Del otro lado de la luz
Parte 1
Resumo
Quienes se dedican a la actuación tienen en claro el lugar que ocupan en el escenario —su importancia es imprescindible—: sin actor, actriz o actuante, no hay obra de teatro que contar. Desde nuestro rol de docentes de teatro, tenemos que comprender que ese lugar debe ser ocupado por quienes son verdaderos protagonistas en un proceso de aprendizaje. Pareciera que todo docente tiene en claro el lugar central que ocupan sus estudiantes, pero en la práctica docente, esa claridad en ocasiones se vuelve difusa. Como formador de formadores en teatro, he sido testigo de narrativas pedagógicas por parte de estudiantes del profesorado, en las que se destacan experiencias de aprendizaje sumamente enriquecedoras, en las que sus mentores han dejado una huella e incluso, han sido una fuente de inspiración para la elección de su carrera profesional y en contraposición, existen estudiantes que han atravesado vivencias radicalmente opuestas: experiencias cosificantes, desubjetivantes que han dejado marcas imborrables. Se registró que un denominador común en la mayoría de estos casos era que quienes conducían esos procesos formativos eran teatristas que no contaban con una formación docente.
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