo y las bases del reparto del poder en el nuevo orden mundial.
La formación del Primer Orden Económico Mundial se decidió en el escenario europeo, la historia de Europa comenzó a ser historia mundial desde principios del Siglo XVI.
Las ideas e instituciones políticas dominantes del mundo moderno también se gestaron entre los siglos XVI y XVIII en tanto las ideas económicas experimentaron cambios profundos que desbordaron los límites del mercantilismo.
En los tres siglos del Primer Orden Económico Mundial, el desarrollo económico de Europa debido a la expansión del comercio internacional y al avancce tecnológico, hizo que las demás civilizaciones quedaran vinculadas a un sistema mundial organizado en torno de los objetivos de las potencias atlánticas. De este modo pueden distinguirse distintas formas de responder al dilema del desarrollo en un mundo global.
En Europa el desplazamiento de la supremacía desde la península Ibérica hacia Holanda, Francia y Gran Bretaña tuvo que ver con el desplazamiento de factores intangibles de poder, como el conocimiento científico y cambio técnico, la aparición del capitalismo y la articulación del poder político y la economía.
Fuera de Europa, la respuesta fue diversa. El autor distingue por una parte a las grandes civilizaciones orientales y África Subsahariana y por otra al Nuevo Mundo, con la excepción de las colonias continentales británicas que, a fines del siglo XVIII, se independizaron y formaron loe Estados Unidos de América.
Las potencias atlánticas ejercieron una supremacía creciente en los mares de Oriente, pero su dominio se limitó a pocos enclaves-factorías y nunca penetró en profundidad salvo en el archipiélago Malayo y, a fines del siglo XVIII, en la India, sin modoficar sustancialmente el comportamiento de las grandes civilizaciones no europeas. El autor señala que ahí radica la incapacidad de estas regiones de responder con eficacia al dilema del desarrollo en un mundo global y su subordinación a las potencias imperiales.
En África sudsahariana la presencia europea introdujo el tráfico de esclavos. Recién en el transcurso del siglo XIX el continente sería sometido masivamente al dominio colonial.
El segundo modelo abarca al mundo Iberoamericano y el Caribe, en donde los europeos sometieron a la dominación colonial a sus pueblos, incapaces de dar respuestas eficaces a los dilemas del desarrollo en un mundo global.
El tercer modelo, el de las colonias británicas continentales en América del Norte, da lugar a la formación del único en el cual se movilizan los factores endógenos del desarrollo y la generación de poder intangible.
Japón no encaja en ninguno de estos tres modelos, su presencia en el escenario mundial comienza a ser importante desde la segunda mitad del siglo XIX, fuera del período histórico analizado en esta obra.
Hacia 1800 el producto total de la economía mundial habría ascendido a algo más de 900 mil millones de dólares. Europa participaba con algo menos del 30% del total, proporción sustancialmente mayor a la de cerca del 20% correspondiente hacia el año 1500. Las diferencias eran todavía reducidas a finales del Primer Orden Económico Mundial.
Las diferencias tampoco eran significativas respecto de otras variables del desarrollo. Hacia 1800 el comercio internacional estaba jugando en Europa y en Estados Unidos de América un papel decisivo en la acumulación de capital, el cambio técnico y el crecimiento. En ninguna otra parte sucedía algo semejante.
El desarrollo de los países independientes y de las dependencias coloniales del emergente sistema global estuvo siempre asociado a ciertas condiciones básicas: la participación en la globalización de la economía mundial, la acumulación de capital y cambio tecnológico, los recursos propios y el mercado interno, en una respuesta específica al dilema de la interacción entre en ámbito interno y el contexto externo.
La resolución del dilema en cada país influyó en la formación del sistema mundial. El rol de cada país en el orden global dependió de su desarrollo nacional. En la distribución del poder entre las naciones, los factores tangibles del poder (población y territorio) conservaron importancia pero los intangibles (acumulación en el sentido amplio) fueron determinantes. Cuando convergieron ambos factores -tangibles e intangibles- surgieron las grandes potencias hegemónicas, que participaron activamente en la globalización a partir de procesos autoconcentrados de transformación, cambio técnico y acumulación de capital.
Desde 1500 hasta la actualidad, no existe ningún país que haya alcanzado de otro modo altos niveles de desarrollo.
Prof. Isabel Stanganelli
Investigadora del Institut für Ökologie. European Business School. Alemania. Coordinadora del Departamento de Europa del IRI. UNLP.
Auge y Caída de las Grandes Potencias
Paul Kennedy
Plaza y Janes. Tribuna. 1995. (1.002 pág.). 2da edición
Título original: The Rise and Fall of de Great Powers.
La historia del auge y caída posterior de naciones como España, los Países Bajos, Francia, Reino Unido y en la actualidad Estyados Unidos,es decir las grandes potencias desde el progreso de Europa Occidental en el Siglo XVI, muestra una importante correlación a largo plazo entre capacidad productiva y aumento de ingresos por un lado y potencial militar por otro.
La historia del auge y declive de las grandes potencias, ya se trate de la dinastía Ming en China, del Imperio Otomano o de su influencia en India, del Imperio mongol, de Moscú, del Japón Tokugawa o del puñado de estados de Europa occidental-central, no permitía deducir a comienzos del Siglo XVI que la última se elevaría sobre el resto.
Según el autor, los imperios orientales padecían las consecuencias de poseer una autoridad centralizada, ya en cuestión de creencias y prácticas, actividades comerciales, armamento, etc. El antagonismo europeo en esos aspectos estimuló avances en investigación, especialmente en el campo militar, que se relacionó con avances tecnológicos y comerciales en un entorno altamente competitivo. El autor sostiene que la menor cantidad de obstáculos para el cambio la pondría a la cabeza como potencia mundial.
Durante los 150 años posteriores a 1500 los Habsburgos austríacos y españoles parecieron amenazar con superar a los otros estados contendientes y se dedicaron a detener esa puja por el dominio de los Habsburgo. A lo largo de todo el libro, se analizan relativamente las fuerzas y debilidades de cada una de las potencias líderes en función de cambios económicos y tecnológicos más amplios que afectan a la sociedad occidental en su conjunto, y permiten comprender mejor el resultado de las numerosas guerras libradas en este período. Pese a los grandes recursos que poseían los monarcas Habsburgos dichos recursos llegaron a resultarles militarmente demasiado gravosos para su debilitada base económica. Las otras grandes potencias europeas también sufrieron mucho en estas guerras prolongadas, pero se las arreglaron para mantener el equilibrio entre sus recursos materiales y su poder militar con mayor eficacia que sus enemigos los Habsburgo.
Las luchas entre potencias ocurridas en el período 1660 y 1815, no fueron una contienda entre un gran bloque y varios rivales; mientras grandes potencias como España y los Países Bajos pasaban a segunda fila, emergieron cinco grandes Estados: Francia, Gran Bretaña, Rusia, Austria y Prusia, que protagonizaron una serie de prolongadas guerras de coalición caracterizadas por alianzas rápidamente cambiantes.
Francia, primero bajo Luis XIV y después bajo Napoleón, estuvo más cerca de controlar Europa que en cualquier momento antes o después; pero sus esfuerzos fueron frustrados por una combinación de las otras grandes potencias.
El elevado costo de los ejércitos regulares y las flotas nacionales hacía que un país con un sistema avanzado de banca y crédito -como Gran Bretaña, donde además ya se había iniciado la Revolución Industrial- disfrutara de ventajas sobre los rivales financieramente atrasados. Pero también la posición geográfica tuvo una gran importancia y contribuye a explicar por qué Rusia y Gran Bretaña, habían adquirido en 1815 una importancia mucho mayor: geográficamente protegidas de ellas, podían intervenir en sus luchas. Ambas se expandieron en el mundo extraeuropeo a medida que avanzaba el siglo XVIII a la par que se aseguraron el equilibrio de poder continental.
En el siglo que siguió a 1815 hubo una ausencia de prolongadas guerras de coalición. Hubo equilibrio estratégico entre las potencias líderes del concierto europeo, ninguna nación aislada podía o quería intentar el dominio. Esta estabilidad permitió al Imperio británico elevarse hasta su cenit como potencia global y beneficiarse con su monopolio virtual de la producción industrial a vapor. Pero en la segunda mitad del siglo XIX la industrialización fue extendiéndose hacia otras regiones y empezó a romper el equilibrio internacional de poder, cediéndolo a aquellos países que contaban tanto con los recursos como con la organización necesarios para explotar los medios más nuevos de producción y tecnología. Los pocos conflictos de la época -la Guerra de Crimea, la guerra civil americana y la guerra franco-prusiana - provocaban la derrota las sociedades que no modernizaban sus sistemas militares, a las que les faltaba la infraestructura industrial necesaria para sostener los grandes ejércitos y el armamento cuya complejidad estaba transformando la naturaleza de la guerra.
A medida que se acercaba el siglo XX el ritmo de cambio tecnológico produjo un sistema internacional más inestable y complejo, quedando de manifiesto en la frenética búsqueda, de más territorios coloniales en África, Asia y el Pacífico después de 1880, por parte de las grandes potencias, ya por ambiciones económicas, y también por miedo a ser eclipsadas.
La carrera armamentista, la creación de alianzas militares fijas incluso en tiempos de paz, son elementos que definen este período. Se avecinaban cambios incluso fundamentales en los equilibrios globales: el eclipse de lo que durante más de tres siglos había sido un sistema mundial eurocéntrico, el ocaso de grandes potencias europeas tradicionales como Francia y Austria-Hungría e Italia, Estados Unidos y Rusia, estaban poniéndose a la cabeza.
En Europa sólo Alemania tenía la potencia necesaria para abrirse paso en la selecta liga de los futuros poderes mundiales, mientras el Japón estaba empeñado en dominar el este de Asia: al Imperio Británico ahora le resultaba cada vez más difícil defender sus intereses globales.
Ya en este siglo presenciamos la crisis de las potencias intermedias ante un mundo que se va tornando bipolar con la afirmación de los Estados Unidos y Rusia-URSS y el debilitamiento irreparable de la potencia de otrora, Gran Bretaña.
La Guerra Fría confirma a las emergentes potencias mencionadas, que se refuerzan con el arsenal nuclear que permitió, tanto a Estados Unidos como a la URSS permanecer en la vanguardia en el terreno militar. Pero el dinamismo de la época indica que la participación de ambos en la riqueza global ha cedido lugar a otros espectadores de este siglo. China, Japón, Europa Occidental, URSS y Estados Unidos comienzan a marcar el advenimiento de un nuevo mundo multipolar.
El autor señala que si se pasa revista al devenir de las potencias en los últimos cinco siglos, se pueden extraer algunas conclusiones. ¿Existe relación entre los cambios productivos y la posición ocupada por las potencias individuales? La observación de la conexión entre caída económica y declive militar es presentada con gran cantidad de ejemplos, y también la voluntad de las potencias -es decir sus dirigentes- de invertir sus excedentes en enriquecerse económicamente o militar-territorialmente. Sin embargo el autor advierte sobre los riesgos de caer en un determinismo económico, su hipótesis trabaja sobre "tendencias mundiales".
El análisis de las fuerzas en pugna luego de la Segunda Guerra Mundial, que el autor realiza con gran minuciosidad, abre el interrogante sobre si podrán las dos potencias de posguerra superar la prueba de la "longevidad".
Prof. Isabel Stanganelli
Investigadora del Institut für Ökologie. European Business School. Alemania. Coordinadora del Departamento de Europa del IRI. UNLP.