Transformaciones contemporáneas de la docencia universitaria: sentidos, tensiones y desafíos en la UNLP

Avances de una investigación en curso

Autores/as

DOI:

https://doi.org/10.24215/24690090e206

Palabras clave:

universidad, docencia, práctica

Resumen

La presente reseña recupera los avances de la investigación en curso y se focaliza en la presentación de su diseño conceptual-metodológico y en los sentidos que orientan la producción de conocimiento sobre la experiencia docente universitaria. La investigación se propone comprender cómo las transformaciones sociales, institucionales y culturales de las últimas décadas han reconfigurado la experiencia docente en la universidad pública argentina. En un escenario marcado por los procesos de internacionalización de la educación superior, las políticas de ampliación del derecho a la educación, los efectos institucionales y subjetivos de la pandemia y el ingreso de nuevas generaciones a la docencia, el proyecto busca producir una lectura situada sobre los sentidos que las y los docentes atribuyen a su tarea en la actualidad. Le interesa recuperar cómo interpretan los desafíos de la enseñanza contemporánea, qué tensiones identifican en sus prácticas cotidianas y de qué modos ciertas reconfiguraciones subjetivas, culturales y sociales inciden en sus prácticas.

Introducción

Las prácticas de enseñanza en la universidad pública argentina se encuentran atravesadas por transformaciones profundas que interpelan a instituciones, docentes, y estudiantes. En las últimas décadas, la educación superior en su conjunto, ha experimentado mutaciones vinculadas tanto a cambios estructurales -políticos, sociales, culturales y tecnológicos- como a transformaciones en los sentidos que los distintos actores asignan a la formación universitaria. El presente trabajo muestra los avances de una investigación en curso, que se propone comprender cómo estos procesos inciden en la experiencia docente en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), focalizando en los discursos, prácticas y condiciones que configuran el oficio de enseñar en el escenario contemporáneo1.

El estudio forma parte de una línea de trabajo consolidada por el equipo de investigación, que en años previos se centró en las estrategias didácticas desarrolladas por cátedras que asumieron el desafío de las políticas de inclusión educativa y en las tensiones que emergen en los dispositivos de enseñanza universitaria. La continuidad de estas investigaciones permitió advertir la emergencia de dimensiones heterogéneas -sociales, institucionales, curriculares y subjetivas- que inciden en la labor pedagógica y que requieren ser abordadas desde la perspectiva de los propios docentes, cuyas voces resultan centrales para comprender las transformaciones actuales del campo.

La presente reseña recupera los avances de la investigación en curso y se focaliza en la presentación de su diseño conceptual-metodológico y en los sentidos que orientan la producción de conocimiento sobre la experiencia docente universitaria.

La investigación se propone comprender cómo las transformaciones sociales, institucionales y culturales de las últimas décadas han reconfigurado la experiencia docente en la universidad pública argentina. En un escenario marcado por los procesos de internacionalización de la educación superior, las políticas de ampliación del derecho a la educación, los efectos institucionales y subjetivos de la pandemia y el ingreso de nuevas generaciones a la docencia, el proyecto busca producir una lectura situada sobre los sentidos que las y los docentes atribuyen a su tarea en la actualidad. Le interesa recuperar cómo interpretan los desafíos de la enseñanza contemporánea, qué tensiones identifican en sus prácticas cotidianas y de qué modos ciertas reconfiguraciones subjetivas, culturales y sociales inciden en sus prácticas.

En esta línea, la indagación busca explorar cómo se transforman estas prácticas en el marco de estas dinámicas, así como comprender el modo en que las condiciones institucionales, curriculares y organizativas atraviesan las intervenciones pedagógicas y orientan criterios de acción. El análisis de estas dimensiones permite dar cuenta tanto de los nudos de problematicidad que los propios docentes reconocen en su práctica como de las continuidades y rupturas que emergen en las experiencias de enseñanza.

El aporte central del proyecto radica en situar la mirada en la experiencia de quienes enseñan, un campo menos explorado que el de las trayectorias estudiantiles y las políticas institucionales de acompañamiento. Al recuperar los discursos docentes, la investigación busca además de identificar los sentidos político-pedagógicos que orientan la enseñanza universitaria, y acercarse a una comprensión de las prácticas emergentes que se configuran en el contexto actual. Enfocada en la UNLP, la indagación asume además un compromiso institucional centrado en contribuir a la comprensión de los procesos de enseñanza de grado y aportar herramientas conceptuales y analíticas que enriquezcan el diseño de políticas de formación y desarrollo docente.

Para situar el problema, se recupera en forma sucinta, algunos hitos que han marcado la vida universitaria argentina en las últimas décadas. Durante los años ’90, los procesos de internacionalización de la educación superior y la consolidación de una lógica de mercado en el ámbito académico moldearon nuevas formas de organización institucional, instalación de indicadores de calidad y redefinición de prioridades en las agendas universitarias. Estos procesos introdujeron nuevas regulaciones y mecanismos de gestión, pero también en las condiciones curriculares y de enseñanza en la universidad.

Hacia la finalización de este periodo, la crisis social y política del 2001 constituyó un momento de inflexión, al poner en cuestión la relación entre universidad, Estado y sociedad. Se fortalecieron experiencias de extensión crítica y proyectos orientados a la articulación entre producción científica, formación académica y desarrollo social, instalándose con mayor fuerza la preocupación por la relevancia social de las prácticas universitarias.

En la primera década del presente siglo, las políticas de ampliación del derecho a la educación -expresadas en la creación de nuevas universidades, la jerarquización del sistema científico-tecnológico, la consolidación del financiamiento, la expansión de programas de becas y de dispositivos institucionales de acompañamiento, entre otras- promovieron la incorporación de nuevos sectores sociales al ámbito universitario. Estos cambios transformaron el paisaje estudiantil y generaron desafíos pedagógicos significativos, en particular respecto de las trayectorias académicas, la permanencia y las formas de acompañamiento.

Por su parte, las medidas de aislamiento adoptadas durante la pandemia de Covid-19 y el posterior retorno a la presencialidad produjeron un reacomodamiento acelerado de las prácticas docentes, al instalar la virtualización como un componente estructural de la vida universitaria. La experiencia de enseñar y aprender en condiciones extraordinarias, los efectos subjetivos y sociales de este período y la necesidad de reconstruir vínculos pedagógicos en un nuevo escenario, intensificaron tensiones ya presentes y pusieron en primer plano problemáticas emergentes.

Estas transformaciones no se desarrollan de manera homogénea. La experiencia docente se configura en la intersección de lógicas disciplinares, trayectorias generacionales, posiciones pedagógicas y condiciones institucionales diversas. En este sentido, el proyecto parte de reconocer que no existe “una” docencia universitaria, sino múltiples modos de construir el oficio docente en contextos situados.

Aproximaciones conceptuales para la lectura de las prácticas docentes universitarias

La docencia universitaria constituye una práctica social históricamente situada, cuyo sentido se construye en un entramado complejo de relaciones institucionales, disciplinares, profesionales y sociales. En este marco, comprender las prácticas docentes en la universidad pública contemporánea implica situarlas en el cruce entre configuraciones históricas, condiciones materiales de trabajo, tradiciones disciplinares y transformaciones más amplias que afectan a las instituciones de educación superior. Tal como plantea Walker [1], el trabajo docente se inscribe en una red de dependencias recíprocas que involucra saberes, vínculos institucionales y representaciones sociales en permanente reconfiguración.

En el escenario actual, la “universidad” ya no puede pensarse como una institución homogénea, sino como un sistema complejo, diversificado y heterogéneo. Las facultades y unidades académicas se diferencian por sus culturas institucionales, sus modos de organización, las trayectorias y perfiles de sus planteles docentes, la composición social y generacional de sus estudiantes y los territorios en los que se inscriben. Esta heterogeneidad produce sentidos y condiciones de enseñanza profundamente diferenciados, que habilitan modos diversos de construir el oficio docente.

A ello se suma la consolidación de la profesión académica, que complejiza la identidad docente al articularla con funciones de investigación, extensión y gestión. La docencia universitaria se conforma, así, en una identidad “cruzada”, donde prácticas sustantivas y estratégicas se entrelazan en trayectorias profesionales cada vez más diversificadas [2,3]. La diversidad epistemológica de los campos disciplinares profundiza esta heterogeneidad: cada comunidad académica porta tradiciones, valores, sensibilidades y lenguajes propios que moldean la relación entre enseñar, aprender y producir conocimiento [4,5].

Desde esta perspectiva, emerge como una primera cuestión para pensar la docencia, la comprensión de que ésta se despliega en un escenario institucional marcado por tensiones y dilemas. Las condiciones identitarias y laborales de las y los docentes se configuran en estructuras donde conviven lógicas de colegialidad, jerarquías históricas, disputas por recursos simbólicos y materiales, y procesos de profesionalización crecientes. La cátedra -como dispositivo organizador del trabajo docente- condensa estos procesos de modo particular, articulando formas de contención, distribución de tareas, modos de socialización profesional y grados diversos de autonomía. Puede funcionar como un espacio jerárquico, con reglas explícitas de ingreso y permanencia, o como un colectivo de trabajo más horizontal, aun cuando mantenga jerarquías implícitas [6]. En todos los casos, constituye un marco dentro del cual se construyen sentidos de la tarea y legitimidades pedagógicas.

El currículum es otra dimensión central para comprender las prácticas docentes, en tanto espacio de determinación institucional que ordena saberes, define trayectorias y habilita posiciones de intervención. Su carácter fragmentado -propio del “currículum mosaico”- produce desafíos específicos para la enseñanza: separa campos epistemológicos, delimita jerarquías entre tipos de saberes (teóricos, prácticos, básicos, especializados) y condiciona la manera en que las y los docentes construyen propuestas pedagógicas y criterios de evaluación [7]. A su vez, la transmisión de saberes disciplinares se articula con la función social e histórica de la universidad como institución legitimadora y reproductora de herencias culturales, profesionales y científicas.

La tercera dimensión clave es la experiencia estudiantil, cuya transformación en las últimas décadas introduce nuevos desafíos a la enseñanza. La ampliación del acceso, la inestabilidad de las identificaciones vocacionales, las condiciones de vida diversas, las trayectorias escolares previas desiguales y la crisis de las instituciones modernas, en su capacidad de producir identidades estables, configuran un estudiantado heterogéneo y dinámico [8,9]. Este proceso tensiona las expectativas tradicionales sobre qué significa “ser estudiante universitario” y sobre las disposiciones (autonomía, lectura académica, prácticas de estudio) que se suponen dadas en el ingreso. Las prácticas de lectura, en particular, emergen como un núcleo problemático recurrente, constituyendo un desafío central para la apropiación del repertorio lingüístico, conceptual y epistémico propio de la vida universitaria [10].

Finalmente, atravesando estas dimensiones, se advierte un riesgo recurrente, del que el enfoque que aquí se sostiene, procura alejarse: la tendencia a leer las prácticas docentes como meros problemas técnicos, como acciones “falladas” o “ineficientes” que deberían corregirse mediante recetas pedagógicas universales. Esta mirada desconoce la complejidad histórica, social y subjetiva de la enseñanza, y refuerza la idea del “buen docente” como modelo idealizado [11]. Por el contrario, la producción de conocimiento sobre la docencia requiere perspectivas que reconozcan la historicidad de las prácticas, la multiplicidad de condicionamientos, la diversidad de posicionamientos y la dimensión interpretativa inherente a toda experiencia pedagógica.

En síntesis, la lectura de las prácticas docentes universitarias en esta investigación se sustenta en un abordaje que articula tres dimensiones analíticas -institucional, curricular y estudiantil- y que reconoce la docencia como una práctica social compleja, situada y atravesada por tensiones históricas y contemporáneas. Estas dimensiones orientan la lectura de los relatos docentes y permiten identificar núcleos de problematicidad que emergen en su trabajo cotidiano, en un escenario donde coexisten lógicas, discursos y experiencias provenientes de distintas temporalidades y tradiciones académicas.

Enfoque metodológico

La investigación se inscribe en un enfoque cualitativo, entendido como una perspectiva interpretativa orientada a la comprensión de los significados que los sujetos construyen sobre sus prácticas [12]. Desde este posicionamiento epistemológico, la producción de conocimiento no es neutral, sino que implica la reflexividad del equipo investigador y la construcción dialógica del objeto.

En la etapa desarrollada hasta el momento, habiéndose dado inicio al trabajo de campo, se conformó una muestra intencional de docentes de diversas facultades de la UNLP -Artes, Psicología, Ciencias Exactas, Informática, Trabajo Social y Periodismo y Comunicación Social- que representan campos disciplinares consolidados y emergentes y ocupan posiciones diversas en las carreras de grado.

El trabajo de campo supuso la realización de entrevistas individuales y focales, orientadas a recuperar situaciones cotidianas, posicionamientos pedagógicos, condiciones laborales y perspectivas sobre los desafíos actuales de la enseñanza universitaria.

El análisis de los datos se desarrolló a partir del marco de la Teoría Fundamentada [13], que orientó la fragmentación de los testimonios en unidades de codificación, su agrupamiento en categorías y la identificación de núcleos emergentes. Este proceso permitió articular regularidades y singularidades, atendiendo a la diversidad contextual de las experiencias provenientes de distintas disciplinas, estructuras curriculares y recorridos profesionales.

Se opta aquí por presentar los hallazgos preliminares a partir de los temas emergentes identificados en cada dimensión de análisis, los cuales serán desarrollados en la segunda parte del artículo, dedicada al análisis de las entrevistas.

Algunos hallazgos provisorios: lecturas docentes sobre la formación, los vínculos pedagógicos y las prácticas de enseñanza en la universidad contemporánea

Antes de presentar los resultados, es importante señalar que el análisis que sigue se construye a partir de entrevistas individuales y focales realizadas a docentes de distintas facultades de la UNLP. En esta reseña se opta por presentar una síntesis interpretativa, organizada en dimensiones analíticas, sin reproducir de manera literal las intervenciones de los y las entrevistadas, con el fin de enfatizar los núcleos conceptuales y preservar la confidencialidad de los relatos.

Aportes a la formación estudiantil y desafíos de la docencia universitaria

En la primera dimensión se exploraron las lecturas docentes acerca de los principales aportes de sus propuestas de enseñanza a la formación estudiantil, así como los desafíos que identifican en la docencia universitaria contemporánea.

Un rasgo transversal en los relatos es la comprensión de la cátedra como espacio reflexivo nodal que abre modos de pensar propios del campo disciplinar. Se destaca la intención de ofrecer “herramientas conceptuales” y “llaves de lectura” que permitan a los y las estudiantes construir marcos para leer e interrogar la realidad. En este sentido, la formación se concibe como un proceso de alfabetización epistémica, donde aprender supone transitar desde lo empírico hacia lo conceptual, reconocer tensiones, problematizar situaciones y establecer relaciones entre categorías. El énfasis está puesto en que la formación del pensamiento es, al mismo tiempo, una práctica de saber.

Junto a esta dimensión epistémica, aparece con fuerza una dimensión ética del conocimiento. La referencia a “productos honestos”, “decisiones responsables” o a la “sustentabilidad” de las intervenciones da cuenta de una preocupación por las implicancias sociales, políticas y ambientales del saber disciplinar. La formación no se reduce a la adquisición de técnicas o teorías, sino que incluye la toma de conciencia sobre las consecuencias de la práctica profesional y la necesidad de inscribir las decisiones en tramas de sentido más amplias.

La práctica preprofesional aparece como otro aporte a la formación. Ésta se configura, en este marco, como un territorio de pensamiento y no como simple aplicación de saberes previamente elaborados. Las propuestas pedagógicas buscan poner en juego los conceptos en situaciones concretas, trabajar con casos, proyectos o experiencias que habiliten la reconstrucción situada de los saberes. La práctica se entiende como espacio de tensión, verificación y transformación del conocimiento, donde los estudiantes aprenden a leer la contingencia y a producir sentidos contextualizados.

Otro aporte recurrente mencionado por los equipos docentes se vincula con el acompañamiento en la construcción de la identidad y la pertenencia profesional. Las cátedras se reconocen como espacios en los que los y las estudiantes comienzan a “habitar el rol”, a sentirse parte de una comunidad de práctica y a resignificar su elección de carrera. La formación se describe como tránsito identitario que articula dimensiones emocionales, reflexivas y conceptuales.

En esa línea, muchas propuestas buscan acercar a los estudiantes a escenarios de práctica y ámbitos laborales reales: consultorios, estudios, laboratorios, industrias, espacios culturales, entre otros. Estos contactos tempranos son leídos como instancias de verificación y ampliación del saber universitario, donde se reconfigura la pregunta por qué significa “ser profesional” y qué lugar ocupa el conocimiento académico en relación con la sociedad.

Finalmente, emergen con fuerza algunos ejes transversales, entre los que pueden señalarse: el trabajo colaborativo como reconocimiento del carácter colectivo del saber; la centralidad de “enseñar a preguntar” en un contexto de sobreabundancia de información y expansión de la inteligencia artificial; la revalorización de procesos largos y sostenidos de trabajo frente a la lógica de la inmediatez.

Los y las docentes se piensan a sí mismos como responsables de instalar la pregunta, la verificación rigurosa de la información y la experiencia de procesos formativos que trascienden la lógica del resultado rápido y aislado.

Cambios en los vínculos con las y los estudiantes

La segunda dimensión se centró en las percepciones docentes acerca de las transformaciones en los vínculos pedagógicos y en las características de las trayectorias estudiantiles.

En las entrevistas cobra especial relevancia la noción de trayectoria: no solo la trayectoria previa, sino también la universitaria, atravesada por condiciones sociohistóricas específicas como el impacto de la pandemia de Covid-19. Los y las docentes destacan que muchos estudiantes iniciaron o transitaron una parte significativa de su formación sin presencia sostenida en los edificios universitarios, lo que incidió en los modos de apropiación del espacio institucional, en la participación en actividades colectivas y en la relación con el estudio.

Se señala con frecuencia la dificultad para “estar en el aula” en sentido pleno: formular dudas, compartir saberes, exponerse ante otros. Esta inhibición se asocia tanto a experiencias ligadas al aislamiento como a rasgos más generales de la subjetividad contemporánea. A ello se suman preocupaciones en torno a la escritura académica, que se percibe como un terreno especialmente complejo y, en algunos casos, “tabú”, circunscripto a asignaturas específicas y no asumido como responsabilidad transversal.

Los relatos también dan cuenta de la presencia creciente de situaciones vinculadas a la salud mental, a la precariedad económica y a la sobrecarga de actividades (trabajo, cuidados, estudio) que inciden en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Los equipos docentes expresan, en muchos casos, una sensación de “exceso” frente a estas problemáticas, al no contar siempre con herramientas para abordarlas, lo que los lleva a interrogar con mayor atención las condiciones reales y las trayectorias singulares de los grupos con los que trabajan.

En relación con la subjetividad estudiantil, se identifican transformaciones que se asocian al ritmo acelerado y fragmentado de la vida contemporánea, entre las que ubican dificultades para sostener la atención y la lectura prolongada, búsqueda de respuestas inmediatas, demanda de soluciones previamente “procesadas” por el docente. Estas características se vinculan, en la lectura docente, con el lugar que ocupan las tecnologías digitales en la vida cotidiana y con la lógica de la inmediatez.

Sin embargo, el panorama no se construye solo en clave de déficit. Diversos testimonios destacan también potencialidades, como el acceso ampliado a información, el conocimiento temprano de circuitos culturales y profesionales, y la capacidad de autogestión de proyectos colectivos que los estudiantes desarrollan por fuera de los ámbitos institucionales más tradicionales. Esta tensión entre fragilidad de ciertos vínculos académicos y potencia en términos de iniciativas y circulación de información da cuenta de un campo de experiencia estudiantil complejo, que desafía las formas habituales de pensar la enseñanza y la vida universitaria.

Transformaciones en las prácticas de enseñanza y formas de intervención en el aula

La tercera dimensión se orientó a identificar transformaciones en las prácticas docentes y en las formas de intervención cotidiana en el aula.

Los equipos docentes se reconocen como colectivos académicos que planifican reflexivamente sus propuestas. La planificación se concibe como proceso dinámico, compartido y revisable, que se ajusta en función de las características de los grupos y de los contextos. Esta dimensión colaborativa de la tarea se traduce en reuniones, debates, ajustes de programas y revisión de estrategias de enseñanza.

Un eje central es la atención a la heterogeneidad. Los y las docentes describen un trabajo creciente de reconocimiento de las particularidades de los estudiantes, ya sea a través del diálogo en el aula como mediante tutorías individuales o grupales. El grupo-clase coexiste así con formas de acompañamiento más personalizadas, destinadas a sostener el proceso de aprendizaje de quienes presentan mayores dificultades o condiciones de vida más complejas.

En este contexto, se vuelve recurrente la necesidad de jerarquizar y priorizar ejes conceptuales estructurantes, de modo de favorecer comprensiones más profundas frente a la dispersión de contenidos. La enseñanza se orienta a construir marcos de referencia estables que permitan a los estudiantes organizar la información y resignificar sus experiencias.

Las propuestas de enseñanza incluyen, cada vez con más frecuencia, dispositivos de aproximación pre-profesional: análisis de casos, simulaciones, proyectos, trabajos con datos o problemas propios del campo. Estas estrategias buscan articular teoría y práctica, y habilitar una lectura situada del saber, en diálogo con las condiciones reales del ejercicio profesional.

En paralelo, varias cátedras han incorporado dispositivos específicos para trabajar la lectura y la escritura como prácticas constitutivas de la vida universitaria. Se enfatiza tanto la lectura guiada y compartida de textos académicos como la escritura y reescritura de producciones estudiantiles, muchas veces mediadas por tecnologías digitales.

Se mencionan, además, experiencias que integran recursos lúdicos, trabajo con el cuerpo y dinámicas grupales que apuntan a fortalecer la grupalidad como experiencia formativa, frente a tendencias a la fragmentación e individuación de las trayectorias. El aula, en este sentido, se desplaza más allá del espacio físico tradicional: se expande hacia redes sociales, plataformas virtuales, tutorías, talleres y otros dispositivos que conforman un entramado pedagógico más amplio.

La cuestión de las mediaciones tecnológicas: nuevas prácticas y desafíos futuros

La cuarta dimensión aborda las mediaciones tecnológicas en las prácticas de enseñanza y los desafíos que emergen en torno a la virtualización y la digitalización de la vida académica.

En general, las tecnologías de la información y la comunicación son percibidas como entornos familiares para los y las estudiantes, más cercanos a sus prácticas culturales cotidianas que los dispositivos tradicionales. Las cátedras han incorporado aulas virtuales, plataformas, recursos audiovisuales y espacios de comunicación digital, tanto para sostener el vínculo pedagógico como para diversificar las experiencias de aprendizaje.

El proceso de incorporación de estas mediaciones se vio fuertemente acelerado por la pandemia. La virtualidad ha sido, desde entonces, objeto de tensiones y negociaciones, ya que, por un lado, aparece como demanda estudiantil y como posibilidad para sostener la continuidad pedagógica en contextos de crisis; por otro, se enfrenta a regulaciones institucionales que exigen presencialidad plena en función de los planes de estudio y marcos normativos vigentes. En muchos casos, las soluciones adoptadas combinan clases presenciales con recursos virtuales complementarios.

En la mayoría de los relatos, las tecnologías se describen desde una perspectiva más bien instrumental, en tanto son valoradas como repositorios de materiales, canales de consulta, espacios de difusión de información o apoyo a la evaluación. En cambio, aparecen menos desarrolladas las reflexiones sobre las transformaciones subjetivas y relacionales que implica la digitalización de la vida académica.

La incorporación de la inteligencia artificial en los procesos educativos es mencionada como un desafío emergente. Si bien comienza a ser aceptada como herramienta para ciertas tareas, persisten preguntas y dudas en torno a su uso ético, sus sesgos y su impacto en la formación del pensamiento crítico y la autoría de los trabajos académicos.

Finalmente, los y las docentes reconocen efectos de las tecnologías y de la experiencia pandémica en la concentración, en la construcción de la grupalidad y en la salud mental de los estudiantes. Se observa una coexistencia entre posibilidades inéditas de acceso a información y experiencias de mayor aislamiento, individualización y dificultad para sostener vínculos de trabajo colectivo.

Reflexiones finales

Los avances presentados permiten reconocer la profunda complejidad que atraviesa hoy la tarea de enseñar en la universidad pública, en un escenario signado por transformaciones sociales, institucionales y culturales. Las entrevistas muestran que las y los docentes interpretan sus prácticas desde una trama de tensiones que dan cuenta de la revisión de los modos de intervenir pedagógicamente, así como también de reconfigurar los sentidos que asignan a su trabajo.

A partir de estos hallazgos preliminares, se vuelve evidente la necesidad de continuar indagando en las condiciones materiales e institucionales que inciden en la docencia y en las estrategias colectivas que los equipos construyen para sostenerla. En tal sentido, la perspectiva situada que orienta la investigación permite identificar formas creativas de reorganización del oficio docente frente a las demandas del presente.

En esta línea, la próxima etapa de la investigación profundizará en los núcleos emergentes identificados, con el propósito de aportar conocimiento relevante como aportes a políticas de formación y desarrollo docente. Comprender la docencia en su complejidad busca contribuir a fortalecer la universidad pública desde una perspectiva inclusiva, crítica y comprometida con su tiempo.

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Publicado

2025-12-19

Cómo citar

Morandi, G., Ros, M., Guiller, C., Ungaro, A. M., Arce, D. M., Martins, M. S., Iotti, A. L., Mariani, E. L., & Gallo, L. (2025). Transformaciones contemporáneas de la docencia universitaria: sentidos, tensiones y desafíos en la UNLP: Avances de una investigación en curso. Trayectorias Universitarias, 11(21), e206. https://doi.org/10.24215/24690090e206

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