Recensión

Libro Comentado: Dubet, Francois (2021) La época de las pasiones tristes. De cómo este mundo desigual lleva a la frustración y el resentimiento, y desalienta la lucha por una sociedad mejor

Mariana Alejandra González
Universidad Nacional del Comahue. Instituto Patagónico de Estudios de Humanidades y Ciencias Sociales , Argentina

Derecho y Ciencias Sociales

Universidad Nacional de La Plata, Argentina

ISSN-e: 1852-2971

Periodicidad: Bianual

núm. 29, 2023

derechoycienciassociales@jursoc.unlp.edu.ar

Dubet Francois. La época de las pasiones tristes. De cómo este mundo desigual lleva a la frustración y el resentimiento, y desalienta la lucha por una sociedad mejor. 2021. Siglo Veintiuno Editores. 128pp.

Recepción: 29 Mayo 2023

Aprobación: 02 Agosto 2023



Resumen: Francois Dubet, en su libro, da cuenta del modo en se gestan y se expresan las pasiones tristes, las cuales son un signo de esta época. Describe especialmente a la ira, el enojo, la indignación y el resentimiento como pasiones que atraviesan a las personas, las relaciones, las instituciones. A partir de allí, busca comprender la relación que tienen con las desigualdades sociales. A lo largo del libro, el autor discurre por su hipótesis: dichas pasiones no se deben al aumento de las desigualdades, sino al cambio, a la transformación en las mismas. De esta manera, presenta el modo en que estas se diversifican e individualizan, lo que genera nuevas experiencias singulares, diluyendo posibles adversarios e impidiendo la acción colectivo en consecuencia. Se concluye con la importancia de encauzar la agenda política progresista como salida que conduzca a acciones democráticas e igualitarias.

RECENSIÓN

En el libro “La época de las pasiones tristes. De cómo este mundo desigual lleva a la frustación y el resentimiento, y desalienta la lucha por una sociedad mejor” (1°ed: 2021), Francois Dubet continúa sus reflexiones acerca de la desigualdad en la sociedad.

Contextualiza a la época actual como signada por pasiones tristes –ira, resentimiento, frustración, indignación– que los sujetos experimentan. Desde allí se pregunta por el rol de las desigualdades sociales en ellas, hipotetizando que tales pasiones no se explican por un aumento de dichas desigualdades sino, más bien, por un cambio de régimen, una transformación.

En la introducción del libro despliega dicho argumento central. Si en una época anterior, las desigualdades se explicaban a partir de una estructura de clases, en las que los sujetos se ubicaban en ciertas posiciones sociales muy estables y previsibles. Hoy, en cambio, dichas desigualdades se diversifican, ya que hay múltiples motivos para ser desiguales –“en calidad de…”–, a la vez que se individualizan, se viven de manera singular, al modo de una experiencia. Los sujetos se saben responsables de la desigualdad, puesto que vivimos en una sociedad donde cada quien es libre, con igualdad de derechos y el deber de su defensa. Por todo esto, el autor plantea que la desigualdad emerge como el resultado de pruebas singulares e íntimas, pero que no conducen a ninguna respuesta colectiva. Y, de esta manera, se generarían sentimientos de frustración, odio, resentimiento… como expresiones de indignaciones individuales.

El primer capítulo (“El fin de la sociedad de clases”) pretende desarrollar cómo fue el ordenamiento de las desigualdades producto de estratificaciones de clase. Ubica, al inicio, a una sociedad estamental o de castas en las que los orígenes marcan las trayectorias de los sujetos, a partir de ciertas posiciones heredadas. Luego, con un nuevo régimen de producción, desde la Revolución Industrial se consolida una sociedad basada en la libertad e igualdad entre los sujetos. De esta manera se genera una contradicción entre las desigualdades de clase (clase obrera miseria y la industrial capitalista) y el principio democrático de igualdad. En este ordenamiento se consolida una representación política entre izquierdas y derechas; a la vez que los sindicatos y movimientos sociales emergen en la búsqueda por justicia social, que permitiese la movilidad entre clases. En un tiempo presente, se produce un agotamiento del régimen de clases, a partir de la globalización y del “capitalismo inconexo”. Se reconocen múltiples modelos de producción, junto con la consolidación de mercados financieros, gobernabilidad de las empresas, distancia entre lugares de producción y de consumo, aparición de aplicaciones que vinculan clientes con prestadores de servicios, tecnologías de punta… que coexisten con mercados nacionales y nichos locales; lo que conlleva a una dispersión de las condiciones de vida. A la previa división de clases (alta, media y baja), se le añaden nuevas dualidades y las múltiples minorías. En este escenario, las desigualdades se amplían, ya no producto de la división de clases, sino de la distinción en el consumo (medida, calidad, etc.); prolifera la comparación entre sujetos, no solo entre los más alejados, sino también los que pertenecen a los propios grupos; al mismo tiempo, los vínculos de solidaridad son más restrictivos y reservados para quienes son semejantes.

En un segundo capítulo (“El régimen de las desigualdades múltiples”) Dubet señala que el origen de las desigualdades –en plural– se debe a la sumatoria de pequeñas desigualdades, lo que conduce a la diversificación e individualización de las mismas. No se puede establecer una causa inicial única, así como tampoco se las puede comprender bajo una categoría colectiva (como sería la clase, en el régimen de desigualdades por clase social). En esta sección también se reflexiona acerca de la movilidad ascendente, que ocurre cuando es a nivel micro, pero que es escasa en la perspectiva macro. Es decir, Dubet muestra que hay pequeños movimientos entre generaciones pero un efecto mínimo en la posición de la estructura social. Esto conduce, una vez más, a una experiencia de la desigualdad, singular, individual. El mérito y el desempeño propio devienen ordenadores de los estatus. De esta manera se concluye con que el régimen de desigualdades múltiples constituye un rasgo estructural de las sociedades.

El tercer capítulo del libro (“Experiencias y críticas de las desigualdades”), retoma centralmente el argumento de ubicar a las desigualdades al modo de experiencias singulares, que se definen en función de múltiples criterios. Las pasiones tristes son efectos de la percepción de dichas injusticias, especialmente cuando emergen de comparaciones con los más cercanos. Dentro de estos sentimientos, se destaca el desprecio, como aquella impresión del sujeto de sentirse invisible para los demás, que se revela en las pequeñas desigualdades y que habilita a posibles encadenamientos, ya que quien es despreciado luego puede despreciar a otros. Contra este sentimiento, el respeto democrático sería la contra cara que supondría la igualdad de cada quien en función de su singularidad. Como puede verse, la falta de reconocimiento (el desprecio) constituye una prueba subjetiva que refiere a la propia identidad. El autor reconoce que la sumatoria de estas experiencias de desigualdad múltiples, no conducen hoy a movimientos sociales homogéneos (aún cuando los criterios de justicia e igualdad podrían ser comunes entre las personas), sino que irrumpen en iras y raptos de indignación, comunes. Así, se retroalimentarían las pasiones tristes individuales y colectivas.

El cuarto capítulo (“Iras e indignaciones”) versa acerca de las expresiones pasionales que produce la percepción de las desigualdades múltiples en los sujetos. Una de ellas es el resentimiento, que se engendra en la percepción de la injusticia que, empero, no se enmarca en relatos sociales que le den sentido, no hay adversarios ni razones ni inscripción en una historia –lo que habilitaría a un conflicto–. Este sentimiento es propio de la ruptura del contrato social, que era el fundamento del Estado de Bienestar y se consolidaba a partir de un imaginario solidario. Otra de las expresiones ante las desigualdades, es la de la indignación, que conlleva a protestas y movimientos sociales; pero que requiere de la política, como una herramienta que la logre conducir. De lo contrario, se desencadena el populismo, que es definido como un estilo político, muy maleable en su devenir, pero con pocos efectos concretos.

En la conclusión Dubet recorre el rol de los partidos democráticos de izquierda contra los populismos. Desde la perspectiva sociológica, las desigualdades “pequeñas”, son las de mayor peso para los sujetos, en la medida en que determinan las experiencias sociales, las iras e indignaciones y pueden destruir o fortalecer los mecanismos de solidaridad. Cuando estas pasiones no encuentran expresiones políticas constructivas y democráticas, engendran populismos. Frente a ello, el rol de los partidos de izquierda sería recoger sus interrogantes, en un horizonte de igualdad social y en un clima de esperanza. En la medida en que las izquierdas hoy no pueden conducir la ira social, sí pueden fomentar responsabilidad y esperanza en un plano de renovación política.

A partir de observar las pasiones que emergen de las injusticias, el autor compele al análisis de los vínculos que se tejen entre el régimen múltiple de las desigualdades, la experiencia de los actores y los efectos sobre la vida ideológica y política. Muestra así que la apuesta es tanto política como intelectual. Y que la meta sería la promover la igualdad social desde las condiciones, por sobre las oportunidades.

Referencias

Dubet, F. (2021). La época de las pasiones tristes. De cómo este mundo desigual lleva a la frustración y el resentimiento, y desalienta la lucha por una sociedad mejor. Siglo Veintiuno Editores.

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