Diplomacia en un mundo fracturado
La experiencia del Modelo ONU a 80 años de la creación de las Naciones Unidas
Palabras clave:
multilateralismo, consenso, voluntariado, jóvenesResumen
Ante la advertencia del Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas sobre un “mundo fracturado” en el 80. ° aniversario de la organización, nos proponemos relatar la experiencia del Modelo ONU en La Plata, Argentina. El objetivo es demostrar la vigencia de la diplomacia como herramienta de resolución de conflictos a través de la práctica juvenil. Para ello, el artículo describe la dinámica del modelo público y gratuito más grande del país, una iniciativa sostenida por el esfuerzo de 170 voluntarios, enfocándose en el rol del autor del presente artículo como presidente del ACNUR. Los resultados destacan la capacidad de los estudiantes para superar la parálisis política y alcanzar consensos complejos mediante el debate reglado y la negociación institucional. Se concluye que esta actividad constituye una experiencia educativa integral, donde las nuevas generaciones revalidan el compromiso multilateral frente al escepticismo global actual.
Introducción: el aniversario y la paradoja
El ochenta aniversario de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) llega en un momento de profunda paradoja. En 2025, el mundo conmemora ocho décadas de un experimento multilateral que, pese a sus fallos, ha evitado una tercera guerra mundial, como lo señaló el Secretario General, António Guterres, en su discurso por el aniversario el pasado 22 de septiembre, y ha codificado un lenguaje universal de los derechos humanos. Sin embargo, esta celebración se siente hueca, casi irónica.
La diplomacia, ese arte paciente de la palabra y del consenso que la Carta de las Naciones Unidas consagró en 1945, parece estar en su punto más bajo. El Diccionario de la lengua española la define como la “rama de la política que se ocupa del estudio de las relaciones internacionales” [1]. Sin embargo, esta práctica es mucho más que una definición de diccionario. [2], la eleva a una categoría institucional y la define como: “el principal instrumento de las relaciones entre los sujetos del Derecho Internacional”. En su libro, Derecho internacional, desglosa además sus funciones esenciales: “es un instrumento de comunicación e información entre los Estados, de negociación y de protección de sus intereses y los de sus nacionales”(2007, p. 841).
Analizando las palabras de Remiro Brotóns, podemos afirmar que vivimos en un mundo fracturado, ya que no se estarían cumpliendo estas funciones del derecho internacional. El Consejo de Seguridad se encuentra paralizado por vetos que resuenan a Guerra Fría. Conflictos brutales se transmiten en directo mientras la maquinaria de la paz se muestra impotente. Las crisis climáticas, migratorias y humanitarias se aceleran, y la respuesta global es, a menudo, un eco de nacionalismos estrechos y un sálvese quien pueda. El multilateralismo, como idea, está bajo asedio. En este contexto sombrío, ¿qué sentido tiene celebrar? ¿Qué queda de la promesa formulada en 1945?
Yo encontré mi respuesta, no en los titulares de los diarios ni en las resoluciones de la Asamblea General o en los informes de las agencias, sino en un lugar inesperado: el Modelo de Naciones Unidas de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, Argentina. La encontré aquí, la actividad pública y gratuita más grande del país. Un lugar donde, durante tres días intensos de la última semana de septiembre, más de dos mil estudiantes de la escuela secundaria se reúnen para hacer exactamente lo que el mundo adulto parece haber olvidado: practicar la diplomacia. Y lo hacen en serio.
El escenario de la práctica
La República de los Niños es un escenario vasto. Es una ciudad en miniatura que, durante la mayor parte del año, es un parque temático. Pero durante esos tres días, se transforma. Sus edificios a escala se convierten en las sedes de la Asamblea General, del Consejo de Seguridad, de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y de otros órganos de la ONU1. El lugar deja de ser un espacio de recreación para convertirse en la sede de las Naciones Unidas.
Ver llegar a los delegados es un espectáculo en sí mismo. Colectivos que han viajado cientos de kilómetros. Jóvenes de la provincia de San Juan y de diversas ciudades de la provincia de Buenos Aires mezclándose con los estudiantes de las escuelas de La Plata. Todos con sus vestimentas formales, a menudo prestadas, incómodos pero llevadas con orgullo. Todos cargando carpetas repletas de investigaciones, con las posturas de Estados que, en muchos casos, apenas sabían ubicar en el mapa hace tres meses atrás.
Esto es mucho más que una simple actividad extracurricular. Es una experiencia educativa magnífica. Y en el contexto de una Argentina donde todo parece costar, donde la educación de calidad es un privilegio, nuestro modelo se erige sobre tres pilares que suenan a revolución: es público, es gratuito y es de calidad.
El motor invisible: los 170 voluntarios
¿Cómo es posible semejante proeza logística y pedagógica? ¿Cómo se moviliza, acredita y guía a más de dos mil adolescentes durante 72 horas de actividad ininterrumpida, sin cobrar un centavo? La respuesta es, para mí, la primera lección de diplomacia: el poder del propósito colectivo.
La respuesta está en el cuerpo de voluntarios. Somos más de 170 personas que pertenecemos a la Asociación Civil Simulacros Educativos Río de La Plata (ACSERP)2. No somos una empresa. No somos una fundación con grandes patrocinadores. Somos, en su mayoría, exdelegados. El cuerpo de voluntarios se compone de jóvenes universitarios, o recién graduados, que en algún momento estuvimos sentados en esas mismas sillas, sintiendo ese mismo miedo de hablar en público por primera vez. Y esa experiencia nos marcó de tal forma que sentimos la obligación moral de replicarla. Creemos, con una convicción casi terca, en la importancia de aprender fuera del aula.
El trabajo de voluntario comienza meses antes de que el primer delegado pise la República de los Niños. Es un trabajo arduo, en el sentido más literal de la palabra. Es organizar cada actividad y cada imprevisto que pueda surgir. La tarea consiste en redactar los tópicos de debate y buscar el equilibrio perfecto entre relevancia académica y la urgencia global. También en diseñar las guías de investigación, gestionar las inscripciones de cientos de escuelas y responder miles de correos electrónicos.
Esta creencia se traduce en acción concreta. Semanas antes del Modelo, el cuerpo de voluntarios es un hervidero de actividad. Nos juntamos en jornadas largas, donde se mezclan el estrés y las risas. Es un trabajo manual, casi artesanal, pero fundamental para la calidad de la experiencia: armamos, una por una, las dos mil carpetas que cada delegado recibirá y nos aseguramos de que cada una tenga las herramientas correctas. Imprimimos y preparamos los dos mil carteles con los nombres de los países, esos famosos carteles que serán la identidad de cada estudiante en el debate. Organizamos la logística de las sesiones, las acreditaciones, el mapa de cada órgano, los cuartos intermedios. Todo para que esos tres días sean perfectos y el delegado solo tenga que preocuparse por una cosa: debatir.
Todo esto lo llevamos a cabo porque creemos que, en un mundo tan dividido, reforzar la diplomacia no es una opción, sino una necesidad imperiosa. Creemos que la capacidad de buscar consensos, de investigar a fondo, de argumentar con respeto y de entender que la postura del otro tiene una lógica (aunque no la compartamos) es una herramienta fundamental para la vida, sin importar si esos estudiantes terminan siendo médicos, ingenieros, artistas o, efectivamente, diplomáticos.
Durante esos tres días, los voluntarios somos omnipresentes, pero no de manera caótica; el cuerpo de voluntarios está dividido en diversos grupos. Los Ujieres se convierten en los guardianes de las sesiones: asisten a los delegados, mantienen el orden del debate y son la primera línea de respuesta ante cualquier emergencia dentro del recinto. Luego, en el estrado tenemos al equipo de Presidencias que actúa como guía y autoridad: ellos no solo moderan, sino que elevan el debate, se aseguran de que cada voz sea escuchada y desafían a los delegados a profundizar en sus posturas sobre el tópico.
Contamos con más equipos de trabajo como el Comité Creativo y el Equipo de Prensa. Ambos son indispensables para llevar adelante la actividad ya que le aportan dinamismo y espontaneidad al debate, lo que pone a prueba a las delegaciones para que resuelvan situaciones inesperadas.
Por esto y mucho más dormimos poco, hablamos mucho y terminamos exhaustos, pero con la sensación de haber sido parte de algo mucho más grande que nosotros mismos. Somos la prueba viviente de que el dicho “los jóvenes no están interesados” es un mito. Solo necesitan el espacio y el desafío.
Mi rol este año: presidente de la ACNUR
En este universo de quince órganos, cada uno con su propia dinámica, a mí me asignaron un rol particular. Este año fui presidente del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Presidir un órgano es una experiencia diferente a la de ser delegado. No representás a un Estado, sino que representás la imparcialidad del sistema. Uno se convierte en un facilitador, un moderador, un árbitro y un impulsor. El trabajo no es ganar el debate, sino asegurarte de que haya un debate, y que este sea productivo, respetuoso y apegado a las reglas.
El tópico que elegimos no era sencillo: “El derecho al retorno: obstáculos políticos, sociales y jurídicos para su implementación”. En un mundo con casi 125 millones de personas desplazadas por la fuerza [3], este tópico no es una abstracción teórica. Es el corazón del conflicto palestino-israelí [4]. Es la tragedia de Siria [5]. Es la incertidumbre de los rohingyás en Myanmar [6] y la pregunta sobre qué pasará en Ucrania [7]. El derecho al retorno no es solo sobre volver a una casa; es sobre la identidad, la propiedad, la justicia, la memoria y, sobre todo, la posibilidad de un futuro.
Me preparé durante semanas, estudiando la situación global de los desplazados forzosos, las resoluciones pertinentes, los obstáculos políticos. Pero nada te prepara para el momento en que te sentás en la mesa presidencial, miras el mar de caras expectantes y dices: “Se abre la sesión”. Frente a mí tenía a unos 110 delegados, chicos de entre 16 y 18 años, representando desde Estados Unidos y Rusia hasta Siria, Israel, Palestina, Colombia y Sudán del Sur. Las expectativas siempre son positivas.
El sonido del consenso: los días de debate
Los primeros discursos suelen ser rígidos. Los delegados leen sus posturas preparadas, repitiendo las políticas oficiales de sus países. Un delegado expone su visión de seguridad; otro, cuya población ha sido históricamente desplazada, habla de la memoria y de la injusticia. Un tercero defiende la soberanía nacional por encima de todo, y los delegados de las potencias llaman a la calma con una hipocresía deliciosamente realista. Mi trabajo, en esa primera etapa, era simplemente escuchar y guiar el flujo del debate.
Pero el verdadero debate no comienza con la lectura del discurso en el atril, sino inmediatamente después. Aquí aparecen las tan conocidas y utilizadas interpelaciones. Apenas un delegado termina su discurso, mi voz como presidente se vuelve un ritual: “Aquellas delegaciones que deseen hacer uso del primer punto interpelatorio, alcen sus carteles”.
En ese instante, la sala cambia. Una ola de carteles se levanta de golpe. Ahí comienza el primer intercambio real del debate. Es fascinante ser testigo de este momento. Podemos ver cómo todas y todos se han preparado de tal forma que no dejan pasar una línea. Cuestionan los dichos de una nación en su discurso, piden precisiones sobre una política o exponen una contradicción. Es realmente muy interesante de oír, porque se siente la tensión intelectual y se comprueba que nadie ha venido simplemente a leer un papel.
Pero entonces, algo revelador ocurre. Siempre ocurre. Es lo que llamo el click. Suele pasar en el transcurso del primer día o cuando inicia el segundo, después de cierto tiempo de debate, los delegados se dan cuenta de que leer sus discursos no los va a llevar a ningún lado. Para redactar un anteproyecto de resolución y luego que este sea aprobado, tanto por la mesa presidencial como por todo el órgano, necesitan aliados. Y para conseguir aliados, necesitan negociar. Y para negociar, necesitan escuchar.
En ese preciso momento vi la tesis de nuestro modelo cobrar vida. Vi al delegado de un Estado que acoge a millones de refugiados en una negociación tensa pero increíblemente respetuosa con el delegado de una nación donante clave sobre el financiamiento. Observé un bloque de países de una región a menudo olvidada formar un frente sólido para exigir que no se dejaran de lado sus crisis de desplazados internos. Vi a un delegado, con la autoridad moral de la experiencia de su propio Estado, explicar las lecciones aprendidas sobre los desplazados internos y los acuerdos de paz.
Estos estudiantes demostraron estar a la altura de una forma que me dejó sin palabras. Se desataron debates legales, donde cada una de las delegaciones planteaba en qué posición se encontraba para acordar. Discutieron sobre qué pasaba con los Estados que no podían garantizar la seguridad de los retornados, la viabilidad de mecanismos de verificación para controlar que se cumpla lo pactado. Y, sobre todo, aprendieron la lección más dura de la diplomacia: nadie obtiene el 100% de lo que quiere.
Mi rol como presidente fue empujarlos. “Delegado, ¿Qué propone concretamente en la cláusula 4?”, “Delegados, ¿Han considerado cómo se financiará esto que proponen?”. Fueron días de debate intenso. Hubo frustración. Existieron momentos de bloqueo para algunos, pero en el caos de los papeles de trabajo, las enmiendas y las negociaciones de pasillo, lo que estaba viendo era la antítesis de la parálisis global. Estaba viendo a jóvenes que sí tienen ganas de aprender y ser protagonistas.
Conclusión: el sonido del aplauso
Al finalizar el tercer día, después de una sesión maratónica, llegó el momento de la votación del proyecto de resolución. No hay martillo que anuncie el veredicto. La diplomacia, en su forma más pura, se reduce a un conteo. “Se procede a votar...” anuncia la mesa. “Delegaciones que estén a favor del proyecto de resolución en su totalidad, por favor levanten su cartel”. Y podés ver un bosque de carteles que se alza. La mesa presidencial cuenta en voz baja, con el aliento contenido. “Delegaciones que estén en contra”. Unas pocas manos suben. “Abstenciones”. Algunas otras.
Hay un segundo de silencio tenso mientras se hace la suma final. Y entonces, el veredicto: “Con X votos a favor, X en contra y X abstenciones, el proyecto de resolución ha sido aprobado”.
La sala estalla en un aplauso. No es un aplauso formal. Es un aplauso de alivio, de orgullo colectivo, de agotamiento feliz. Han logrado, en tres días, lo que el mundo real no logra en décadas: ponerse de acuerdo en algo. Era un documento imperfecto, como todas las resoluciones de la ONU. Era un compromiso, pero también un avance. Contenía mecanismos realistas, financiamiento posible y, sobre todo, el reconocimiento de la dignidad de las personas desplazadas.
Al salir de la República de los Niños esa tarde, exhausto pero eufórico, volví a pensar en el 80º aniversario de Naciones Unidas. El mundo adulto puede estar fallando en su gestión de la promesa de 1945, pero en La República de los Niños, en la ciudad de La Plata, más de 170 voluntarios y 2000 estudiantes acabábamos de demostrar que la diplomacia no está muerta.
Simplemente está esperando a la siguiente generación. Y esa generación, puedo dar fe, se está entrenando. Está aprendiendo a buscar consensos, está entendiendo la importancia de la diplomacia y sí tiene, absolutamente sí, ganas de ser protagonista. Y por eso, a pesar de todo, tengo esperanza.
Referencias
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. (s.f.). Emergencia en Ucrania. ACNUR. Recuperado el 15 de noviembre de 2025 de https://www.acnur.org/emergencias/emergencia-en-ucrania
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. (s.f.). Datos básicos. ACNUR. Recuperado el 15 de noviembre de 2025 de https://www.acnur.org/datos-basicos
Myanmar: La crisis de los rohingya. (8 de marzo de 2024). Centro regional de información de Naciones Unidas. https://unric.org/es/myanmar-la-crisis-de-los-rohingya/
Real Academia Española. (s.f.). Diplomacia. En Diccionario de la lengua española. Recuperado el 15 de noviembre de 2025 de https://dle.rae.es/diplomacia
Remiro Brotóns, A. (2007). Derecho internacional. McGraw Hill.
Siria: Es imperativo el apoyo internacional para poner fin a la mayor crisis de desplazamiento mundial. (7 de marzo de 2025). Noticias ONU. https://news.un.org/es/story/2025/03/1537036
United Nations Relief and Works Agency for Palestine Refugees in the Near East. Situation Report. (11 de noviembre de 2025). Situation Report #196 on the Humanitarian Crisis in the Gaza Strip and the occupied West Bank, including East Jerusalem. UNRWA. https://www.unrwa.org/resources/reports/unrwa-situation-report-196-situation-gaza-strip-and-west-bank-including-east-jerusalem
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