¿Socio-geografía? Diálogos y contrapuntos para superar barreras ficcionales y acercarse a un análisis socio-territorial de la novela
DOI:
https://doi.org/10.24215/18536212e106Palabras clave:
socio-geografía, espacio, novelas, mapas, territorioResumen
Poner en diálogo la sociología y la geografía para abordar los mundos literarios nos permite testimoniar los aportes que contienen las piezas ficcionales; en especial las novelas. El trabajo rescata autores/as que promueven aportes y metodologías para trabajar con las novelas como plataformas socio-territoriales. Para ello nos centraremos en el autor Moretti (2001) con el Atlas de la novela europea 1800-1900 y la autora Sapiro (2016) con la propuesta de La sociología de la literatura. Ambas propuestas nos permitirán explorar las novelas a través de campos teóricos y analíticos para ponderar la dimensión espacial en las obras.
Fundamentación y propuesta
La producción de este artículo se enmarca en el trabajo que se viene realizando a partir de producciones académicas previas, el trabajo en la cátedra de geografía cultural1 y seminarios cursados y dictados2. Entre las producciones académicas podemos mencionar3:
- La lectura de la ciudad a través de la literatura (2014);
- Estambul: una mirada desde el paisaje literario de Orhan Pamuk (2015);
- ¿Esperando a los bárbaros? la invención del (nos)otro(s) en la literatura de J. M. Coetzee (2016);
- El concepto de identidad en la novela El africano de Le Clézio (2017);
- Culturas dislocadas. Un análisis a partir de la novela china El Manglar de Mo Yan (2019);
- En busca de una geografía de las novelas. La (re)construcción espacial en las propuestas de Franco Moretti y Pascale Casanova (2020);
- La novela africana subsahariana en el período de la posindependencia: ¿modelización colonial del espacio o nuevos referentes espaciales? (2022).
Los trabajos mencionados se enmarcan en la búsqueda de reponer diálogos, cruces, intercambios y tensiones entre los aportes de la literatura y la geografía.
Por otro lado, la propuesta de este trabajo fue presentada en el marco de una ponencia en las XII Jornadas de Sociología de la Facultad de Humanidades y Ciencias de La Educación (Universidad Nacional de La Plata). En la jornada el trabajo se tituló Socio-geografía. Diálogos necesarios para superar las barreras ficcionales para el análisis socio-territorial y fue presentado en la “MESA 34 - Lecturas: del espacio íntimo al espacio público. Sociología de los mundos literarios”. Para este artículo se desarrolló una lectura crítica a fin sumar las sugerencias y aportes surgidas en el evento académico mencionado.
Poner en diálogo la sociología y la geografía para abordar los mundos literarios nos permite testimoniar los aportes que contienen las piezas ficcionales; en especial las novelas. Cabe resaltar que la relación entre la literatura y las ciencias sociales no es una novedad en el ámbito académico. Por el contrario, se han venido enriqueciendo a lo largo del tiempo, cobrando progresivamente matices referenciales.
La metodología de este artículo se basa en la lectura y sistematización de autores/as que han trabajado sobre esta temática para identificar y resaltar sus postulados sociogeográficos. Entre ellos/as encontramos la figura de Moretti [1], quien propone “hacer una carta geográfica de la literatura”, abonando por una geografía que tenga protagonismo y vigorosidad en las novelas. En ese sentido, se asocia al giro literario hacia el espacio como producto social que se inicia en la década del ’70 del siglo pasado. En la visión del autor (y por ende en su metodología) el espacio literario permite descubrir modelos, tramas, solidaridades, roles, competencias, etc. Este descubrimiento enriquece la lectura y, por ende, el análisis de las obras. Por su parte, Casanova [2] buscó exponer las piezas literarias en el marco de un sistema-mundo que a diferentes escalas reconfiguró no solo a los/as lectores/as sino al mundo de la literatura. También se preocupó por comprender cómo las diferentes obras literarias tienen un carácter holístico en el contexto mundial; y, por ende, cómo se construye un escenario de centro y periferia a cargo de los/as traductores/as, políglotas y editoriales.
Por último, Sapiro [3] se centra en el enfoque sociológico del hecho literario que cuenta con tres (3) mediaciones o ejes de investigación:
- Condiciones materiales de producción de las obras y funcionamiento del mundo de las letras;
- La sociología de las obras va de la representación que transmiten a las modalidades de su producción por parte de sus autores/as;
- Las condiciones de su recepción y apropiación, así como sus usos.
Es por ello por lo que la propuesta de este trabajo se enmarca en un cruce disciplinar para testimoniar cómo los espacios (geográficos y literarios) componen un escenario de análisis fructífero para las ciencias sociales ya que nos aportan herramientas para complementar, reponer y disputar ideas en debates actuales. La novela como instrumento de poder y discurso ha acompañado a la historia de la humanidad para describir, contemplar y configurar ideas que han encontrado correlatos espaciales en los ámbitos de nuestras sociedades. Por ello, reponer los aportes de la geografía y la sociología en el análisis de la literatura nos permite además incorporar una metodología para abordar realidades sociales mediatizadas por otros dispositivos discursivos que terminan colonizando las ideas.
Introducción
La escritura ficcional es una decisión absoluta de libertad, pero aun así no puede moverse fuera de ciertos límites. Eloy Martínez [4] llama “ficciones verdaderas” a aquellas obras donde el gesto de apropiación de la realidad es más evidente y su interdependencia con el imaginario de la comunidad dentro de la cual el texto se produce. “Creo que las ficciones verdaderas (…) la exploración de la casi imperceptible franja que separa ficción de realidad, o imaginación de certidumbre (…) impregnan la gran novela contemporánea de los último veinte años (…)”([4], p. 21).
Para fortalecer esta idea, Eloy Martínez destaca la obra Danubio, catalogada como novela o libro de viaje de Claudio Magris que se dio a conocer en el año 1986. Esta obra condensa la civilización creada por este gran río y a su vez exalta toda la complejidad de la Europa central. Magris recrea la vida cotidiana en toda la complejidad y en toda esa vasta cuenca desde las imprecisas fuentes que dan origen al río al sur de Alemania hasta su desembocadura en el Mar Negro [4].
La mirada y propuesta de Eloy Martínez se podría enmarcar en lo que el geógrafo Eric Dardel [5] denominó desde la perspectiva geo-literaria: la “geograficidad”.
Para el geógrafo francés, “El espacio geográfico tiene horizonte, forma, color, densidad. Es sólido, liquido o aéreo, ancho o estrecho: limita y resiste […] La Tierra es un mundo por descifrar”([5], p. 56). Desde esta visión de la geograficidad, el espacio no solo debía ser abordado desde lo científico, sino también desde las experiencias estéticas del entorno (el paisaje). Con esta propuesta, se superaba la concepción objetiva y descriptiva sobre el objeto de estudio para añadir nuevos campos, subjetivos, que iban desde la emoción, a lo simbólico pasando por lo artístico y lo ético. También se destaca la perspectiva socio-literaria como un campo de estudio integrado por las disciplinas comparadas que buscan proponer diálogos e intercambios. Estas disciplinas (geografía, sociología y literatura) buscan identificar en el espacio (social, geográfico y literario) realidades que se retroalimentan entre la “realidad” y la ficción; y que podríamos denominar “la espacialización de las narrativas literarias”.
En ese sentido, la geografía intenta indagar los diferentes procesos socio-territoriales de la literatura. Por su parte, el escritor (autor/a) a través de sus diferentes géneros y recursos, busca enunciar desde espacios verbales una dimensión espacial que requiere ser leída más allá de un mero soporte espacial. Por otro lado, la sociología promueve un estudio de las relaciones entre texto y contexto centrándose en el problema de la tensión entre el “análisis interno” (estructura de las obras) y el “análisis externo” (función social).
Es por ello por lo que, a la hora de abordar las novelas como dispositivos sociales, la articulación entre geografía, sociología y literatura resultan clave.
Por su parte, Lévy [6] con relación a la geografía (humanística) y la literatura trae la mirada de Marcuse, quien sostenía que el arte juega un papel revolucionario, ya que puede romper con el monopolio de la realidad establecida. Así la literatura se revela como una apuesta cultural e ideológica, no sólo a escala individual, sino también colectiva. Por ello, el escritor interviene (de manera particular) en la inauguración de nuevas prácticas espaciales. Lévy, citando a Tissier (1992), refrenda que la literatura es esa gran recopilación abierta sobre las relaciones entre la sociedad y la tierra. Y, por otro lado, refleja las tendencias pasadas de la territorialidad, así como las evoluciones sobresalientes de la historia de las sociedades, tanto en el plano de la realidad como en el de su representación.
En cambio, para Ainsa [7] las relaciones entre historia y ficción han sido siempre problemáticas, cuando no abiertamente antagónicas. Para este autor, la “historia” narra científicamente los hechos sucedidos, mientras que la “ficción” finge, entretiene y crea una realidad alternativa, ficticia, y por lo tanto no verdadera. No obstante, agrega que la relación entre historia y ficción es evidente en el entrecruzamiento de los géneros a partir de la ficcionalización y reescritura de la historia que recorre buena parte de la narrativa actual. Y, por otro lado, la ficción literaria ha podido ir más allá que muchos tratados de antropología o estudios sociológicos en la percepción de la realidad, al verbalizar y simbolizar hechos y problemas que siempre se concientizan o expresan abiertamente en otros géneros. [7]
Algunos antecedentes
Como veníamos describiendo, la relación de la literatura con otras disciplinas no es una novedad en el campo literario; ni tampoco en las ciencias sociales. La ficción ha colaborado durante mucho tiempo a pensar y configurar nuestras formas de entender y habitar nuestros territorios. Y es a partir de allí, que podemos destacar muy someramente algunos antecedentes. Autores como White, y Bachelard, por un lado; y, por el otro lado, algunas coordenadas teóricas-metodológicas que abogan por establecer una la relación de la literatura con otros campos disciplinares.
El historiador Hayden White [8] en su obra Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX plantea la idea de “la poética de la historia”. El autor sostiene que la invención desempeña un papel importante en las operaciones del historiador. Para él, el historiador ordena los hechos de la crónica en una jerarquía de significación asignando las diferentes funciones como elementos del relato de modo de revelar la coherencia formal de todo un conjunto de acontecimientos. Por ello, la obra de Ginzburg [9] El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI es paradigmático. El autor realiza de manera brillante una articulación entre la investigación de archivo histórico y la narrativa poética. En ese sentido, de ningún modo se contrapone a la labor de la ciencia social. De forma inversa, podemos mencionar las novelas del escritor peruano Vargas Llosa: El sueño del celta [10] y La guerra del fin del mundo [11]. En la primera novela, narra la historia del irlandés Roger Casement, quien fuera veedor de las acciones del sistema colonial en el Congo y en la Amazonia a principios del siglo XX. Y la segunda novela se centra en un relato exhaustivamente documentado sobre la Guerra de los Canudos. Este acontecimiento fue un conflicto entre el ejército brasileño y los integrantes de un movimiento popular de contenido socio-religioso dirigido por Antonio Conselheiro a fines del siglo XIX. En ese sentido, ambas novelas no pueden ser leídas sin reconocer y comprender las tramas y cruces entre la investigación y la ficción.
Otro exponente de la relación entre literatura y espacio es la obra La poética del espacio de Bachelard [12]. Este autor alienta a llevar adelante un análisis fenomenológico de los valores de la intimidad del espacio interior (la casa, por ejemplo). Para él los espacios son diagramados desde la psicología, la cual guía la lectura a un a espacio de intimidad. Es por ello por lo que propone la categoría de “topoanálisis”. Dicha categoría se centra en el estudio psicológico y sistemático de los parajes de nuestra vida íntima. Hablamos del lugar como un espacio condicionado y sobre todo configurado por la percepción y la subjetividad de las personas.
Con relación al campo teórico y metodológico, los estudios literarios han ido prestando una mayor atención a la dimensión espacial. Y esta afirmación queda reflejada con la aplicación de conceptos y metodologías adoptados por la filosofía, el urbanismo, la geografía y otras ciencias sociales. Las propuestas de Franco Moretti con su Atlas de la novela europea 1800-1900 [1] y de Sapiro [3] con su libro La sociología de la literatura, nos acercan dos propuestas metodológicas para abordar el espacio literario.
En el siguiente apartado avanzaremos con los aportes de ambos autores.
Sapiro y Moretti
Los aportes de Sapiro
Sapiro estudió Filosofía y Literatura Comparada en la Universidad de Tel Aviv. También estudió un doctorado en Sociología en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de París, bajo la dirección de Pierre Bourdieu. Actualmente es directora de investigación en el Centre National de la Recherche Scientifique, directora de estudios en la EHESS y directora del Centre Européen de Sociologie et de Science Politique. Se especializa en sociología de los intelectuales, la literatura y la traducción.
La sociología de la literatura o también conocida como sociología de la novela fue fundada por Gyorgy Lukács y Lucien Goldmann. Esta sociología implicaba analizar las relaciones funcionales entre la literatura y los procesos económicos – sociales dentro del marco interpretativo. Para Sapiro [3] la sociología de la literatura es un área en plena expansión que tiene como objeto de estudio el hecho literario en tanto hecho social. Esto implica una doble interrogación: sobre la literatura como fenómeno social, de la cual participan múltiples instituciones e individuos que producen, consumen, juzgan y critican la obras; y, en segundo lugar, sobre la inscripción en los textos literarios de las representaciones de una época y de las cuestiones sociales [3]. También la autora resalta dos cuestiones. En primer término, que el sentido de una obra no puede ser reducida solamente a la intención de su autor (existe cierta dualidad entre la conciencia e inconsciencia del que escribe), como así también se debe reconocer que el sentido de una obra escapa al proyecto del productor del contenido, estando sujeta a las influencias de un espacio nacional e internacional. Es decir, las obras están atravesadas por diferentes formas de apropiación, circulación e institucionalización. Por otro lado, los usos y apropiaciones que se hacen de las obras están sujetos a múltiples dimensiones. Entre ellas podemos mencionar: la significación social en la recepción, su posición en la jerarquía de bienes simbólicos. En esta última dimensión podemos resaltar la recepción crítica como su distribución en las librerías, ubicación en las mesas de venta, entre otras.
En su metodología y ángulo sociológico, la sociología de la literatura incluye métodos cuantitativos como el análisis de las correspondencias múltiples y el análisis de las redes. Entre las temáticas que aborda podemos mencionar aquellas intersecciones con problemáticas propias de la sociología del arte, la traducción, las relaciones sociales (clase, género y raza), la globalización, entre otras.
La autora sostiene que además de los métodos cuantitativos, la sociología de la literatura también aprovecha los aportes de los métodos cualitativos que se centran en análisis de documentos, estudio de contenidos de las obras y/o de críticas, entrevistas y observación etnográfica.
Sapiro [3] plantea que surge primero la sociología del arte, pero recién en la segunda mitad del siglo XX emerge la sociología de la literatura. Es decir que primero se inscribe en los estudios literarios antes de convertirse en una especialidad en el seno de la disciplina sociológica. Por ello, para la autora, desde la sociología se considera a la literatura como una actividad social que depende de las condiciones de producción y de circulación, asociada a valores, a una “visión del mundo”. Es decir, no podemos escindir a la obra literaria y a sus autores/as de las diferentes escalas que operan sobre ellos. En esta misma línea, Casanova [2] propone extender una mirada global e interdependiente, pero a su vez autonómica (de- nacionalización de la literatura) del espacio literario mundial (relaciones literarias a nivel global). En ese sentido, es en la estructura del sistema–mundo donde podemos ver la reestructuración de los centros y periferias literarias [2].
Por otro lado, la autora describe el sistema literario observando cómo el mercado configura circuitos específicos, pero a su vez no descarta la evolución de las relaciones centro – periferia, donde un elemento pasa de un sistema periférico (literatura popular, minoritaria, etc.) a un sistema central.
Propongo llamar a este centro el Meridiano de Greenwich de la literatura. Al igual que la línea imaginaria, arbitrariamente escogida para determinar las líneas de longitud, contribuye a la organización real del mundo y permite medir distancias y evaluar posiciones en la superficie del planeta, también el meridiano literario nos permite calcular la distancia entre el centro y los protagonistas dentro del espacio literario. Es el lugar en el que la medición del tiempo literario –es decir, la evaluación de la modernidad estética– cristaliza, se disputa y se elabora. Lo considerado moderno aquí, en un momento dado, será declarado el «presente»: textos que «dejarán su huella», capaces de modificar las actuales normas estéticas. Estas obras servirán, durante un tiempo al menos, de unidades de medición dentro de una cronología específica, modelos de comparación para producciones posteriores. [13]
Por último, es importante mencionar a la sociología de las obras, la cual apunta a superar la oposición entre análisis interno y análisis externo, bajo el objetivo de comprender de qué modo estas refractan en el mundo social. Para Sapiro [3] esto comprende una doble ruptura. La primera con la tradición marxista que tiende a relacionar las obras directamente con sus condiciones sociales de producción (teoría del reflejo) y por el otro lado, “la ilusión biográfica” (Bourdieu, 1986) que consiste en explicar la obra por la exclusiva singularidad de un individuo [3].
Los aportes de Moretti
Franco Moretti (Sondrio, Italia, 1950) es doctor en Literatura Moderna por la Sapienza – Università di Roma. Actualmente, es profesor de inglés y Literatura Comparada en la Stanford University, donde además fundó el Center for the Study of the Novel y el Literary Lab, del cual es director. Sus aportes más allá del ámbito literario se centran en la dimensión geográfica de las novelas. Para el autor italiano debemos entender que la práctica de la lectura se construye a lo largo del tiempo, y en la medida que varían los dispositivos textuales, varían también las formas de acceder a ellas y también de construir sentido frente a ellos [14].
Moretti [14] sostiene que asistimos a un crecimiento exponencial de la cantidad de información, variaciones de los soportes de lectura (dispositivos de producción, almacenamiento y circulación textual), los cuales demandan un cambio en el modo de leer. Es allí donde el autor habla del acto de closereading (lectura cercana). Esta lectura está centrada en el estudio minucioso de unas pocas obras y constituida históricamente como la práctica esencial de los estudios literarios. Por lo cual, Moretti promueve una desacralización de este conjunto reducido de textos [15]. Por otro lado, para este autor está el distantreading (lectura distante). Esta última se refiere a tomar distancia del objeto como si una cámara de cine se alejara para pasar de un plano de detalle a un plano general, y de un plano cerrado a otro abierto.
Para Moretti [14], la historia de la literatura no está determinada por esas pocas obras geniales que equivalen a un (1) porciento de la producción total. Por el contrario, las obras literarias canónicas no constituyen una serie cerrada, sino que están en diálogo constantemente con numerosos textos “menores” que pasan inadvertidos por la crítica literaria.
La idea de Moretti se centra en poder cuantificar la literatura y de esta manera leerla en base a tres (3) nuevas disposiciones provenientes de otras ciencias:
- la historia cuantitativa,
- la geografía,
- la teoría evolutiva.
En este sentido (y en base a lo anterior) los textos en sí mismos dejan de ser el objeto de la lectura, para pasar a conformar tres (3) abstracciones: los gráficos, los mapas y los árboles.
| Lectura cercana | Lectura distante | |
| Objeto | Texto | Modelos |
| Cantidad | Limitada | Abarcadora |
| Búsqueda | Original, único | Recurrencia |
| Corpus | Canon | Totalidad |
| Actitud del crítico | Lee, juzga | Periodiza, agrupa, relaciona |
| Dispositivos | Abstracciones | Acciones |
| Gráficos | Periodizar | |
| Mapas | Describir ciclos, localizar, relacionar y configurar tramas espaciales. | |
| Árboles | Agrupar o “clusterizar” relaciones entre personajes, palabras de alta frecuencia que permiten identificar los sentimientos, colores, lugares mayormente referenciados por todas las novelas de un período. |
En ambos cuadros (1 y 2) podemos visualizar de manera esquematizada la propuesta de Moretti para abordar las novelas desde la lectura de una obra y a partir de ella descomponer su estructura argumentativa identificando elementos de mayor complejidad y densidad, como así también agrupar cuantitativamente obras que se puedan leer desde una escala global. Y de esta manera superar y ampliar el canon literario. Nos centraremos de forma breve en los aportes que nutren la dimensión espacial de la literatura.
En ese sentido, debemos destacar que Moretti busca realizar una geografía de la literatura o una carta geográfica de la literatura. En sus obras, el autor afirma que la geografía y la literatura pueden significar dos cosas, las cuales hay que distinguir:
- El estudio del espacio en la literatura, donde el objeto es totalmente imaginario. Esto lo podemos encontrar en las novelas coloniales sobre el mundo africano, en las cuales una geografía imaginaria, complementada con una geografía de la alteridad configura un espacio literario y simbólico que modificó las subjetividades y sentidos del territorio colonizado.
- El estudio de la literatura en el espacio se basa en un espacio histórico real como fue la difusión europea de Don Quijote de la Mancha. En ese caso el autor habla de un espacio histórico – real.
A fin de cuentas, lo que diseñó Moretti fue una forma de abordar la literatura a gran escala mediante la sistematización de la información. Para el caso de los mapas pudo cartografiar recorridos, lugares, personajes, entre otras variables. Y de esta manera logró aportar una mirada diferente sobre la literatura. Ya no nos centramos en la obra en sí, su trama y organización interna, sino por el contrario, accedemos a una nueva capa de información espacial que el autor define como cartas, figuras, mapas. En ese sentido, para Moretti el mapa se convierte en algo más que la suma de sus partes, de manera que permite que surja de él un diseño determinado: un pattern dando lugar a una trama espacial que se prestará a la interpretación.
Las novelas en el sistema global: ¿sumisión o autonomía?
En una misma línea argumentativa, Mariano Siskind [18], en su obra Deseos cosmopolitas. Modernidad global y literatura mundial en América Latina, discute la distribución, el desplazamiento y la espacialización de la novela a través de dos propuestas: la globalización de la novela y la novelización de lo global.
La globalización de la novela trabaja con la expansión histórica de la forma novela de la mano de la empresa colonial europea. Se da un proceso de diseminación de la novela desde Europa Occidental hacia las periferias como la emergencia de un sistema mundial de producción, recepción y traducción de novelas (a fines del siglo XIX y a lo largo del siglo XX). Durante los siglos XVIII y XIX la novela viajó desde Europa hacia América Latina y otras periferias del mundo a través de canales coloniales y poscoloniales de intercambio simbólico y material. Para Siskind la novela ofició como la forma estética históricamente determinada por el ascenso de la burguesía y por la necesidad que experimentaba la clase burguesa de representar su cosmovisión y su lugar en las sociedades modernas. Para el caso de América Latina, el consumo de novelas ofrecía a los lectores de la clase criolla la oportunidad de acercarse a una experiencia de la modernidad que por ese entonces les era ajena en su vida cotidiana. Pero a Siskind no le interesaba pensar la periferia como un espacio que se limitaba a recibir y absorber mandatos culturales del centro sobre la base de una división internacional del trabajo. Si bien la globalización de la novela supone la tensión entre autonomía y sumisión estético-cultural, al mismo tiempo se producen dislocaciones que visibilizan las determinaciones particulares locales. En cambio, la novelización de lo global se centra en la producción de imágenes de un mundo globalizado en un conjunto de novelas de Julio Verne y en la obra de Eduardo Ladislao Holmberg. En el caso de las novelas de Verne, era un novelista profesional que escribía en Francia para un público lector, inmerso en un campo discursivo o saturado de significantes imperialistas que naturalizaban la misión civilizatoria del Estado. Vivía en contacto directo con la experiencia de una modernidad urbana y tecnológica que traducía a los argumentos de la novela. Sus novelas estaban estructuradas alrededor de los itinerarios globales de personajes omnipresentes, cuyas subjetividades se expande gracias a las aventuras que las llevan por el mundo entero y más allá: al fondo del mar, al centro de la Tierra, a la Luna, al Sol y a Marte. El hombre es todo poderoso, no hay límites, las mentes se espacializan globalmente. En el caso de Holmberg, era un escritor aficionado que vivía en Buenos Aires por entonces entendida como una Gran Aldea a punto de convertirse en una ciudad. Estaba atravesado por el deseo de esa misma modernidad que se manifestaba formalmente en sus novelas como carencia constitutiva.
Los lectores de Verne encontraban el reflejo de sus propias experiencias burguesas locales, geográficamente restringidos, transformados en aventureros globales. Pero gracias al potencial imaginario se produce una imagen imaginable pero inaccesible a la percepción empírica. Después de haber producido las imágenes que conforman este imaginario de mundos disponibles y conquistables, las novelas de Verne representan el proceso de apropiación de esos espacios vacantes [18].
Los aportes de Siskind (junto a los de Moretti y Sapiro) nos dejan en claro que tanto las novelas como las personas viven en ámbitos transnacionales. En ese sentido, la novela se constituye de experiencias locales y globales, donde podríamos hablar de novelas que toman historias e ideas locales pero que enmarcan en escalas más amplias. Por otro lado, la globalización de las ideas, información y mensajes les permite a las literaturas de las periferias salirse de los localismos exóticos. Es decir, ya no están obligadas a conquistar lectores para mostrar su exotismo, sino que pueden contar otras historias sin tener que exacerbar sus identidades.
El espacio (literario)
Para acceder a la identificación y análisis de las espacialidades emergentes en las novelas debemos pensar en un apartado analítico a través de algunas categorías conceptuales. Para ello nos enfocaremos en discusiones sobre las categorías espaciales, discursos e imaginarios. Para Segura [19], los discursos e imaginarios inciden en los modos de significar el espacio como la transformación material del territorio. Pero tampoco es solo una categoría discursiva que refleja naturalmente una realidad espacial [19]. Las categorías espaciales tienen una historia compleja en la que confluyen diversas narrativas y prácticas, técnicas, políticas, mediáticas y literarias, con temporalidades específicas. En la novela se entrelazan discursos, representaciones sociales y prácticas espaciales. Para Lefebvre [20], el espacio es un producto social fruto de las determinadas relaciones de producción que surgen en un momento dado, así como el resultado de la acumulación de un proceso histórico que se materializa en una determinada forma espacio – territorial. Esto se da en el marco de una secuencia compleja y a veces contradictoria entre diferentes prácticas en relación con el espacio. Por ello Lefebvre define a la “representación del espacio” como un espacio concebido y abstracto que suele representarse en formas de mapas, planos, discursos, memorias, etc. Esta representación es conceptualizada por los especialistas: urbanistas, sociólogos, geógrafos, etc. Por otro lado, el “espacio de representación” es definido como el espacio vivido, experimentado directamente por sus habitantes y usuarios a través de una compleja amalgama de símbolos e imágenes. También es un espacio evasivo ya que la imaginación busca cambiarlo y apropiárselo. Por último, se encuentran las “prácticas espaciales”, donde el espacio integra las relaciones sociales de producción y reproducción. Para de Certeau [21], entre la producción y el consumo habita un espacio de realización y de fabricación diseminada en las diferentes maneras de hacer. Este autor sostiene que el consumidor en su recepción y apropiación del entorno metaforiza el orden dominante y desvía las diferencias propuestas. Es por ello por lo que todo relato es un relato de viaje, es decir una práctica espacial. Estas aventuras narradas para el autor producen geografías de acciones. Por último, debemos mencionar que en la actualidad conviven y emergen dos formas de comprender y gestar la relación entre el espacio y la literatura: el lugar de la enunciación y el territorio.
El lugar de enunciación nos trae la relación entre autor/es, enunciación y territorio. Hablamos de autores que en palabras de George Steiner [22] son escritores “extraterritoriales”. Algunos de ellos se destacan por un pluralismo lingüístico o carencia de patria, dándose lugar a una pérdida de un centro que los identifique. La extraterritorialidad de los escritores es la que les permite escribir sobre todos los temas, por un lado, y desde diferentes lenguas por el otro e inclusive desde cualquier nación. Esto nos deja en claro que la lengua y el lugar tampoco son categorías restrictivas para seleccionar tanto las obras como sus autores. En ese sentido, la novela estaría pasando de un modelo de “localismos exóticos” con un fuerte carácter de externalidad a un modelo de escala multiterritorial, donde la narración se nutre de argumentos multiescalares [23].
Por último, es interesante destacar la relación de los escritores, su lengua y el territorio. En esa línea de indagación podemos destacar el planteo de Gentile [24] quien nos propone analizar el caso de la literatura poscolonial magrebí. Los escritores magrebíes comparten la convicción de pertenecer a una tierra común, con una tradición moldeada por la historia y consolidada alrededor de una reivindicación nacional, contra la presencia de Francia en África del norte. Pero, como francófonos escriben directamente en francés, lo cual amplía su público, pero provoca reticencias por ser la lengua colonizadora. Es decir, por un lado, logran ampliar el público lector, pero por el otro lado expulsan (o al menos evaden) al lector local. Gentile habla de una identidad cultural mutilada por la colonización, la cual constituye un espacio de conflicto que representa una lucha interna del escritor. Para esta autora hablaríamos de que la elección de la lengua europea (como lengua de enunciación) no precede a la obra poscolonial, sino que constituye el fruto de una negociación del escritor para construir su propio código. Se puede observar en la escritura los marcos de la hibridez para resaltar la palabra árabe (por ejemplo). Asimilada al proceso del traducir la escritura en la frontera se mantiene en un espacio intersticial que nos invita a la exploración. [24]
Mapas, novelas y espacio
A lo largo del trabajo fuimos recogiendo diferentes aportes metodológicos de la relación entre la literatura y las ciencias sociales. En ese apartado nos interesa explorar dos tipos de dimensiones espaciales: las cartas geográficas o pattern que Moretti nos presenta en sus obras. El objetivo no es solo demostrar que es posible cartografiar una novela para ampliar sus horizontes interpretativos, sino que además las novelas, dependiendo del momento histórico y la posición de sus autores/as, pueden expresar cosas diferentes bajo un mismo período histórico. Y esto queda plasmado en la obra de Moretti [1] en varios de los pasajes del libro Atlas de la novela europea1800-1900. Si bien en esta obra centra su mirada en la novela europea de ese periodo, abre un espacio de análisis sobre la novela colonial y sobre todo aquella que centró su mirada en el continente africano. Para ello, y para reforzar sus extremos, podemos identificar que las ciudades europeas (ver Figure 1) contaban con una mayor densidad, complejidad y tramas que las novelas dedicadas al universo africano. El espacio africano (ver Figure 2) sufre un proceso de modelización “narrativa” que (des)dibuja un nuevo territorio. Un territorio no solo diametralmente opuesto al que se expresa en la novela europea del siglo XIX, sino que los territorios africanos se fusionan entre la ficción y el proyecto colonial.
Moretti con la figura 1 se encuentra con varios hallazgos a través de la localización de la residencia de los protagonistas y sus objetos de deseo:
- los jóvenes protagonistas vivían (casi) todos de un lado del Sena;
- y sus amantes vivían en el lado opuesto;
- una matriz de relaciones y no como un sistema de lugares específicos
- la geografía no trata solo de la extensión cartesiana del espacio, sino también sobre la “intensión”.
Por su parte, la secuencia de imágenes de la figura 2 representa varias cuestiones:
- la modelización del espacio africano (territorio lineal y homogéneo),
- la a anulación y/o invisibilización de la heterogeneidad espacial del norte de África,
-la fusión entre la modelización y el sistema colonial: penetrar, extraer y salir.
A través de las figuras 2 y Figure 3 podemos observar cómo la modelización, configuración y representación del espacio cambia drásticamente en el mundo literario europeo y en la ficción colonial sobre el continente africano.
Reflexiones finales
La propuesta de este trabajo buscó reflexionar sobre los aportes de las ciencias sociales (con énfasis en la geografía y la sociología) junto a la literatura. En ese sentido, hemos podido acercar algunos antecedentes de dicha relación, como así también presentar aportes metodológicos de la mano de autores/as como Moretti y Sapiro. A lo largo del trabajo pudimos desbrozar las complejidades que condensa el universo literario a través de dos cuestiones. En primer lugar, el campo analítico desde la dimensión espacial que “esconde” la literatura. Y, por otro lado, la correlación entre la obra, el autor y el contexto de circulación que marca la dinámica literaria. Como planteaba Casanova (1999), las literaturas nacionales se sitúan en un sistema de intercambios desiguales. Estas desigualdades dependen del capital literario de las lenguas nacionales, el cual se mide por la cantidad de obras de una lengua determinada. De ahí que la literatura más antigua (francesa, inglesa y española) cuenten con ventajas.
Por otro lado, en relación con lo metodológico Moretti nos acerca dos propuestas. La primera se centra en una nueva forma de analizar este corpus inmenso que presenta en universo literario. En ese sentido, solo se puede llegar a superar el canon (reducido) literario mediante una lectura distante. Es decir, no prestando atención a los detalles, sino por el contrario delimitar ciertas características que se compararán. A partir de ello, es posible conformar un modelo que oficiará de análisis del crítico literario [14]. Y, en segundo lugar, la propuesta de una geografía o carta literaria permite identificar un patrón espacial que nos habilita a aunar dimensiones que no lograríamos conocer si nos centramos solo en el orden interno de la lectura. Ambas propuestas superan la escala del argumento lineal de la obra, para ampliar la mirada a un sistema más complejo donde accedemos a nuevas interpretaciones.
Para Moretti tomar distancia se asemeja a repensar las escalas en geografía. Esta escala global permite poder examinar un gran corpus de información.
Por su parte, el trabajo de Sapiro nos permite comprender el valor sociológico de la literatura a través de diferentes dimensiones. Entre ellas se destacan teorías de abordaje, el rol de los escritores, las condiciones sociales de producción de las obras, entre otras.
Por último, el trabajo aquí presentado tuvo la intención de aportar nuevas miradas, autores y metodologías que permitan seguir profundizando las relaciones entre la literatura y las ciencias sociales. En este caso junto a la geografía y la sociología para pensar nuevos abordajes de la realidad socio-territorial en un contexto multiescalar.
Referencias
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